— ¿Necesitas ayuda? — Sentí una mano en mi hombro, dando un sobresalto. —Lo siento… — Dí la vuelta, siendo una Sana apenada por haber hecho aquello. Hice un gesto de quitarle importancia. —No te preocupes, no estoy acostumbrada al contacto físico… — Dije con algo de pena.— ¿Pasa algo? — Preguntó Mina asomándose desde el borde de la puerta. —Estoy… — Miré a Sana. —Estamos acomodando mis cosas aquí— Señalé con mis manos donde iba todo. — ¿Puedo ayudar? — Preguntó, asintiendo, mirándome ahora Sana, animada a más no poder.
— ¿Cómo es que sabes japonés? — Preguntó la más tímida mientras doblaba una de mis prendas y las ponía en orden. —Me aislé mucho durante mi adolescencia y el anime fué lo que más me ayudó— Respondí, haciendo lo mismo que ella, estando Sana peleando con otra estantería.
— ¡¿Aprendiste así japonés?! — Se sorprendió. —No es como que pueda leer o escribir, aprendí a hablar y escuchar— Expliqué yo.
—Además, para todo lo que he visto, doy un poco de vergüenza por no poder leer o escribir— Pasé a acomodar otra parte abajo.
—Ya es todo un logro eso— Sentí como me miró desde arriba. — ¿Tú habitación es la ordenada y la de Sana la desordenada? — Pregunté un poco bajo para evitar que la más alta nos escuchara.
Asintió. — ¿Entraste a ambas? — Preguntó a mi mismo volumen anterior. —Revisé cuál era mi habitación— Corregí.
— ¿Te gustan los videojuegos? — Subió un poco el volumen, sonando como si estuviéramos hablando normalmente.
Me levanté, poniéndome a su nivel, terminando con mi parte de debajo. —He tenido mis épocas de más y menos— Aclaré. —Pero en definitiva, si— Añadí.
—Podríamos empezar algún anime o jugar algo juntas— Sonrío al decir aquello.
Asentí, con una sonrisa igual. — ¿Podrían ayudarme un momento? — Preguntó Sana, volteando a ver y notando como tenía enredado su cabello con parte de la propia estructura del estante, corriendo ambas a socorrerla.
Luego de quizá diez minutos, finalmente habíamos terminado con lo básico de mi habitación.
—Yo puedo con lo demás, no podría acomodar lo que falta ni aunque quisiera— Dije, teniendo a aquellas dos a mis espaldas. — ¿Pesa demasiado? — Cuestionó Sana. —No, esto es todo lo tengo— Especifiqué, dándome la vuelta y saliendo, teniendo a ambas a mi espalda aún.
— ¿Deberíamos ayudar a Sana o cada una cocinar? — Pregunté una vez llegué a la sala.
Mina miró a Sana, luego a mi, Sana solo nos miró levemente. Nosotras dos empezamos a caminar a la habitación de Sana, arreglandola en tiempo récord, únicamente retrasandonos el tener que preguntarle a la dueña de la habitación si cada prenda de ropa tirada estaba usada o limpia.
—Ahora si deberíamos cocinar— Pese a decirlo Mina, a Sana fué la que le rugió el estómago, ganándose una mirada de ambas y sonriendo de vergüenza.
—Solemos turnarnos, un día cocina y limpia una, la otra el siguiente— Me paró Mina al verme con la iniciativa. —Hoy le toca a Sana, mañana a mi, dendro de dos días a ti— Explicó. —No te pondríamos a hacer todo el primer día— Sana se metió a la cocina, sacando cosas para hacer.
— ¿Hay algo que no te guste o no comas? — Cuestionó al ver que tenía mi mirada en sus cosas. Negué. —Tengo tanta hambre que podría comerme hasta el propio plato que me des— Expliqué, volviendo ella a cocinar.
— ¿Qué edad tienes? — Preguntó Mina una vez ambas nos sentamos en el sofá para descansar. —Pareces muy joven— Me detalló el rostro. —Tengo Dieci… — Paré a rebobinar bien mi edad. —Veintiuno— Dije una vez lo recordé. — ¿No sueles recordar tu edad? — Cuestionó riendo por aquello.
—Es complicado… — Sonreí, aunque con vergüenza. — ¿Tú que edad tienes? — Cuestioné. — ¿la misma que yo? — Añadí a la pregunta, negando ella.
—Tanto Sana como yo tenemos la misma edad, veintiseis— Respondió, sorprendiendome por aparentar incluso menos que yo dependiendo el ángulo.
—A tú edad ambas estábamos terminando la universidad en Japón, nos mudamos a Corea por el trabajo— Explicó, dándome un mínimo de contexto. —Somos amigas desde el comienzo de la universidad— Añadió.
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Quimera - Mina & Tú.
FanfictionUna mente, dos cuerpos. Dos mentes, un ente. Pese a ser una maravilla andante, a simple vista era alguien más, cargando con mil y un problemas. Pese a ser una persona común y corriente, lo más bello se esconde en los detalles de la simplicidad.