21. Virgen

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     La compré. Era un seis de Junio cuando la compré. Venía con su manual de uso y vasos dosificadores. Me gustó desde que la vi en el catálogo. Era simple, de mirada vidriosa y penetrante. El cabello lo tenía largo, hasta las caderas, y las uñas rosadas, bien recortadas para que no se lastimara a ella misma.

     La dejé libre en casa. Nunca se pudo acostumbrar al collar que le mandé a hacer. Tardamos mucho en tomarle las medidas y salió lo bastante caro como para que no lo usara. No se dejó atrapar. Nos quiso morder la mano. Para vacunarla era todo un espectáculo; gritaba y se daba jalones. Pareció querer dislocarse los miembros con tal de no ser tocada por la aguja. El padre le dijo: "es un piquetito, es un piquetito", pero no entendió nuestras palabras. Tuve que atarla a partir de que escapara e hiciera un desastre en la enfermería. Pagué los daños y nunca más volví a pisar esa iglesia.

     Cuando paseábamos, colegas se acercaban con sus hembras a conversar. Me decían que había hecho una buena inversión, que una de su calibre era lo mejor que se podía encontrar en el mercado, que era parte influyente en mi estatus. Sabía por qué lo decían, pues no era una hembra nada mal parecida. Su pureza era la consecuencia de la ferocidad de su carácter. El único que podía domarla era yo. Unos cuantos chisguetes de agua bendita y se ocultaba detrás del sofá. 
     La primera noche con ella me dio un buen susto. Murmuró cosas en otro idioma. Leyendo las instrucciones descubrí que de vez en cuando hablaría su idioma natal. Era una especie no tan domesticada, mucho menos intervenida por mano humana. Su camada se crio en praderas especiales y reguladas de Europa, que por lo general, se administraban con un montón de alemanes y suecos con altos honores educativos. Consumían alimentos cualificados y santificados por la iglesia, se les enseñaba a rezar desde cachorras y a convivir entre ellas para que no se mataran unas a otras.

     Nunca asistí a una pelea de vírgenes, pero las conocía.
     Se apostaba una suma de dinero a la más fuerte. Se hacían dos bandos, uno contra el otro. Pelea a muerte.
     Una persona común no puede asesinar a una virgen, pero sí obligar a otra a hacerlo.
     La pelea da inicio como cualquier otra y termina una vez que una de las dos hembras ha devorado a la otra. La virgen ganadora sube de rango. Comienza otra liga.
     Estas peleas son clandestinas, y en la mayoría de ocasiones, terminan en redadas policiacas. ¿Razones? Homicidio.
     Nunca me sorprendió que las vírgenes ganadoras terminaran comiéndose a su dueño. Una vez que prueban la carne no hay vuelta atrás.
     Eran noticias de primera plana en el periódico. Me hacían reír.

     Estas vírgenes caníbales eran recogidas por los Controladores, que se parecen mucho a los imbéciles de las perreras. Suponía que las llevaban de regreso a Europa, más específicamente al área de Rehabilitación, pero no hubo noticia alguna sobre una hembra puesta en venta después de su caída al pecado. Supongo que solo Dios puede juzgarlas.

     De forma personal, prefiero las reuniones de coleccionistas amateurs. Conozco a varios de ellos que se dedican a la compra y venta de reliquias religiosas. Otros son inversionistas de campos de concentración en América del Sur, y algunos se dedican a las casas de Usurpo.

     El Usurpo no es un delito.
     Las casas de Usurpo no son tan diferentes de los viejos moteles donde te podías acostar con una prostituta. Pero, en este caso, hablamos de un servicio más exclusivo, caro y exótico. Una excentricidad. Algo exquisito. En las casas de Usurpo encuentras a las vírgenes más caras, mejor cuidadas y bellas de todo el mundo. No cualquiera tiene derecho a entrar, y mucho menos, a pagarse algo de tal magnitud. Debes ser lo suficientemente influyente como para que te reconozcan.
     No es un negocio controlado. Tiene sus claras libertades debido a que miembros de la misma Iglesia se terminan embarrando en el asunto. Y no solo ellos, sino el Gobierno. Ancianos en pañales cogiendo con vírgenes hermosas, sedadas, incapaces. Qué terrible escenario, pero qué buen desvío de impuestos. 

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