Una Potter Disfrazada de Weasley

Capítulo 14: Bienvenidos a Hogwarts

   Cuando regresamos a casa mamá se puso como loca, ya que estaba intentando saber que fue lo que sucedió durante los mundiales. El Profeta había hecho un apartado para que todos supieran lo que pasó durante los mundiales. Toda la gente se volvió loca preguntándose cualquier cosa sobre los seguidores de Voldemort y porqué se encontraban ahí en aquel momento.

   Ginny y yo fuimos a nuestra habitación, mientras que Ron y sus amigos fueron a la suya. Cuando cruce la puerta Ginny se apresuró a cerrarla de un portazo.
   —¡Gin! —me sobresalte—. ¿Qué sucede?
   —Necesito que me cuentes lo que sucedió con Harry.
   —Bien, pero no tenías que cerrar así la puerta.
   —Lo siento.
   —Da igual —dije, me dirigí a mi cama y me senté en ella, pronto Ginny se sentó junto a mi.
   Durante unos minutos me pase explicándole a Ginny todo lo sucedido. Cuando termine ella quedó callada.
   —¿Entonces robaste tu collar a mamá? —preguntó
   —No exac- —empece, pero la puerta se abrió, era mamá.
   —Repasen su equipaje, no quiero se que olviden de nada —dijo, cerró la puerta y fue con dirección al cuarto de Ron.
   —¿Entonces? ¿Lo robaste?
   —Fue idea de los gemelos, ellos querían que les ayudara con el negocio —explique—. Entonces ellos lo robaron, yo solo me quede lo que es mío.
   Ginny y yo nos pusimos a acomodar nuestro equipaje. Cuando ya había casi terminado mamá llego a mi cuarto, pero ahora con una funda porta vestidos oscura y desgastada.
   —¿Y eso? —pregunté—. ¿Desde cuando usas vestidos, Ginny?
   —Yo no uso vestidos.
   —No es para Ginny. Por Merlín, que tiene tú y tu hermano con cosas para Ginny —dijo mamá acercándose a mi—. Es para ti Marlene, venía en la la lista de Hogwarts.
   —Pero yo no usare eso, prefiero ir en pijama a usar un vestido —dije.
   Hermione cruzó la puerta y mi madre la miro.
   —Hermione también tiene uno, ¿verdad que tienes un vestido también, querida? —dijo mi mamá—. Enséñaselo, Hermione.
   Hermione asintió y se dirigió a su baúl, de el saco otro porta vestidos.
   —Ves, Hermione tiene uno también —apuntó mi mamá, dejando el porta vestidos en mi cama.
   —No pienso ponérmelo, tú sabes que odio los vestidos —repetí testarudamente.
   —Bien —contestó mi madre con brusquedad—. Ve en pijama. Y Hermione, por favor, tómale una foto. No me vendrá mal reír un rato viéndola en pijamada junto a sus compañeros.
   Salió del cuarto dando un portazo. Hermione volvió a guardar su vestido en el baúl y se acercó a mi.
   —No debe ser tan malo, ¿puedo hacharle un vistazo?
   —Adelante.
   Ella lo tomó y abrió el cierre, en él estaba un vestido de un gris con unos gruesos tirantes.
   —No es feo, debe de llegar como mínimo a la rodilla —dijo Hermione mostrándomelo—. Se te verá bien.
   Lo cerró y lo colocó en mi baúl.
   No tengo idea de porqué el colegio habría pedido algo como eso, pero si soy sincera, no es feo. No lo usaría, pero no es tan espantoso como pensé.

  
   Cuando desperté por la mañana al día siguiente, había en el ambiente tristeza de fin de vacaciones. Bajamos las escaleras y entramos a la cocina, en donde todos se encontraban desayunando tostadas con mantequilla.
   Al finalizar mamá tuvo que arreglárselas con el teléfono de la oficina de correo del pueblo para pedir tres taxis muggles ordinarios que nos llevarán a Londres.

   En el jardín delantero de la casa se encontraban ya los taxistas cargando los baúles. Pero no parecían muy contentos, supongo que no están acostumbrados a transportar lechuzas nerviosas. Por otro lado no se pusieron más contentos cuando unas cuantas bengalas cayeron del baúl de Fred. Crookshanks, el gato de Hermione, se asustó con las bengalas e intento subirse encima de uno de los taxistas encajándoles sus garras.
   El viaje fue muy incómodo por que estábamos todos apretujados en la parte de atrás con los baúles. Crookshanks tardó un tiempo en calmarse después del susto con las bengalas, y para cuando estuvimos en Londres, Ron, Hermione, Harry y yo estábamos llenos de arañazos.
   Yo ya estaba acostumbrada a pasar por el andén nueve y tres cuartos. Nada más tenía que caminar recto. La única dificultad era que nadie se diera cuenta, y ahora portaba un carrito con un baúl y una lechuza en el.  Todos quedamos en cruzar en grupos, Ron, Hermione, Harry y yo, por ser los que portamos animales, y después los demás.
   Nos movimos un poco y caminamos hacia la pared supuestamente sólida que dividía el andén nueve y diez. Al hacerlos el andén nueve y tres cuartos de materializó frente nuestro.
   El expreso de Hogwarts, la misma máquina de vapor escarlata de siempre. Ahí estaban todos los alumnos de Hogwarts y sus padres, reunidos en el andén despidiéndose. Los cuatros nos apresuramos a entrar al expreso y dejar nuestro equipaje en uno de los compartimentos. Nunca había estado dentro del expreso antes, era bastante grande, más de lo que imaginaba. Bajamos del expreso y regresamos al andén para despedirnos de los demás. Todos nos empezamos a despedir, el silbato sonó y mamá nos empujó hacia las puertas de los vagones.
   —Gracias por todo, señora Weasley —dijo Harry
   —El placer ha sido mío —respondió mamá—. Los invitaría también a pasar la Navidad, pero... bueno, creo que prefieren quedarse en Hogwarts.
   —¡Mamá! —exclamó Ron enfadado—. ¿Qué es lo que saben ustedes y nosotros no?
   —Esta noche se enterarán, espero —contesto con una sonrisa—. Va a ser muy emocionante... Desde luego, estoy muy contenta de que hayan cambiado las normas...
   —¿Qué normas? —preguntaron Harry, Ron, Fred y George al mismo tiempo.
   —Seguro el profesor Dumbledore se los explicará... Ahora, pórtense bien, ¿Eh, Fred? ¿Eh, George?
   El tren pitó muy fuerte y comenzó a moverse.
   —¡Díganos lo que va a ocurrir en Hogwarts! —gritó Fred desde la ventanilla cuando las figuras de mi madre, de Bill y Charlie se empezaron a alejar—. ¿Qué normas van a cambiar?
    Pero mamá solo sonreía y nos decía adiós con la mano. Doblamos una curva y desaparecieron. Oficialmente estaba en camino a Hogwarts por primera vez.