LA BESTIA INTERIOR

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Al llegar a los doce años cumplí mi primer deseo de tantos. Mis orígenes se dieron a conocer manifestándose de manera sorprendente, mi estatura dio un importante salto al igual que mis facciones y demás atributos. El mundo se abría para mi con nuevas formas y matices, entonces Alexandra debió ceder un poco el protagonismo y Jonn se hizo cargo de mi. Mis cambios hormonales traían consigo toda una gama de reacciones que iban desde las más inocentes a las más feroces y desproporcionadas. Y necesitaba una mano firme que me mantuviera en el rumbo. En nuestra gente esta etapa se conoce como "la Unción" en donde comienzan a manifestarse todas nuestras características ancestrales, lo apropiado hubiera sido que mi padre estuviera aquí para guiarme en estos momentos. En los que era más bestia que humana, pasaba largas horas encerrada, por recomendación de Jonn dejé la escuela un tiempo. Hizo falta de mucha voluntad de mi parte para controlarlo y hasta hoy día creo que aún no lo he conseguido del todo.

Pero fue cediendo. Una vez que mi organismo asimiló los cambios digamos que fue sencillo el resto. Mis sentidos se abrieron, y pude por primera vez reconocer su olor de todos los demás que había en la casa. Después de tanto tiempo su esencia perduraba, suave pero presente. Mezclada con ese resabio entre dulzón y metálico de la sangre. Al igual que Papa Oso. Solo Alex olía como los demás, incluyendo a mis compañeros de clase maestros y los otros humanos.

Una tarde después de la clase de educación física se me acercó un muchacho. Me sonrió y su actitud me hizo recordar al hombre que estaba en el restorán del hotel en Rumania. No era más alto que yo.

-Hola, me llamo Hans. Te vi en la pista hoy, eres muy buena.

-Gracias.-me dediqué a recoger mis cosas. No deseaba esta conversación -

-Como te llamas.

-Que nombre más bonito.

-Hans, me presentas a tu amiga?

Su nombre era Ditta recuerdo. Iba en mi salón y al parecer Hans era su interés romántico, pude sentir como sus celos se desplegaron frente a mi como las alas de un cuervo. Venía a reclamar lo que era suyo.

-Claro. Ditta ella es Kara.

-Hola Kara.

-Hola.

El problema fue que Hans se convirtió en mi compañero en atletismo y secretamente esperaba algo más de mi. Algo que no podía darle porque sencillamente no lo tenía. Me visitaba en la casa, siempre bajo la mirada de Papa Oso y me invitaba a salir. Al cine. A pasear. A tomar algo. Era muy atento y amable conmigo y Alexandra estaba encantada de que tuviera amigos. No estaba muy de acuerdo con que mi vida girarse en torno a Lena. Sostenía que era demasiado joven para cultivar esa clase de aficiones.

Como la mayoría de los desastres este se presentó sin avisar.

Lena me había prometido que vendría para mi cumpleaños, y estaba más que feliz. Sin embargo cuestiones de última hora dijeron lo contrario y eso no se pudo llevar a cabo. Había esperado cuatro años para volver a verla, no comprendía y me irritaba de sobremanera que tuviera tantas limitaciones para venir. Tal vez Alexandra tenía razón al decir que mi vida giraba en torno a ella pero que podía hacer? Si era la único que me daba algo de paz. Solo durmiendo a su lado los demonios de esa noche parecían replegarse a los más oscuros rincones de mi mente. A su lado me sentía viva.

Completa.

Sensaciones y sentimientos imposibles de comprender para una adolescente de doce años que todavía no se conocía a si misma. Hans debió saber que su interés en mi llamaría la atención de su novia, un tipo de atención que no necesitaba.

Así, como Ditta debió saber que no fue buena idea intentar hacerme daño. Que no era como las demás niñas...pasaron años antes de que recuperara el movimiento de sus piernas.

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