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Había preparado una canasta de bienvenida para las Swan, suponía que regresar después de años debía ser agotador, abrumador y tedioso

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Había preparado una canasta de bienvenida para las Swan, suponía que regresar después de años debía ser agotador, abrumador y tedioso. Era su primer fin de semana y aunque me hubiera gustado ir antes digamos que no pude por la ola de tareas que me dejaron sin oportunidad de huir de ellas.

Toque el timbre siendo recibida por Charlie, sonreí agitando mi mano y elevando la cesta.

—Haz, pasa —se hizo a un lado dándome el camino libre —. Están arriba, puedes subir.

—Gracias Charlie.

En aquel presente había puesto botanas y bocadillos un poco más caseros, algo que honestamente yo recibiría encantada, esperaba a ellas les gustara.  Al final de las escaleras el ruido de voces llamo mi atención encontrando tres figuras dentro.

Me puse en el umbral de la puerta haciendo un escaneo rápido, la chica sentada en el suelo realmente era linda.

—Perdón, ¿puedo pasar?

—Haz —Aria se puso de pie abrazándome casi haciéndome caer —. Justo estaba por llamar a tu casa.

—Oh, entonces es bueno que viniera.

La chica linda desconocida se me quedo viendo para terminar sonriendo moviendo su mano al aire.

—Lo siento, quise traerles esto, ¿es un mal momento?

—Oh no, para nada — dijo aria tomándome del brazo —. No vas a creer lo que le paso a Bella.

—Anna.

Me dio gracia ver su relación de hermanas, creó que era una versión mía y de Jake con caras pálidas. Tome asiento sonriendo a la chica frente mío, no voy a mentir pero fue incómodo al principio aunque ella parecía más relajada con la situación.

Por lo que entendí iba junto a Bella en algunas clases. Después de un rato pude hablar con naturalidad y he de decir que estar rodeada de ellas fue agradable, se sentía bien.

—¿Tienes algún plan para hoy? — Aria pregunto comiendo unas papas, a lo que asentí.

—Quede de ir al cine con mi novio — vi como se atragantaba, me fue inevitable reír pero también golpee su espalda.

—¿En serio? ¿Cuanto? — hizo referencia al tiempo juntos.

—Oh, no es nada, me gustaría que lo conocieran, es muy agradable —sonreí como idiota al pensar en Embry —. De hecho, creó que lo conoces.

Entorno sus ojos como si buscara a alguien particular o tal vez haciendo memoria de los chicos de la reserva.

—¿Paulo?

—¿Qué? —hice una mueca al no saber de quien hablaba —. ¿Quién es Paulo?

—Creó recordar —hablo bella apoyando su mentón en sus rodillas al tenerlas pegadas al pecho—. Pero no se llamaba así, ¿Pato?

Blackie  | Paul Lohete ¹Donde viven las historias. Descúbrelo ahora