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Hao tenía modales destacables, ignorando su título real

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Hao tenía modales destacables, ignorando su título real. Él naturalmente era un chico cordial y educado, amable y algo risueño.Más no pertecto.

El joven príncipe tenía muchas faltas a pulir, su impulsividad por ejemplo, su pequeño mal genio, su a veces indomable terqueza y la tal vez peor de todas: su obstinada insistencia.

Cada desperfecto suyo brillaba como si fuesen faros cuando se encontraba junto al, implacablemente correcto y fríamente cordial; Sung HanBin.

El príncipe que había elegido para contraer matrimonio a la dulce y tonta edad de doce años. El príncipe inexpresivo que ponía sus nervios de punta, y no por su atractivo precisamente.

El príncipe que parecía odiarle.

A pesar de su elogiable intelecto, Zhang no comprendía porqué, aquel príncipe y futuro líder de la vasta y agobiante Seúl, era excesivamente frío e impersonal con él. Lo había analizado hasta al cansancio y a pesar de considerarse bueno en ello, las respuestas no surgían. Simplemente no existían.

Los Sung y todo su linaje, eran realmente antiguos en la realeza, llevaban años en ella que nadie recordaba el primer monarca de Seúl. Su nombre o decretos. Como si nunca hubiera existido y gobernado tan amplio país. Lo cual era trágico y vergonzoso, como impresionante.

Y la familia del joven príncipe era antigua también, llevaban reinando Incheon por tal vez 40 o 60 años. Ese no era el problema.

Incluso sus familias tenían un trato tan cordial y amistoso, que tampoco podía ser ese el problema de porqué no le agradaba a su futuro esposo.

Y su largo análisis siempre resultaba de la misma forma; infructuoso y desalentador. Y con una sola conclusión; él. Quizá el problema era él.

Vamos, había/visto al futuro monarca cuando tan sólo tenía doce años y fueron a visitar a su madre puesto a que, realmente se llevaba bien con la suya. Y Hao había sido encandilado por el adolescente de rasgos maduros y filosos.

Tanto así, que no había dudado ni un segundo en, seriamente dirigirse a la reina, con su voz chillona e infantil. Pidiéndole a la serena e inalcanzable mujer que por favor, considerara comprometerlos en un futuro. Señalando lo beneficioso que sería para Seúl e Incheon formar ese tipo de lazos. Además, sus familias gozaban de una buena relación.

No habrían pérdidas de ningún tipo. Se lo viera por donde se lo viera, su unión era casi ideal.

Las mujeres se asombraron con tan buenos modales que el infante mostró. Sin dudas, estaba siendo bien instruido y su majestad, consideró su petición. De manera seria y honesta.

Dos años después y al cumplir catorce, volvió a tan gigantesca mansión. Su majestad había solicitado por su presencia una mañana de otoño y al llegar, el estómago del puberto se hundió. Nervioso y emocionado. El príncipe de recién cumplidos veinte años, yacía junto a su pulcra madre.
Serio, analítico y recto. Para sus jóvenes ojos parecía brillar.

Cuando la reiha explicó cuán serio había pensado en su petición esos dos años, el puberto se tornó ansioso y escuchó todo con desespero.

Ciertamente inapropiado teniendo en cuenta su título, pero el viaje y la intriga de porqué había sido llamado, se manifestaron junto con las palpables ansias de oír si obtendría una aprobación o no.

Y cuando la reina exclamó que, de todos los príncipes y princesas a considerar, el más adecuado en muchos sentidos era él. Hao tuvo que contener su burbujeante emoción para realizar una profunda venia en agradecimiento.

Y el único hijo de los Zhang, no creía en los cuentos ni en las hadas, no era tan inocente ni mucho menos crédulo. Aún así y lentamente, su inocente ilusión con respecto a una convivencia amena y tal vez, amorosa con su prometido. Se marchitó. Como fuego lento, se apagó.
Las pocas veces que él y el único hijo de los reves de Seúl se veían para conocerse, crear lazos y una estrecha relación. Zhang era tratado de manera fría, ignorado la mayoría de veces y pisoteado las otras restantes.

Y Hao era terco, quería saber porqué de esa arisca actitud por parte de su prometido, pero cuanto más intentaba, más lejos era bateado.

Consciente o no, muy seguramente sí. El futuro monarca estaba sembrando una mala cosecha en el corazón de su joven prometido.

Confusiones, inseguridades y angustias como, tal vez, la cereza del pastel; resentimientos.

Y una relación que mal empezaba, mal terminaba.

















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Gracias a Reaven_UwU por dejarme adaptar esta historia, es una de mis favoritas y ¡espero que más personas puedan disfrutar esta historia! 🩷🩷

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