Capítulo 12.- Harrenhal

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Ashara Dayne

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Ashara Dayne

El viaje hacia Harrenhal resultó lento y tortuoso, en gran parte debido a la pesada casa rodante en la que viajaba Elia. A pesar de las órdenes del príncipe para allanar el camino y reparar los tramos más deteriorados, el ritmo que podían permitirse para hacer el viaje más llevadero para la princesa seguía siendo desesperadamente pausado.

Contrario al viaje anterior hacia Rocadragón, en esta ocasión los asientos disponibles en la casa rodante de Elia eran objeto de disputa. Mientras que ella y Marinah encontraban molesto permanecer encerradas durante el día, las nuevas damas de Elia consideraban un honor poder viajar a su lado. Al punto que cuando creían que Elia tomaba preferencia por sus viejas amigas, lo tomaban como una afrenta. Por lo que, sin otra elección, Elia se vio forzada a rotarlas de manera equitativa.

Durante el viaje Ashara había tenido que compartir tiempo con todas ellas, llevándola a finalmente tener que aprenderse sus nombres: Shana Mares, Janyce Hunter, Edaline Brune y Tarla Fell. Eran hijas de nobles empobrecidos, por lo que su mejor oportunidad de conseguir un buen compromiso recaía en su capacidad de agradar a Elia. Ashara comprendía su situación y genuinamente intentaba simpatizar con ellas, pero le resultaba imposible. Eran niñas sonrojadas que solo hablaban de galantes caballeros y benevolentes grandes señores. Soñaban despiertas con el día de sus bodas, pero se escandalizaban cada vez que alguien se atrevía a mencionar algo remotamente cercano al sexo. En más de una ocasión, Ashara tuvo que contener la tentación de poner los ojos en blanco.

—No seas tan dura con ellas —le dijo Alyse una noche mientras le hacían compañía a Elia—. Han pasado toda su vida escuchando de sus septas que las damas no deber hablar de asuntos tan privados.

—Mañana es el último día de viaje —Elia comentó sin abrir los ojos, hasta ese momento Ashara hubiera jurado que dormía, parecía cómoda con la cabeza en el regazo de Alyse—. Recuérdenme quién vendrá conmigo en el carruaje.

—Marinah, Janyce y Edaline —respondió Alyse.

—Cuando lleguemos al castillo, mantente al pendiente de ellas —Elia le ordenó a Alyse, quien se había convertido en una especie de guardiana para las nuevas damas—. No importa cuánto se escandalicen al oír la palabra, son jóvenes en búsqueda de su gran amor y la primavera por fin ha llegado. Incluso una septa podría tener un desliz.

—Pues mal no les haría... —murmuró Ashara.

—Quizás a ellas no, pero sus padres se infartarían al oír la noticia —bromeó Alyse, y Ashara rio.

—Si eso ocurre, ya puedo escuchar las criticas —el rostro de Elia se tensó—. Las pobres doncellas que fueron corrompidas por la inmoral princesa sureña... —Alyse y ella se miraron confundidas por la amargura con la que Elia habló, pero no se atrevieron a decir nada—. No deseo oír esos rumores. Encárgate de evitarlos.

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