❈•≪26. Confesiones de medianoche y situaciones agridulces≫•❈

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«Soy un desastre»

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«Soy un desastre».

Hao resopló por quién sabe qué vez y sin importarle que JiHee estuviera a tres pasos de él, sacudiendo su fiel vara y pronunciando amenazas, seguramente vacías. Mandó su práctica al demonio.

Sus dedos estaban descoordinados, presionaban las teclas que querían y se enredaban en sí mismos. Y aunque sonara ilógico, no lo era. Asimismo, su mente estaba en blanco. Todas las notas que había aprendido y las escalas memorizadas se habían ido al infierno. Estaban tan ocultas en algún lado que, mientras más luchaba por encontrarlas, más lejos se iban.

Desordenando sus hebras con frustración, aporreó las teclas y segundos después, se desplomó sobre ellas. Cruzando sus brazos y ocultando su rostro entre ellos, importándole poco que la postura fuera incómoda como la mierda.

—¿Qué lo tiene tan distraído, príncipe?— cuestionó la mujer, su tono oyéndose exasperado—. Es la cuarta vez que se detiene en menos de una hora.

—Nada.

—No creo que sea nada como para tratar de esa forma su instrumento.

«Mi pobre piano», pensó en un lamento quedo. Abultando sus labios. «Todo es culpa de HanBin», fue el pensamiento que acompañó al anterior, su rostro calentándose y sus puños apretándose. Apenas habían pasado tres días y su mente seguía atascada en el mismo recuerdo.

Y no es que estuviera molesto, simplemente estaba harto.

Había sido besado, bien. Él podía con eso. Estaba encantado siendo sincero, es más de lo que había aspirado a conseguir. Pero que el bastardo osara en querer meterle la lengua, tan de repente... Maldición, su rostro ardió con sólo recordarlo. Había sido inesperado, todo el gesto en sí, pero su descarado atrevimiento lo había sido más.

Y aunque le gustó, él ni siquiera tenía idea de qué HanBin tuviera esa clase de sentimientos por él. Fueran los que fueran.

«¿Desde cuándo?», masculló para sí mismo. Pronunciando apenas un quejido.

—Príncipe, sus padres no me pagan para verlo lamentarse.

Enderezándose, el aludido miró hacia la mujer—. Puedes optar por no verme.

—El lenguaje.— musitó la pelinegra, dándole una mirada de advertencia que él ignoró—. Ahora, tome buena postura e iniciemos de cero. No necesitamos seguir perdiendo más tiempo.

Y Hao se encontraba dispuesto a obedecer, tampoco gustaba de poner de los nervios a la mujer. Al contrario. Además, quien terminaría saliendo mal parado sería él y alguna parte de su cuerpo.

Pero al parecer, el universo y el cosmos estaban de su parte, porque la puerta de su estudio fue tocada. Una señal de que por hoy, estaría bien no interpretar nada. Y que podía dejar descansar sus hebras, bastante había tironeado de ellas. Y pensando que sería su padre, pronunció un alegre «adelante».

Real Engagement  « HaoBin » Donde viven las historias. Descúbrelo ahora