Rhaegar Targaryen amaba a Lyanna Stark y miles murieron por ello.
Pero, ¿qué habría pasado si Elia y su corte se negaran a quedarse de brazos cruzados mientras el príncipe dragón ponía en peligro todas sus vidas?
Elia está dispuesta a hacer cualqui...
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Elia Martell
El sol brillaba con fuerza sobre el campo de justas.
Elia cerró los ojos para disfrutarlo como era debido.
Suspiró.
El sol le calentaba la piel y la hacía sentir revitalizada.
Ella era sol. Ella era Dorne.
Un chirrido de metal a sus espaldas la distrajo. Su tío Lewyn y Tyral giraban la polea para extender el parasol de la carpa. Poco a poco fue sintiendo la sombra cubrirla.
Entonces el alboroto de las gradas la volvió a engullir.
Estaba harta y aún así se obligó a sonreír.
Sentía que todas sus damas competían por ver quien podía hacerla desquiciarse primero.
Ahora entendía el porqué la reina Rhaella había preferido deshacerse de su corte.
—¿Dónde está Ashara? —preguntó Elia, recién notando su ausencia.
—Ella y Marinah se fueron detrás de Elayne —le respondió Alyse.
—Después del banquete recuérdame hablar con ella y Derron, oh, y la tía Melian, esto no puede continuar así —dijo Elia, y lo añadió a la lista de cosas que tenía que hacer.
—Son tantos los caballeros que aún faltan por participar que seguramente las justas se alargaran por otros tres días más —señaló Janyce con una sonrisa en los labios. Estaba sentada al borde del asiento, por lo que Alyse le había dicho, este era su primer torneo. Tenía catorce años, ya casi estaba en una edad apropiada para contraer matrimonio de acuerdo a las costumbres del norte de las Marcas, y su padre, Lord Eon Hunter, se lo había mencionado durante el banquete de bienvenida, pero al verla, Elia no podía ver más que a una cría. Sonrió. Lord Hunter tendría que aprender la virtud de la paciencia, pues Elia estaba dispuesta a darle más tiempo.
—Sin duda vuestro padre ha organizado el más esplendoroso de los torneos por vuestro día del nombre, Lady Alisha —continuó parloteando Janyce.
Alisha sonrió e infló el pecho con orgullo. Se pavoneaba cómo si no supiera que en realidad el torneo fue fondeado por Rhaegar, todos lo sabían. No podía ser tan ingenua como para de verdad pensar que su padre había gastado esa fortuna en su honor, ¿o sí?
Quizá si lo creyera.
—Vuestro padre debe adoraros con intensidad —murmuró Shana más por compromiso que por verdadero interés.
—Mi padre dice que los siete lo bendijeron con una hija para compensar los dolores de cabeza que le habían causado mis hermanos —Alisha respondió, su voz sonó cercana a una confesión, aunque de inmediato se arrepintió, y se apuró a aclarar—. Con ello no quiero que crean que mis hermanos son de cuestionable honor, al contrario, cualquier doncella que los despose podrá considerarse afortunada. Jason, el mayor y heredero de mi señor padre, es afable, de corazón gentil y muy generoso. Estoy segura de que su esposa no echará en falta nada...