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Cassidy fue la primera en separar sus labios de los de Sanji, soltó un pequeño suspiro sobre estos, manteniendo sus ojos cerrados. El rubio acarició con lentitud y delicadeza las mejillas sonrojadas de la castaña, pasando sus nudillos por su rostro. Abrió uno de sus ojos con lentitud y sonrió enamorado, observando a su Cass con adoración.
—Te quiero —expresó Sanji, juntando su frente con la de Cassidy, la cual sonrió, abriendo los ojos.
—Creo que te quedó claro, pero también te quiero, ricitos. —expresó con sus mejillas levemente ruborizadas.
Sanji repartió besos por todo el rostro de Cassidy, esquivando sus vendas. La arquera rió enternecida, acariciando las manos del cocinero. Le estaba demostrando lo especial que era y no podía sentirse más adorada.
Cass rodeó el cuello de Sanji con rapidez y volvió a juntar sus labios con los del rubio, quien sonrió en medio del beso, correspondiendo al instante. Cassidy enterró sus dedos en las hebras rubias del cocinero, repartiendo lentas caricias por este.
Un carraspeó los interrumpió. Cassidy le mostró el dedo del medio a aquel que los interrumpía, sin soltar el torso de su Sanji.
—Tenemos problemas, tórtolos —rió Nami, cruzándose de brazos.
Cass apartó su rostro del pecho de Sanji, observando el lugar.
—¿La Marina? —ladeó la cabeza, separándose por completo del rubio.
—Oye —se quejó Sanji, tomando su muñeca con delicadeza para luego volver a apegarla a su pecho.
Ambos caminaron hacia sus compañeros y lo primero que vieron fue como Luffy estiró su puño, dispuesto a golpear a su abuelo, quien fácilmente esquivó su ataque.
—Se supone que... —el espadachín volteó a verlos y enarcó una ceja cuando vio el brazo de Sanji rodear la cintura de su mejor amiga.
—La manito, mesero —habló el espadachín entre dientes, observando la discusión del vicealmirante y su capitán.
—Cierra el pico, marimo —respondió Sanji, apretando su agarre en la cintura de Cass, quien no les prestaba atención por estar mirando la pelea con atención.
Cassidy frunció el ceño cuando Garp comenzó a carcajear de la nada, confundiendo por completo a la tripulación. Dijo unas cuantas palabras hacia su nieto antes de ordenar que bajen las armas.
—¿Qué hacen ahí parados? —preguntó el vicealmirante, acercándose a sus hombres—. Los Piratas de Arlong siguen sueltos. Atrápenlos y arréstenlos —ordenó. De inmediato obedecieron, alejándose de la tripulación Sombrero de Paja.
