[Capítulo 14]

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— ¡Basta! — miré a Hart que se había puesto de pie al igual que yo — Que no todos tengan la mierda de dinero que tienen ustedes dos no tiene nada de malo. Al contrario, de seguro que es un hombre de palabras y un buen padre. No como ustedes que solo critican y juzgan sin saber nada. No como ustedes que no son ni la mitad de padres que él, crío a una excelente estudiante y buena persona, cosa que ustedes no supieron hacer conmigo ni con Valentina.

El señor Hart se levantó del asiento con violencia quedando pegado a las narices de su hijo

— Cuida tus palabras chiquillo, no nombres a Valentina. — señaló a Dareen con un dedo — Era mucho mejor que tú, tú solo nos has dado dolores de cabeza, solo has sabido portarte como un puto crío mal criado. Tu madre y yo debimos ponerte una educación más dura. Te dejamos muy blandengue para el nivel de esta familia.

— No debí haber venido a esta maldita cena. No debí hacerte un puto caso, siempre es lo mismo con ambos. — miró a sus padres montado en cólera.

Dareen me tomó de la mano enlazando nuestros dedos y tiró de mi brazo arrastrándome con él fuera de la casa. Me soltó entrando al auto y dando un fuerte portazo. Encendió el auto y aceleró el motor haciéndolo sonar, corrí y entré antes de que me dejara, puso el coche en marcha a demasiada velocidad haciéndome exaltar.

Me tensé en el asiento y rápido me coloqué el cinturón de seguridad. Miró mis movimientos y redujo poco a poco la velocidad.

— ¡Maldita sea! — di un respingo con el golpe que le dio al volante haciendo sonar el claxon.

Giró el volante y lo detuvo bajo la sombra de uno de los árboles del camino. Su respiración se torna violenta y acelerada. Empezó a darle puñetazos al volante haciendo que su mano se pusiera roja.

— ¡Dareen! Detente — intenté detenerlo pero salió del auto alejándose.

Corrí detrás de él y me paré justo a su lado. Sus hombros subían bajaban, sus puños ensangrentados los estrellaba, esta vez, contra el tronco del árbol.

— Mierda, mierda, mierda. — golpeaba una y otra vez el tronco hasta que se detuvo soltando un grito de rabia.

Se volteó hacia mi que me había quedado petrificada viendo la rudeza de sus puñetazos. Miré sus ojos y estaban inyectados en sangre, los tenía cristalizados por las gruesas lágrimas que enseguida cayeron por su mejilla.

— Dareen — susurré acercándome a él y tomando su hermoso rostro en mis manos. — Calma, estoy aquí. Tranquilo.

Me tomó del cuello y estrelló nuestras bocas en un movimiento violento haciendo que sus dientes chocarán con los míos. Tiraba de mis labios con enojo, se estaba desquitando conmigo. Bajó una mano a mi trasero y apretó mis nalgas con una mano, adentró su lengua abriendo más mis labios y la unió a la mía. Me tomó por el pelo tirando hacia atrás y se separó de mí, sus ojos seguían llorosos y con las pupilas dilatadas, sus labios estaban rojos por el beso y su pecho ahora respiraba más acelerado por el deseo.

— Lo siento — susurró recostando su frente a la mía — Lo siento, sabía que algo así podría pasar y aún así te traje. Lo siento, princesita. Esto es mi culpa.

Volví a besarlo, él no tenía culpa de que sus padres fueran unos ególatras mal educados y engreídos. Negué con la cabeza mirando sus hermosos ojos grises.

— Tú no tienes culpa, no lo sientas Dareen.

Miró mi rostro unos segundos y luego besó mis labios con suavidad. Sus labios se movieron con cariño y cuidado, sin quitar lo posesivo de sus movimientos.

— Vamos.

Entramos al auto y ésta vez lo note más relajado cuando le puse una mano sobre su muslo. Iba distraído y con una mano puesta sobre la ventanilla mientras conducía. Sonaba música de fondo y yo solo podía ver como el cálido aire del día movía sus mechones oscuros hacia todos lados.

Me llevó de vuelta a su departamento y no vi a Mara ni Fabián por ningún lado, entró a su dormitorio y fue directo al baño. Tiró de mi mano con él y cerró la puerta tras de nosotros. Besó mis labios y sacó mi ropa del cuerpo. Le ayudé a quitarse el pulover mientras lo iba besando y acariciando, nos metimos bajo la ducha y con ayuda de una esponja y el gel, empecé a regar espuma por todo su torso definido. Sus ojos grises corrían por mi cuerpo desnudo con una brillo lascivo.

— Mi turno — me volteó empezando a limpiar mi espalda. Lavó mi pelo como todo un profesional y luego nos enjuagó.

Me ayudó con la toalla y volvimos a su cuarto, me puse un pulover de los suyos y unos boxer. Salió del clóset con unos pantalones de pijama y se lanzó a mi lado en la cama.

Me arrastró hasta su lado y pegó mi espalda a su pecho apretándome contra él. Hundió su rostro en mi cuello y aspiró mi aroma mientras con su mano derecha dejaba caricias lentas por mi brazo.

— No me habías dicho que tu madre había muerto.

Abrí los ojos mirando un punto equis de la habitación. Hablar de mi madre nunca me ha sido fácil, me duele recordar que hace solo tres años había perdido a una de mis personas favoritas y queridas. Mi madre era una mujer ejemplar, me enseñó que no todo puede tenerse en la vida y que cuando las cosas se ponen feas hay que esperar porque después todo es hermoso. Me ayudaba en los proyectos escolares, me decía que iba a ser la estrella que más brillara en el mundo, me apoyaba cuando estaba triste y dormía conmigo cuando tenía alguna pesadilla.

Siempre fue mi pilar, cuando me vi sin ella mis días se volvieron oscuros. Seguir adelante sin ella costó mucho trabajo y lágrimas. Anabel tuvo que ir al psicólogo porque no asimilaba la idea de que mamá no estuviera. Tenía que cuidarla y asistir a todas sus consultas mientras papá estaba en el trabajo, no nos podía acompañar porque si no perdía el trabajo y sin mamá íbamos a estar peor.

Papá fue otro que la pasó horrible. Los primeros días se le veía llorando por los rincones, se creía que nadie lo veía pero yo lo hacía. Lo veía abrasarse a los retratos donde ella aparecía y siempre tenía ojeras bajo sus ojos. Estoy en la universidad, cumpliendo su sueño. Ella quería que estudiara y me graduara, quería verme triunfar y darme su apoyo.

Siento como el pulgar de Hart se desliza por mi piel secando una lágrima. Estaba con el encima de mí mirándome con seriedad.

— No yo... aún me cuesta hablar de ella. — asintió y dejó un pequeño beso sobre mi nariz.

— Entiendo, ahora vamos a dormir. Ya suficientes lágrimas tuvimos hoy. — se acomodó a mi espalda y me abrazó por el abdomen acariciando mi estómago.

Cerré los ojos y la sonrisa dulce y angelical de mi madre llegó a mí. Sonreí recordándola y con su recuerdo quedé dormida entre los brazos de Hart.

Antes que me vaya (I) [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora