Capítulo 4★

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El sábado a las ocho en punto, Cellbit Corane entró en Las Casualonas. En aquellos momentos estaba abarrotado, como cada sábado por la noche.

La exótica discoteca aveces y restaurante la mayoría del tiempo, con su bar, deliciosa comida y su pista de baile, era uno de los lugares más populares de la isla.

Miró a su alrededor en busca de Roier. Al no verlo dejó escapar un suspiro de alivio. No entendía por qué se sentía tan tenso.

Dudaba que Roier fuera a presentarse allí. Estaba seguro de que habría recuperado la cordura y de que no pensaba seguir adelante con su plan.

De hecho, no había vuelto a mencionarlo desde que habían
estado en casa de los Benítez. Por su parte, él había llegado a la conclusión de que aquella era la situación más absurda en que se había encontrado en su vida.

Cuando miró su reloj un rato después comprobó que ya eran las ocho y cuarto.

Roier seguía sin aparecer. Se planteó la posibilidad de pedir algo de beber. Apenas había llegado y tenía ganas de beber algo. Acababa de encaminarse a la barra cuando alguien lo llamó.

-¡Cellbit!

Cuando se volvió vio a su nuevo agente Etoiles sentado junto a una esquina de la barra.

Mientras se acercaba, Cellbit notó que había más de una cerveza ante él. Etoiles apenas tenía veintisiete años y podía aguantar, pero cuando contó las botellas se preguntó si seguiría en pie unas horas más tarde.

-Hola, Etoiles. ¿Qué te traes entre manos?

-No mucho, sheriff. Estoy tomando unas cervezas antes de animarme a
asaltar la pista de baile.

-Lo que vas a asaltar es el suelo si sigues bebiendo tanta cerveza.

Etoiles rió.
-El problema es que no sé bailar. Pero cada vez que vengo aquí, algunas
chicas se empeñan en bailar. ¿Por qué será? -frunció el ceño un momento y luego tomó un largo trago de su cerveza-. Así que tengo que... relajarme un poco para poder llevar el ritmo.

Cellbit rió.
-Nunca había pensado en esa solución.

-Mi madre me hizo ir a clases de baile cuando era pequeño, pero nunca
aprendí a bailar. No paro de pisar los pies de mi pareja.

Su tono resultó tan deprimido que Cellbit le palmeó la espalda.

-No te preocupes, muchacho. Ninguno de mis agentes sabe bailar -Cellbit no
sabía aquello con certeza, por supuesto, pero pensó que el comentario haría que Etoiles se sintiera mejor.

El joven agente señaló la pista de
baile con un dedo.

—Pero por lo visto eso no nos impide intentarlo, ¿no?

Cellbit siguió la dirección de su dedo. La multitud que había en la pista se había apartado un poco, de manera que podía verse al hombre que se hallaba en el centro.

¿Roier? ¿Era Roier? Cellbit abrió los ojos de par en par mientras lo miraba.

Para ser un hombre que podía moverse como una pantera cuando quería, no parecía que estuviera
aplicando aquella habilidad al baile.

Etoiles rió y se puso en pie.
—Tal vez debería arrestarlo antes de que haga daño a alguien.

Cellbit dejó su cerveza y sacó un cuadernillo y un lápiz de su bolsillo. Trabajar en la técnica de baile de Roier, anotó.

—¡Guau, sheriff! ¿Va a ponerle una multa?

Cellbit guardó el cuadernillo y se encaminó hacia la pista de baile.
—Podría ser, Etoiles —dijo por encima del hombro—. Podría ser.

Loco de pasión - GuapoduoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora