Capítulo 27: La Tercera Prueba (Pt.3)

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   El hombre hizo aparecer unas cuerdas que nos sujetaron firmemente, atándonos a la lápida desde el cuello hasta los tobillos. A mi lado, Harry forcejeó, y el hombre lo golpeó. A su mano le faltaba un dedo, y eso hizo que a Harry algo le hiciera sentido.
   —¡Tú! —dijo Harry jadeando.
   El hombre lo ignoró y terminó de revisar nuestras ataduras.
   —¡Hazlo ya! —volvió a hablar la voz fría y aguda, provenía de las mantas que llevaba cargando consigo.
   El hombre lo llevó hasta lo que parecía un caldero de piedra, aparentemente lleno de agua. Abrió las mantas, dejando ver a lo que parecía tener la forma de un niño, uno muy delgado y a carne viva. Pero su cara... ningún niño vivo sería capaz de tener una cara como aquella: era totalmente plana y como de serpiente. Era horrible.
   El hombre lo dejó caer en el caldero, y solo se oyó el golpe del cuerpo dando contra el fondo.
   —Que se ahogue —susurró Harry a mi lado. ¿Él los conocía?
   —Hueso del padre... tomado sin permiso... —el hombre levantó la varita, y de debajo de nuestros pies, levantó un hueso, el cual lo llevó hasta el caldero y lo dejó caer.
   —La carne del sirviente... —del interior de su tunica, sacó una daga plateada. Extendió la mano derecha—. Entregada... voluntariamente...
   Cerré los ojos. Ya sabía lo que iba a hacer, y no lo quería presenciar. Lamentablemente no pude taparme los oídos, por lo que tuve que escuchar el desgarrador grito que el hombre soltó al cortarse la mano y verterla al caldero.
   —Y la sangre del enemigo... —no me atrevía a abrir los ojos, pero podía escuchar su voz cada vez más cerca nuestro—. tomada por la fuerza...
   —¡Ella no! —gritaba Harry—. ¡Colagusano!
   No me había dado cuenta de que se encontraba justo delante mío. No pude hacer nada para evitarlo. La brillante daga plateada, temblando en la mano del hombre que respondía al nombre de Colagusano. Sentí como la punta me rasgaba el brazo derecho, y la sangre escurría por él. Hurgó su bolsillo en busca de un envase, en el cual vertió un hilillo de mi sangre. Después siguió Harry con el mismo proceso.
   —...resucitará al Señor Teneboroso...
   Llevó la sangre hasta el caldero y la vertió. El caldero hervía a borbotones, salpicando chispas en todas direcciones.
   —E-el Señor Tenebroso?... —dije en un susurro. Harry me miró, se veía que estaba sufriendo. Mi corazón se achicó al verlo de tal manera.
   Y entonces, de repente, se extinguieron las chispas. Una enorme cantidad de vapor blanco surgió formando una espesa nube. Pero, a través del vapor, pude ver como una figura con la silueta de un hombre se levantaba en el aire. Era alto y delgado como un esqueleto. A su lado, el vapor se tiñó de negro, poco a poco formando una tunica que rodeaba su cuerpo.
   El hombre volteó poco a poco, mirándonos fijamente. Contemplé su rostro, más blanco que una calavera, con ojos rojizos, y la nariz tan aplastada como la de una serpiente, con rajas en lugar de orificios. Por el rostro de Harry lo pude confirmar, el Señor Tenebroso había vuelto.

   Sus alargadas y pálidas manos recorrieron su cabeza. Pareciera como si estuviera admirando su nuevo cuerpo. Se atrevió a dar varios pasos hasta quedar frente a Colagusano.
   —Mi varita, Colagusano —su voz era fría y aguda.
   De entre su ropaje, Colagusano sacó una varita mágica. Él la tomó y la acarició suavemente.
   —Levanta el brazo —ordenó Voldemort.
   —Amo... gracias, amo...
   Alargó el brazo ensangrentado.
   —¡El otro brazo!
   Él y Colagusano se miraron. Voldemort se inclinó hacia él y tiró de su brazo izquierdo. Le retiró la manga por encima del codo, y colocó su varita sobre esta. Se podia ver un dibujo, debía ser un tatuaje, pero apenas tenía color. Era una calavera con una serpiente que le salía de la boca. Era la misma imagen que había aparecido durante los mundiales de quidditch: la Marca Tenebrosa.
   Harry soltó un bramido de dolor repentino. Cuando Voldemort retiró la varita de la marca de Colagusano, vi que se había vuelto de un negro azabache. Había tomado color.

   El aire se llenó repentinamente de ruidos de capas. De entre las tumbas, en cada rincón con sombra, se aparecían magos, todos encapuchados y con mascaras. Uno a uno se iba acercando lenta y cautelosamente hasta posarse alrededor de Voldemort.
   —Bienvenidos, mortífagos —saludó Voldemort—. Han pasado trece años, y aún así, aquí están frente a mí, como si todo fuera ayer. Confieso que estoy... decepcionado. Ninguno de ustedes trató de encontrarme, a su señor, al que le juraron lealtad... ¡Crabbe! ¡Macnair! ¡Goyle! —uno a uno, fue quitándoles las mascaras, causando que estos cayeran al suelo—. Ni siquiera tú... Lucius.
   El hombre cayó de rodillas al suelo. ¿Lucius? Recordaba haber escuchado ese nombre antes.
   —Mi lord, si hubiera detectado una señal, o pista de su paradero-.
   —Hubo señales, mi resbaloso amigo, y más de una pista.
   —Le aseguro, mi lord, que yo nunca he renunciado a la magia tenebrosa —Lucius se quitó la capucha y se levantó del suelo. Era él, el hombre con el que habíamos hablado durante el mundial. Era el padre de Draco Malfoy, un compañero de Slytherin—. Esta cara, que me he visto obligado a mostrar cada día desde su... ausencia... es mi verdadera máscara.
   —Yo sí lo ayudé... —interrumpió  Colagusano.
   —Solo por miedo, no por lealtad —respondió Voldemort, mirándolo sollozar—. Aún así, me has sido útil los últimos meses, Colagusano.
   Volvió a levantar la varita y la dirigió hasta la mano faltante de Colagusano, de la cual salió un liquido plateado que fue tomando forma de una mano.
   —Gracias... amo... gracias.
   Voldemort caminó hasta el cadaver de Cedric, moviendo su cabeza con un pie, como si quisiera acariciarlo.
   —Oh... era un muchacho apuesto...
   —¡No lo toque! —gritamos Harry y yo al unísono.
   —¡Los hermanos Potter! Casi olvido que estaban aquí. Parados sobre los huesos de mi padre —se acercó a nosotros—. Los presentaría, pero parece que últimamente eres tan famoso como yo, Harry.
   ¿Él había dicho hermanos Potter? ¿Acaso se había equivocado? Yo no soy su hermana. Él es hijo único.
   Miré a Harry en busca de respuestas, alguna reacción que me explicara qué estaba pasando, pero él evitó mi mirada.
   —El niño que vivió. Qué gran mentira es tu leyenda, Harry. ¿Quieres que revele lo que pasó esa noche hace trece años? ¿Quieres que empiece por la ausencia de tu hermana en tu tan famosa leyenda? ¿Quieres que divulge cómo perdí en realidad mis poderes? —se alejó—. Sí... debo hacerlo. Fue el amor. Cuando la querida Lily Potter dio su vida por sus hijos, les otorgó la maxima protección. No pude ni tocarlos. Era magia antigua. Debí saberlo. Pero ya no importa. Las cosas han cambiado.
   Se abalanzó hacia nosotros, con ambas manos en alto, acercándolas cada vez más hacia nuestras frentes. 
   —Ahora puedo tocarlos.
   Fue un dolor muy superior a cualquier otro que haya experimentado antes. Me dolía todo, pero parecía como si mi cabeza se fuera a partir en dos, justo en el punto en el que su dedo había tocado. Quería que terminara... ¿qué hacia yo aquí?... yo no era una Potter...
   Luego cesó. Mi cuerpo quedó colgando, sin fuerza alguna. Si no había podido escapar de las cuerdas antes, ahorita menos. Me costaba respirar, y mi pecho dolía cuando lo hacia.
   —Es sorprendente lo que puede hacer un poco de su sangre —se alejó e inmediatamente nuestras cuerdas se desataron, haciéndonos caer de seco al suelo—. ¡Tomen sus varitas!
   Por un momento, pensé en que podría haber huido, pero mis piernas temblaban, y las de Harry también. Los mortífagos cerraban filas, tapando cada posible hueco de escape. Tomé mi varita que estaba justo debajo de mis pies, y Harry se arrastró hasta el cuerpo de Cedric. Aproveché y lo seguí como pude, hasta quedarme a un lado de él.
   —Harry... ¿qué está pasando?... —le pregunté en un susurro.
   —Perdóname —fue lo único que me dijo, también en un susurro, levantándose y poniéndose frente mío.
   —¿Les han dado clases de duelo? —preguntó Voldemort, dándonos la espalda. Al ver que ninguno respondía, volteó—. ¿Serás tú primero, Harry? Tómenla, y quítenle la varita. No quiero inconvenientes.
   De inmediato, uno de los mortífagos se acercó a mí y me tomó por detrás. Forcejeaba, intentando librarme de su agarre, pero él era muy fuerte, y yo no estaba completamente recuperada. Todavía. Otro mortífago se llevó mi varita, pero después de haber recibido una que otra leve pateada. 
   —Primero, una reverencia, por favor —Voldemort se inclinó un poco—. La cortesía es muy importante. A Dumbledore no le gustaría que olvidaras tus modales.
   Harry no se inclinaba. Y no parecía como si lo fuera a hacer. No le iba a dar esa satisfacción.
   —He dicho que te inclines —repitió Voldemort, alzando la varia.
   La espalda de Harry inmediatamente se curveó. Se notaba que intentaba levantarse, pero es como si tuviera algo que se lo impedía.
   —Eso está mejor —dijo con voz suave, y cuando bajó la varita, Harry se pudo levantar de nuevo.
   <<Señores, empieza el duelo.
   Voldemort levantó la varita una vez más y, antes de que Harry pudiera hacer algo para defenderse, recibió el impacto de la maldición cruciatus. Cayó al suelo de inmediato, retorciéndose y sacudiendose por el suelo. Gritó. Era el grito más fuerte que había escuchado. Ni siquiera Cedric había gritado de esa manera cuando recibió la maldición de Krum.
   —¡Déjalo! —le grité a Voldemort sin miedo alguno, forcejeando. Sabía que no podría librarme así, pero tenía que esperar un buen momento para hacerlo.
   —Ya será tu turno, Marlene —me dijo .
   Harry dejó de sacudirse. Se dio la vuelta y, con dificultad, se puso en pie.
   —Muy bien, Harry. Tus padres estarían muy orgullosos —se aproximó a Harry—. Sobre todo tu despreciable madre muggle.
   —¡Expelliarmus! —gritó Harry casi inmediatamente, pero Voldemort pudo bloquearlo y mandarlo a volar lejos.
   —Voy a matarte, Harry Potter. Voy a destruirte. Y después seguirá tu hermana —se acercó hasta él y se agachó un poco—. Nadie volverá a cuestionar mis poderes. A partir de hoy, si alguien habla de ti, hablaran solo de cómo me suplicaste morir... y yo, como soy muy piadoso, te complací. ¡Levántate!
   Con una sola mano, dirigida directamente hacia Harry, lo comenzó a levantar del suelo hasta dejarlo parado. Harry no perdió tiempo y corrió para esconderse detrás de una de las tumbas.
   —¡No me des la espalda, Harry Potter! Quiero que me mires cuando te mate. ¡Quiero ver cómo la luz abandona tus ojos!
   Hubo un momento de total silencio. Poco a poco, Harry fue saliendo de detrás de la lápida con paso seguro.
   —Como usted quiera —le dijo.
   Harry conjuró un "Expelliarmus" a la vez que Voldemort conjuraba un "Avada Kedavra". De ambas varitas salió un chorro de luz, Harry roja y Voldemort verde. Ambas se encontraron en medio del aire. Las varitas vibraban como locas, y los dos hacían el intento de no soltarlas. Del rayo de luz que conectaba ambas varitas, salieron mil ramificaciones, trazando arcos por arriba de ellos hasta dejarlos encerrados. Harry tenía los ojos totalmente abiertos en sorpresa.
   —¡No hagan nada a menos que yo se los mande! —les gritó Voldemort a los mortífagos, los cuales ya habían sacado sus varitas.
   De la varita de Voldemort, surgió algo gris que parecía humo. Formó una cabeza... a la que le siguieron el pecho y los brazos: era Cedric Diggory. ¿Era un espectro?
   Varios más espectros que no reconocía salieron de la varita de Voldemort. Hasta que una mujer joven de cabello largo salió.
   —Tu padre está en camino... —le dijo a Harry en voz baja, pero yo la pude escuchar perfectamente— ¡Aguanta!...
   Y entonces empezó a salir un joven con el mismo cabello alborotado de Harry, debía ser su padre. Se acercó, mirándolo, y le habló con la misa voz baja, pero lo pude escuchar igualmente. Pero parecía que solo lo hacia yo. Los mortífagos no tenían ninguna reacción aparente.
   —Cuando la conexión se rompa, corre al traslador. Lo detendremos por un momento para darte tiempo. ¿Has comprendido, Harry?
   No pude escuchar lo que respondía, pero lo vi asentir.
   —Hija... hazlo ahora, te garantizo que funcionará... —habló la suave voz de la mujer. Ella ahora se encontraba frente mío. ¿Me hablaba a mí? ¿Yo? ¿Su hija?
   —Marlene, llévate mi cuerpo —me habló Cedric—. Llévaselo a mi padre.
   Asentí. No sabía si los mortífagos que estaban cerca mío podían escuchar lo que pasaba, o siquiera si los podían ver. Pero tampoco reaccionaban, sólo mantenían sus varitas alzadas.
   —Hazlo, Marlene —me volvió a decir la mujer. Decidí hacerle caso—. ¡Ahora!
   —¡Accio! —conjuré. Mi varita salió de la tunica del mortífago y pasó zumbando hasta mi mano, la cual me lastimó, ya que sentí un punzante dolor. Pero no podía pensar en ello ahora.
   —Prepárate —susurró la voz del padre de Harry—. Prepárate para correr...ahora...
   Volteé hacia Harry y nuestras miradas se cruzaron. Ambos asentimos. No tuvimos que hablar para entender lo que queríamos decirnos.
   —¡YA! —gritó Harry.
   Antes de que siquiera el mortifago se diera cuenta de que tomé mi varita, conjuré:
   —¡Depulso! —grité, apuntando directamente al suelo frente a los mortífagos. Salieron disparados hacia atrás. Solo quedaba el que me tenía sujetada. Pero con otro rápido depulso salió volando por los aires, soltándome inmediatamente.
   Corrí como nunca lo había hecho antes. El corazón me palpitaba a toda velocidad. Las piernas me dolían. Mi mano ardía y sangraba.
   Fui la primera en llegar hasta Cedric. Harry estaba casi llegando a un lado mío, por lo que cuando estuvo más cerca, elevé mi mano hacia él. Ya con las manos entrelazadas, con mi mano libre y ensangrentada, conjuré de nuevo:
   —¡Accio!
   La Copa voló por el aire hasta mí. La tomé por un asa.
   Se oyó el grito furioso de Voldemort en el instante en que sentía una sacudida. El traslador había funcionado. Nos estábamos alejando de allí a toda velocidad en medio de un torbellino de viento y colores. Harry y yo estábamos sujetados, y Cedric iba a nuestro lado. Estábamos regresando...

Una Potter Disfrazada de Weasley Donde viven las historias. Descúbrelo ahora