Parte 20 Monstruo

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Pom, Pom, Pom, su corazón golpeaba tan fuerte como un tambor, ninguno de sus músculos respondía, sentía que no podía respirar, miro atentamente a la figura que se cernía serena en la obscuridad.

Su abrigo azul obscuro ondeaba mientras la luna era su única fuente de luz.

¿Qué era eso?

¿Acaso esa pesadilla era real?

Sus hijos se veían conmocionados, nadie parecía dispuesto a moverse, ni siquiera respirar, la presión de observar a ese hombre, era real, fue el pensamiento que recorrido a todos.

No parecía mirarlos, al menos no pareció tomarles importancia, la guerra estaba en pausa, pac-tlak-pac, el sonido de su bastón fue todo lo que se podía escuchar, ni siquiera Sengoku se atrevió a moverse, aquel hombre transmitía un aura imponente, bestial.

Dio un par de vueltas sobre su mano con aquel bastón de hierro, para después colocarlo sobre sus hombros, el sombrero de copa, característico de la leyenda, cubría su rostro, ensombreciendo sus ojos, su rostro era neutral, sin emociones reales.

¿Cuando descendió de aquel tejado? nadie lo sabía, ninguno podía moverse, pero ese monstruo parecía estar en un campo de flores, seguro de que nadie ahí podía atacarlo.

No usaba haki, pero muchos, con su sola presencia, caían.

Ese hombre camino sereno hasta el centro del campo de batalla, sus ojos parecían estudiar el alma de cada uno de los presentes. Saber todos sus pecados.

No necesitaba actuar exagerado, ni siquiera insultar a nadie, todos sabían que eran inferiores a él, sin mediar palabra dejo caer la punta de su bastón, extendiendo un aura negra, no era un demonio, era el diablo, la propia obscuridad encarnada.

La marca que quedo en aquel suelo fue testigo de su presencia, cuando se dieron cuenta, ya era demasiado tarde.

El silbido

Se conocía como el aliento de la muerte, se decía que mientras el silbaba las sombras cantaban, una canción de cuna especial, una muerte segura.

Donde estaba él, estaba la muerte.

Donde esta el diablo, esta su marca.

La desesperación era la entrada al infierno de donde él era el rey.

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Jadeo al abrir los ojos, una capa fina de sudor frío cubría su cuerpo, conocido como el hombre más fuerte del mundo, Barbablanca se encontraba asustado, ¿que quería ese hombre aquí?, no debían nada o al menos eso creía.

Había visto y escuchado de viva voz esa canción de cuna, recuerda como las propias sombras de aquellos desafortunados comenzaron a entonarla, aquel rubio ya no silbaba, pero parecía que el mismo viento seguía su canto.

Recuerda como una especie de limo negro empezó a escurrir de los ojos, boca y oídos de aquellos desafortunados, como la sonrisa de aquel ser se hizo presente y como apareció del fuego en su mano una pluma y una lista.

Aquel hombre tachando los nombres con la misma sangre de sus victimas, fue un espectáculo. 

Uno que no quería percibir en su barco, no con sus hijos ni sus más nuevos tripulantes, se armo de valor, en su cabeza aparecían los cuerpos que ese hombre dejo como firma en una de las islas que visito, aquella mansión impenetrable paso a ser su lienzo, y aquel hombre no dudo en pintarlo.

Con cada paso sus huesos temblaban, con cada paso que daba, sentía más el frío aliento de la muerte, él estaba aquí.

Razones para vivir ~ ASLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora