00 ¦ 𝐏𝐑𝐎́𝐋𝐎𝐆𝐔𝐄

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❝ PRÓLOGO ❞

LA SUERTE NO ESTABA DE SU LADO, EMELY LO TENIA CLARO DESDE QUE TENIA MEMORIA, desde pequeña era un imán a los problemas, alguien propenso a los accidentes causados por ella misma u otros.

No esperaba que su mala suerte empeorará aún más. Lo primero que hizo al abrir sus ojos fue ver un techo blanco, eso le extraño ya que usualmente despertaba viendo las láminas de zinc las cuales eran el techo de su hogar, nada que ver con el que miraba ahora, frunció su ceño sintiéndose extrañada y diferente, ¿Acaso sentía su cuerpo más pequeño? Que extraño.

Se acomodo en su cama, se extraño al sentir la textura suave de sábanas, raro a ella no le gusta dormir con sabanas en época de verano, se sintió extraña al no sentir el pequeño cuerpo de su hermana menor a su lado como de costumbre.

"¿Acaso Elena se levantó temprano hoy? Que raro si hoy es domingo..." Pensó extrañada, la confusión y curiosidad abatió su cabeza pero lo dejo pasar, era domingo por lo tanto tenía que alistarse para ir a la iglesia como acostumbraba hacer.

Se removió de la cama, su piel se erizó furiosamente al no sentir el frío piso de cerámica sino una alfombra ligeramente aterciopelada, se dejó ir con miedo sobre la cama, ¿Es acaso que está alucinando?

Parpadeó unas cuantas veces intentado estabilizar su vista, aunque algo estúpido considerando su miopía, ¡sorpresa!, Miraba perfectamente bien, cómo si no tuviera algún problema en su vista, esto aumentó más su miedo.

Lentamente recorrió el lugar con desconcierto y miedo, su mirada viajo a cada rincón de dónde se encontraba, una habitación llena de juguetes, y otras cosas más.

Emely tragó saliva pensando lo peor, ¿Le habían secuestrado? ¿Su hermana estaba bien? ¿Dónde estaba? ¿¡Por qué demonios estaba en la habitación de un mocoso con dinero y no en la suya!?

Suspiró tratando de tranquilizarse, inhalo un poco y después expulsó el aire retenido en sus pulmones, no era hora de entrar en pánico.

Se puso de pie tambaleándose un poco al sentirse fuera de si. Dió unos pasos, su cuerpo temblaba, se sentía extraña, bajó su mirada topandose con unos pequeños pies regordetes. Se aterró nuevamente ¡Demonios! ¿¡Desde cuándo era tan blanca!?

Levantó sus manos las cuales temblaban, el terror aumentó más, ¡Dios! Esas no eran sus manos...¡Eran las de un niño pequeño!. Su mirada divisó un espejo cerca de la pared donde se encontraba la puerta siendo cubierto y opacado por uno de los tantos juguetes.

Con desesperación se acercó al espejo tomando los bordes con sus regordetas manos, su rostro palideció y sintió el alma salir de su cuerpo. El espejo reflejaba a un niño pequeño de no más 7 o 6 años, era gordito como un pequeño cerdito, de ojos azules acuosos adornados con largas pestañas rubias, de abundante cabello rubio y mejillas gorditas y rosadas.

Su boca se abrió estupefacta, ¡Dios por qué se miraba cómo un niño gringo! Tocó su rostro con sus manos gorditas sintiendo la suave piel de sus mejillas gorditas, sintió su cuerpo desfallecer. ¡Ésto definitivamente era sueño lúcido! ¡Si! Eso tenía que ser, explicaba el realismo de su alrededor.

Cerro sus ojitos con fuerza y los abrió nuevamente después de minutos, seguía, prosiguió a pellizcarse, todavía seguía ahí y ahora le dolía el brazo, retrocedió unos pasos hasta llegar al borde de la cama donde se dejó caer nuevamente, miro el techo largos minutos sin parpadear.

Quería creer que esto no era más que un sueño, uno demasiado realista para su gusto, largos minutos fueron en los que se sumió en un largo y profundo silencio perdido completamente del techo procesando todo.

¡¿Reencarne en Dudley Dursley!?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora