Chapter VII.

142 18 0
                                    

Capítulo 7.

"Un viaje a un campamento de improviso"

Querido diario:

Desde que he llegado, los recuerdos me persiguen sin descanso. Mire donde mire, veo a aquella pequeña niña, Karin, que veía su mundo cambiar y dar vueltas sin poder comprender por qué. Su universo lleno de color, fantasía e inocencia fue destruido, dejando paso a la cruda realidad que los adultos intentan ocultar a sus hijos hasta que sean lo suficientemente maduros para enfrentarlo.

¿Cómo se puede empezar a entender todo esto? ¿Cómo se puede comenzar a perdonar dieciséis años, una infancia entera de secretos, mentiras tras otras? Al final, solo puedo recurrir a escribir en estas páginas lo que no me atrevo a decir en voz alta. Desahogarme a través de la música y protegerme con una actitud aparentemente alegre y despreocupada, fingiendo que nada me afecta, que nada puede lastimarme. Y hay momentos en los que logro creerme eso.

Al menos entiendo hoy por hoy los reproches de Theri. Lógico. Había elegido a Angie por sobre mi padre, mi sangre, aunque claro, yo no lo veía así: era custodia compartida, ¿no? Pero la verdad era que ni siquiera debió serlo de un principio. Quizá habría podido cambiar las cosas si ese mes me hubiera quedado con papá. Si hubiera sabido la verdad. En realidad, saberlo ¿hubiera hecho que las cosas fueran distintas?

Besos:

Kate.

<O>

Katherine examinó las letras en la hoja, temblorosas y algunas casi eran ilegibles. Le había costado escribir, y no solo porque estaba usando como mesa el colchón de la cama, sino porque sus manos temblaban, porque estaba tan nerviosa que no lograba concentrarse. Lo cerró de golpe, metiendo la llave entre las hojas, ni se molestó en colocar el candado. Apretó el botón de su bolígrafo y lo dejó también dentro del diario.

Se recostó en la cama, luego de empujar el cuaderno al borde inferior de la misma. Se acomodó sobre las almohadas. No podía evitar volver a la conversación con su abuelo.

«Entonces, ¿quién es mi madre?», preguntó Katherine.

«No lo sé, Katherine. Tu padre nunca me lo dijo, pero sé que no es nórdica, es griega», recordó que le decía su abuelo. «Tu abuela, Freya, tuvo que marcharse cuando tuvo a tu padre, pero siempre se mantenía en contacto cada cierto tiempo. Tu madre tuvo que hacer lo mismo, alejarse».

Salvo que su madre nunca se contactó con ella en toda su vida. Ni un mail, tampoco una tarjeta para festividades en el buzón, ni una llamada, tampoco señales de humo. Si Freya vino un par de veces a ver a su padre, ¿por qué Amara no pudo hacer lo mismo? Freya de seguro rompió igualmente varias reglas y no le importó demasiado.

Nórdica y griega. Si alguna vez tuvo la más mínima duda de que su vida era un desastre, esta situación era la respuesta contundente, un pisotón con taco aguja con rabia a la realidad. Por otro lado, explicaba por qué criaturas extrañas la seguían, seres que no pertenecían a la mitología nórdica. Katherine siempre había creído que se trataba de algún truco ilusorio, cuando se enteró, bueno, de Kol, pensó que había sido obra suya para ponerla de los nervios. Ahora que lo pensaba, esa explicación no era muy convincente, pero Katherine no iba a cuestionar lo posible o lo imposible. Si lo hiciera, tendría que replantear toda su vida. Ella misma desafiaba toda lógica desde su nacimiento.

Esta era otra prueba que confirmaba que era un completo desastre, tal como todos aquellos que la conocían (principalmente chicas) la describían. Era una mala hierba. Ella no dejaba piedra sin remover a su paso. Aunque, para ser justos, esa descripción se ajustaba más a su personalidad que a su familia.

Who I Am?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora