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—Entonces, vamos por Nami, pero ¿cómo la encontramos? —preguntó Usopp.
—Sí, ni siquiera sabemos dónde está —coincidió Zoro.
—Que estresante —susurró Cassidy, recostando su cabeza en el hombro del espadachín.
—Conozco a alguien que sí —sonrió el capitán hacía sus compañeros.
Todos dirigieron su mirada al castaño. Zoro se levantó de las escaleras con ayuda de Cassidy, mientras que ambos caminaban hacia dentro del barco.
Cassidy frunció el ceño cuando vio a su capitán sacar la cabeza de un payaso de un pequeño bolso. Inmediatamente se escondió detrás del cocinero.
—Odio a los payasos —Cassidy tomó su arco con rapidez, poniéndose en guardia.
—Hola, amiguitos —aquel payaso rió cínicamente, asustado aún más a Cassidy.
Zoro soltó un suspiro de frustración. Usopp lo miró sin entender y Cassidy soltó su arco para aferrarse al brazo del espadachín.
Sacaron la cabeza a la cubierta y la colocaron justo encima de un barril, oyendo y acotando a cada instrucción que daba el payaso.
—Cinco grados a estribor, querida —sonrió Buggy hacia Cassidy, la cual le sacó la lengua.
—Cállate, pedazo de animal. No te haré caso. Te odio —expresó Cassidy, sintiéndose intimidada por aquel payaso.
—Hacia el otro estribor, capitán Cacástico —ahora se dirigió a Usopp, quien lo miró claramente ofendido.
—Y yo que creía que los payasos daban risa —susurró el tirador.
—Este da entre miedo y vergüenza ajena —confesó Cassidy, tomando asiento encima de un barril.
—¡¿Qué dijeron?! ¡Vengan y díganmelo en la cara! —les gritó a ambos y Cassidy le sacó el dedo del medio—. ¡Hey! Buenos días, campeón —saludó al espadachín, quien estaba cruzando por ahí.
—Sé que Luffy hizo un trato contigo para encontrar a Arlong —se acercó peligrosamente—. Pero si este es otro de tus trucos...
—¿Qué vas a hacer? ¿Bañarme en sangre? —soltó burlón, riendo—. ¿Qué? —dejó de reír cuando Zoro lo tomó en manos y lo amenazó con lanzarlo al mar—. ¡Oye, no, no! ¿Porque dije lo de la sangre? ¡Por mí, desángrate! Pero tenemos un trato, ¿no? —habló nerviosamente.
—Yo opino que lo tires, musguito.
—¡No te metas, mocosa! Ustedes quieren su mapa de vuelta y yo mi cuerpecito... —siguió negociando.
