❈•≪12. Ocho años ≫•❈

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—No sabía que su voz fuera así de agradable, príncipe

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—No sabía que su voz fuera así de agradable, príncipe.

«Mierda, mierda, mierda». El aludido se llevó una mano a su pecho y sintió como su joven corazón se detenía por unos pocos segundos. Resopló y cuando su agitación pasó, se apresuró en levantar su rostro del suelo y clavar sus ojos en quien le hubiera interrumpido de aquella forma inapropiada y ciertamente descortés.

Y si pensaba hacer saber de su descontento, tardó. Su boca se mantuvo abierta por mucho tiempo, dando una imagen cómica y tal vez exagerada de su repentino asombro. El hombre de pie ante él, sonrió más grande y sus ojos café brillaron burlescos.

—Es extraño encontrarlo por aquí y en el suelo. Teniendo allí un banco el cual ocupar.

Matthew sintió sus mejillas calentarse y desvió su mirada hacia el banco de piedra que había a su espalda. A siete pasos de distancia para ser más específicos. Y al darse cuenta de que aún seguía sentado sobre la hierba de su patio, se apresuró en levantarse.

—El césped suele serme más cómodo.

Explicó sin tener que hacerlo y el pelinegro asintió con lo que parecía ser comprensión.

—Espero no sonar grosero pero, ¿qué hace por aquí?

—Verificando los alrededores.— respondió con simpleza.

Matthew ladeó su rostro con evidente confusión—. ¿Comenzarás a trabajar aquí?

Y su pregunta debió ser estúpida o realmente divertida porque el pelinegro no hizo intento alguno de contener su risa. Sus ojos se entrecerraron con la acción y segundos después, el hombre cubrió su boca con su mano izquierda. Empleando su diestra para negar su inocente pregunta.

—Lo siento.— murmuró cuando pareció serenarse lo suficiente como para hablar—. El heredero de Seúl se encuentra hablando con su padre y no es que dudemos de su seguridad o de su personal, pero es nuestro trabajo revisar.

Matthew abrió su boca y pronunció un avergonzado y alargado «ah».

—¿Entonces no trabajarás para nosotros?

—No, estoy cómodo con mi actual jefe.

El rubio asintió varias veces y en su mente agradeció que el tipo le hubiera seguido hilo. Cuando se encontraba avergonzado tendía a bromear y decir disparates que pretendían ser chistosos pero no los eran. Era su forma de lidiar con su propia incomodidad. Aunque pocas veces fuera un método efectivo y la veces restantes sólo arraigara dicho sentimiento.

Él lo sabía pero aún así lo seguía haciendo. Una costumbre que debía eliminar, a su padre no le gustaba y éste insistía en que su uso aludía a personas torpes y de bajo intelecto. Discutible desde su joven perspectiva, puesto a que estaba seguro de no poseer un intelecto bajo.

Real Engagement  « HaoBin » Donde viven las historias. Descúbrelo ahora