1 de Julio, 1982

Mis días en la base eran una combinación de momentos de introspección y preparación para las próximas misiones. Una vez más, me encontraba en la cabina de mi A4-Skyhawk, listo para emprender una nueva misión de reconocimiento. El ruido ensordecedor del motor se mezclaba con mis pensamientos mientras despegaba. Mi mente estaba nublada por la tristeza, pero también por la determinación. Sabía que mi hermano estaría conmigo en cada vuelo en el cuerpo de aquel águila, y eso me daba fuerzas para seguir adelante. Sobrevolaba las Islas Malvinas una vez más, mi mirada perdida en el horizonte. La imagen del avión en llamas de Maximiliano seguía atormentándome, pero también recordaba el vuelo del águila y la paz que me había traído en medio del caos. Aunque no entendía completamente su significado, sabía que era un símbolo de fortaleza y guía. De repente, como si el tiempo se detuviera, allí estaba de nuevo. El águila, con sus alas azules y destello dorado, volaba justo delante de mí. Mi corazón se aceleró, y una mezcla de asombro y emoción me invadió. ¿Qué significaba su presencia? ¿Por qué aparecía en momentos clave? La majestuosa ave giró y comenzó a descender, como si me estuviera indicando que la siguiera. Sin dudarlo, ajusté mi trayectoria y me sumergí tras ella. El viento rugía en mis oídos mientras volaba a toda velocidad sobre las aguas del mar. Maxi parecía saber exactamente adónde íbamos. Siguiendo sus movimientos y bañandome una vez más en su destello dorado, pronto nos encontramos con una enorme flota de buques británicos. Eran demasiados, pero decidimos intervenir de todas formas. En cuanto me acerqué al primero y lo tenía en la mira, escuché un aullido, un aullido que provenía del águila y que resonó en mi mente como un eco lejano. El mensaje estaba claro: debía atacar. Apunté mis cañones hacia uno de los buques. Las explosiones iluminaron el oscuro cielo, y pude sentir la conmoción en el aire mientras los sistemas de radio y antenas enemigos quedaban destrozados. El águila volaba justo en frente de mí y no dudó en seguir su trayectoria hacia los demás buques. Mi avión maniobró con habilidad mientras la seguía. Pasamos entre los barcos enemigos que sorpresivamente no se dignaron a atacarnos. En unos pocos segundos comprendí que aquello era sumamente absurdo y peligroso, pues no iban a arriesgarse a que sus proyectiles recayeran en un aliado por simplemente querer atacarme. Mi hermano sabía exactamente lo que estaba haciendo. Finalmente, salimos del enjambre de navíos enemigos y regresamos a la seguridad de nuestro espacio aéreo. En unos pocos segundos el águila se desvaneció gradualmente ante mis ojos mientras nos aproximábamos a la pista de aterrizaje. Había sobrevivido a otra misión con una información crucial sobre posiciones enemigas que transmití rápidamente a mis superiores, y todo gracias a la guía del águila guerrera. Pensé por un momento que podríamos tomar ventaja de esta situación y quizás ganar la guerra. ¿Acaso los ingleses tenían a su disposición estas guías sobrenaturales asombrosas? ¿El enemigo, o más importante aún, mis propios compañeros podían verla o solo era producto de mi imaginación? Solo fui espectador de su presencia en soledad. Había pasado por muchas emociones sumamente intensas y quizás mi mente estaba jugando una mala, aunque muy eficiente pasada. Las respuestas llegaron en la próxima y última misión.


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