Parte 31 Solo

86 11 2
                                    

¡No! ¡Por favor no me hagan esto! ¡Por favor déjenme ir! ¡Se que lo soy! ¡Se que soy un demonio, pero por favor! .... solo déjenme llevar esta comida a mi casa, por favor.

Despertó agitado, sentía su pecho subir y bajar, todo era tan confuso.

La visión doble y borrosa, el dolor en la parte trasera de su cabeza, la sensibilidad a la luz, lamentablemente, el ya estaba familiarizado con estos síntomas.

Las cadenas adornaban sus manos y piernas, el agua de mar le llegaba a la cintura, hacia tanto frío, ya no le quedaban ganas ni de temblar, desde que adquirió su fruta, nunca había vuelto a sentir frío, no como ahora.

Seguro nadie vendría por él, no quería morir en esta asquerosa celda, ni siquiera era la primera vez que caía en un lugar como este.

Era tan estúpido como le decían, no servía de nada en el barco, simplemente debían conseguir sogas, NO SEPARASE DE HARUTA, esa era toda la tarea.

Todos se lo advirtieron.

Este era su castigo por desobedecer.

Ace espero su muerte, sintiendo la marea subir, la sangre de sus tobillos empezaba a llamar a pequeños animales, pronto sería su comida.

Si solo fuera como Marco, nunca podrían olvidarlo, lo buscarían en el segundo que no lo tuvieran a la vista, un comandante apto, un verdadero hijo.

******************

[...]

******************

La enfermería del submarino yacía en un silencio inquietante, solo roto por el suave y constante zumbido de las máquinas que trataban de mantener con vida al chico.

La tenue luz fluorescente que se filtraba desde el techo pintaba el espacio en tonos fríos de azul y verde, acentuando la sensación de aislamiento y claustrofobia. El olor a metal y desinfectante flotaba en el aire, creando una atmósfera asfixiante que parecía haberse incrustado en las paredes.

Un fuerte resoplido lo abandono, Marco estaba arto de todo esto.

Impotencia, frustración, miedo, tristeza.

Ace había despertado hace una semana, una semana desde que esos hermosos ojos grises lo vieron con terror, al decir el apodo que había elegido cuando lo encontró llenando sus regordetes cachetes en el almacén.

-Ratoncito- El pulso de Ace se elevo un poco ante esas palabras, los monitores a su alrededor trazaban gráficos irregulares que reflejaban la angustia que se desataba en el interior de su pequeña luciérnaga.

Suspiro frustrado, acaricio un poco más su mano y se dispuso a ir por algo de café, como todas las noches en ese legar.

El sonido del agua que se movía lentamente alrededor del casco añadía un toque ominoso a la escena, recordando al hombre que estaba atrapado en las profundidades del océano.

Despertó en un estado de confusión, como si emergiera de las profundidades de un abismo oscuro y sin fin ¿De nuevo la droga? Debería de prestar más atención a las cosas que come

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Despertó en un estado de confusión, como si emergiera de las profundidades de un abismo oscuro y sin fin ¿De nuevo la droga? Debería de prestar más atención a las cosas que come.

Todo se sentía como la mierda, pero al mismo tiempo no sentía nada.

"Eres una maldita perra"

No.

"Me avergüenzo de haberte llamado hermano"

NO

"¿Alguna vez me consideraste un amigo?"

NO, NO, NO, NO

Los recuerdos se agolpaban en su mente, atrapado en su camilla, sumido en un abismo de recuerdos traumáticos que amenazaban con ahogarlo, algo... algo se sentía diferente, pero tenia demasiado miedo como para detenerse a averiguarlo.

Sus ojos, vidriosos y confusos, se abrieron lentamente mientras una oleada de terror se apoderaba de su cuerpo. Sus manos intentaron moverse, pero las correas le recordaron de inmediato su impotencia. 

El olor a metal y desinfectante flotaba en el aire, creando una atmósfera asfixiante. Gruñidos ahogados escaparon de su garganta, como si tratara de encontrar una voz que se le había arrebatado hacía mucho tiempo.

Cada latido de su corazón resonaba como un tambor ensordecedor,  trató de enfocar la tenue luz que se filtraba a través de sus párpados, pero todo lo que vio fue un resplandor difuso y distorsionado.

Ace intentaba soltarse, huir, acababa de recordar su situación, cadenas de kairoseki, intento levantar la cadera, si lograba azotarla con suficiente fuerza, talvez podía liberarse, pero no podía, su cuerpo estaba atado por el medio, una gruesa correa de cuero lo sujetaba.

Si solo pudiera usar su fuego.

Sus ojos pasearon por toda la habitación, tratando de encontrar algo, se tenia que liberar ahora, antes de que llegaran de nuevo, ya no quería hacerlo, estaba tan cansado.

Los latidos de su corazón resonaban en sus oídos, una melodía irregular y frenética que parecía marcar el compás de su agonía. Cada inhalación era un esfuerzo, como si el aire mismo se resistiera a llenar sus pulmones. Sus músculos doloridos protestaban contra las ataduras, pero no había escapatoria

Entonces lo vio, su uniforme blanco se asemejaba a un fantasma en medio de aquel escenario de pesadilla.

Oh no, no, no, él no por favor, no.

¿Alguien se había olvidado de ponerle el costal o ya ni siquiera era tan importante?

Intentaba gritar, no quería verlo a él, a él no, no podía parar de llorar y suplicar a todos los dioses que le arrancaran la vista, que borraran su memoria, que fuese cualquiera menos él.

La enfermería, un rincón de opresión en medio de la inmensidad del mar, era testigo del renacimiento de su pesadilla, una vez más.

Razones para vivir ~ ASLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora