𓂃 𓈒𓏸 🐋 𝗦𝗔𝗨𝗖𝗘𝗥𝗦 𝗢𝗙 𝗟𝗢𝗩𝗘 ¡! ☀️ ( chapter eight:: I like you more )
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Cassidy corrió hacia su amiga en instantes que la vió en el suelo con el hombro ensangrentado por la reciente herida que ella misma se hizo. Su expresión decayó cuando oyó el sollozo de la pelinaranja.
Apoyó la palma de la mano en su cabeza, justo donde ahora se encontraba el sombrero de su capitán. Nami volteó a mirarla.
—Cassie, lo... —la castaña sonrió y la fundió en un fuerte abrazo, escondiendo su cabeza en el hueco de su cuello. Nami, algo temblorosa, rodeó la espalda de su amiga y correspondió a su abrazo.
—Perdóname a mí —interrumpió—. Por no encontrarte antes, Namimi... ━ susurró Cassidy, repartiendo caricias por su espalda.
Nami se rompió y abrazó con aún más fuerza a su amiga, porque sí, finalmente encontró una amiga.
—Ahora vamos, te curaré el brazo y le patearemos a ese tal Arlong —se separó de ella y secó sus lágrimas, para después sonreírle—. Eres mi amiga y te quiero.
—También te quiero, Cassie —sonrió como pudo, aún con lágrimas en los ojos.
—¡¿Escuchaste, Soppi?! ¡Namimi dijo "Te quiero"! ¡Me debes mil berrys! —festejó la castaña, oyendo la diminuta risa de su navegante.
[...]
Cassidy extendió la pequeña cubeta hacia Usopp, quien la llenó de agua y apagó una pequeña montaña de restos que se encontraba aún encendida. Ambos suspiraron aliviados y chocaron los cinco.
Se dieron media vuelta y volvieron junto a sus compañeros cuando los aldeanos de la aldea Coco llegaron a la escena.
—¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Nami.
—Nojiko nos contó sobre tu sacrificio —respondió el hombre de la cicatriz—. No lo sabíamos. ¿Crees poder perdonarnos?
—No hay nada que perdonar. La aldea Coco es mi hogar también —aseguró la navegante, reprimiendo las lágrimas.
—Es nuestro turno de sacrificarnos. Ya estamos hartos de vivir con miedo —habló con firmeza—. Vamos a marchar a Parque Arlong. Si esos hombres pez quieren pelear...
—No es una pelea, es una masacre. Todos morirán —interrumpió Nami.
—Si no existe esperanza de comprar nuestra libertad, entonces digo qué hay que morir peleando por ella —volvió a decir y todos soltaron un grito de afirmación.
—No. No, ¡cálmense todos! —los frenó la navegante—. No voy a dejar que hagan eso. Esta es mi pelea.
—No —intervino el capitán—. Es nuestra pelea. ¿O no, chicos? —miró a su tripulación, quienes sonrieron.
