[Capítulo 29]

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— ¿Quieres que te lleve alguna parte parte?

Levanté los ojos hacia su rostro, tenía la mirada preocupada y su ceño un poco fruncido.

Habíamos estado caminando en silencio desde hacía una hora. Lo cierto es que no quería ir a ningún lado en específico. No quería volver al piso porque allí seguro estaría Dareen y verlo a él era lo último que se me apetecía. No podía volver a la residencia porque ya no vivía ahí desde hacía unos meses.

Me sentía vacía por dentro, como si con una especie de varita o hechizo me hubieran arrancado cada emoción y sentimiento de adentro.

— No, solo quiero caminar.

La garganta, me pesaba separar mis labios y articular palabra alguna. Me dolía hasta respirar y llenar los pulmones de aire.

¿Qué me había creído? ¿Que el karma no iba a volverme lo que había hecho antes? Ingenua, siempre tan ingenua.

— Bueno entonces, conozco un lugar al que podemos ir — lo miré sin ánimos de nada y seguramente con la cara horrible —. Un bar por aquí cerca, es tranquilo y conozco al dueño.

No sé porqué pero me sonó genial. Quería ahogarme en alcohol y olvidarme de la imagen que resonaba y se mantenía vigente en mi memoria: sus labios, mis labios favoritos posados sobre los de ella.

Caminamos un tramo no tan largo y llegamos a un bar a las afueras del campus. Las luces de neón color naranja iluminaban un cartel con el nombre del local encima de la puerta de entrada. Pasamos dentro y sí, no era un relajo. Habían parejas y amigos tomando sentados en mesas esparcidas estratégicamente, para que hubiera espacio para caminar y tres barras ubicadas en cada extremo.

Matías hizo un gesto con una mano al aire y un tipo alto, musculoso y lleno de tatuajes se nos acercó sonriente. Casi me había cagado de miedo si no fuera porque con esa sonrisa se le iba todo lo de matón.

— La zanahoria se digna a venir — se acerca al cobrizo y se dan un saludo todo rudo apretándose una mano y luego un abrazo con dos palmadas fuertes en la espalda —. ¿A quién le debo las gracias por traerte?

El hombre fijó su mirada oscura en mí y me regaló una sonrisa amable que no pegaba en nada con su aspecto de gánster.

— Hugo, ella es Camila. — me presentó y el tal Hugo me tomó la mano y dejó un beso en el dorso de mis nudillos.

— Un placer, preciosa.

«Preciosa» tragué grueso cuando resonó en mi cabeza esa palabra. Tantas veces que me lo había dicho él. ¡Basta!

— Hola.

— Bueno, por suerte llegaron antes de que esto se llene, así que les dejo una mesa para ustedes. — nos guió hasta una mesa apartada de todos pero que nos dejaba una vista perfecta de todo el local. Detrás habían carteles en neón con frases y cuerpos de chicas posando. — ¿Y bien? ¿Qué van a pedir?

— Una botella de tequila, por favor. — ambos hombres abrieron los ojos y en la mirada de Hugo hubo cierto brillo de comprensión ante mi pedido. Parece que en mi cara estaba escrito el cómo me sentía.

— Una botella de tequila... Marchando.

Matías me miraba pero no decía nada, hasta que llegó la botella y empecé a tomar trago tras trago.

— ¿Te puedo preguntar qué sucedió?

Dejé caer el vaso del trago con demasiada fuerza sobre la mesa haciendo resonar. Fijé mis ojos en los suyos y tragué el contenido.

— Tal vez te lo diga más tarde.

Y así, fui perdiendo la noción del tiempo y de la cantidad de tragos que llevaba. Iba por la segunda botella cuando Matías me detuvo las manos e impidió que me llevara el ¿décimo o duodécimo trago? de esa segunda. Bueno, el caso es que me quitó el vasito y lo llevó al otro lado de la mesa para que no lo alcanzara.

Antes que me vaya (I) [Borrador]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora