18 de Mayo, 1982.

Caminaba por un largo pasillo, ajustando mi uniforme mientras sostenía el casco de aviación bajo mi brazo izquierdo. Estaba ansioso por comenzar lo antes posible con la primera práctica asignada de la guerra para la misión del 21 de Mayo.

_ ¿Ya estás listo? _ me preguntó mi hermano, alcanzándome corriendo.

_ Todo listo, ¿vos? _contesté mientras lo miraba terminando de abrocharse el chaleco de supervivencia.

_ El visor del casco no baja _ mencionó preocupado mientras me lo entregaba para que lo viera.

Tomé el casco de Maxi y lo examiné con detenimiento, intentando arreglar el visor mientras ambos casi llegábamos al final del pasillo.

_ ¿Te llegó la carta de mamá? _ pregunté mientras le devolvía su casco ya arreglado.

_ Si, pero no la abrí. ¿Qué decía? _ preguntó llevando su casco bajo su brazo derecho.

_ No se, yo tampoco la abr...wow..._ dije al ingresar al hangar.

_ Me encanta esta parte _ dijo Maximiliano con una sonrisa en su rostro.

Ambos observábamos nuestros A4-Skyhawks, que permanecían inmóviles uno al lado del otro, listos para ser utilizados. Para nosotros, era hermoso poder contemplar su figura compacta y aerodinámica. Las líneas curvas y suaves de su fuselaje se entrelazaban con sus alas extendidas, otorgándoles una apariencia ágil y elegante. La pintura de camuflaje de dos tonos, en verde oscuro para mí y verde claro para Maximiliano, realzaba su imponente estructura, mientras pequeñas marcas y símbolos de la Fuerza Aérea Argentina adornaban su superficie.

Desde mi cabina, los grandes ventanales parecían observar con determinación cada rincón del hangar. En lo alto de la nariz, el visor fijaba la mirada en la iluminada entrada, listo para salir disparado. Las hélices de los motores permanecían inmóviles por el momento, pero parecían aguardar con ansias el momento de cobrar vida. La pasión y el poder que encerraban en su interior estaban latentes, listos para estallar en un rugido atronador cuando llegara el momento de la partida.
Una pequeña sensación de inmadurez nos invadió a Maximiliano y a mí al emocionarnos como dos niños pequeños en medio de un ambiente hostil y de guerra al ver ambos Skyhawks, pero simplemente era algo que no podíamos controlar. Estar frente a ellos era como encontrarnos con guerreros legendarios, listos para enfrentar cualquier batalla con determinación y nobleza. Admirar su presencia imponente y su diseño ingenioso era sumergirnos en la historia y en la pasión que estos aviones evocaban en cada práctica. Había miles de aviones más lindos, letales y elegantes, pero para Maxi y para mí siempre era emocionante tenerles mucho afecto, pues estos dos, eran nuestros.
_ ¡Vamos que a los Balbuena les fue mal! _ dijo un hombre delgado, de edad avanzada y cabello blanco, mientras salía por debajo de uno de los Skyhawks y se limpiaba las manos de grasa con un trapo sucio.

Ambos sonreímos y juntos pronunciamos con un tono casi idéntico: "¡Mario!"

_ Después nos saludamos. Suban que el Comodoro Figueira ya los tendría que estar viendo en la pista. _ contestó Mario.

_ Dale viejito, ¿ni un beso me vas a dar?_ dijo Maximiliano mientras subía a su A4-Skyhawk y me guiñaba el ojo. Reí por lo bajo mientras terminaba de sentarme en la cabina.

_ Siempre chistoso vos pibe...¡apurate dale! _ contestó el anciano.

_ Voy, voy. _ dijo Maximiliano mientras realizaba la inspección visual de la cabina, verificando que no haya irregularidades en la aeronave.

_ ¿Radio funciona? _ pregunté comprobando la comunicación de ambos Skyhawks. _ Funciona bien _ contestó Maximiliano en mis oídos, dejando el humor atrás y revisando en suma concentración la cabina. _ Control de combustible _ continué indicando. _ En orden. _ Sistemas eléctricos y navegación. _ En orden. _ ¿Controles de vuelo, responden? _ Responden. _ ¿Cinturones y seguridad de cabina? _ Todo bien. _ Ya estamos _ finalicé el procedimiento. _ Listo, vamos. Los motores de los Skyhawks se encendieron y rugieron con fuerza en el hangar mientras uno por uno comenzamos a salir lentamente hacia la pista. Yo iba detrás de mi hermano menor, que se preparaba para despegar. Dentro de la cabina, observaba cómo Maximiliano se alineaba con la pista y, luego de unos pocos segundos, su A4-Skyhawk avanzaba a toda velocidad y se elevaba con facilidad, desapareciendo lentamente. Llegaba mi momento, y siguiendo sus pasos, me posicioné en la pista de despegue. Con mi mano izquierda tomé la palanca de potencia y la moví lentamente. La vibración de la cabina aumentó progresivamente y, junto con el intenso sonido que conquistaba el reducido espacio, mi Skyhawk avanzaba a tremenda velocidad. Una vez que la potencia llegó a su tope, incliné hacia mí la palanca de control, sintiendo cómo las ruedas se despegaban del pavimento de la pista. Estaba en el aire, y avanzaba a gran velocidad en dirección a mi hermano. Luego de unos pocos minutos, los hermanos Haro volábamos a la par, por un bello atardecer, en dirección a cumplir la última práctica antes de afrontar los terrores de la guerra.


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