Chapter LXII.

87 14 0
                                    

Capítulo 8.

"La reunión con el dios del vino y las fiestas"

El primer problema directo que tuvo Katherine con Annabel fue justo después de la reunión. Todos se iban a sus dormitorios asignados hasta que fue Piper quien dio la observación que inició el conflicto.

—Chicos, ¿cómo nos organizaremos con los dormitorios? Tenemos solo ocho camarotes, no nueve —señaló y todos miraron a Katherine.

—Bueno, quizá debimos escuchar a Hera —murmuró Leo—. Ella dijo que debíamos tener un camarote adicional por cualquier cosa... Annabeth...

Katherine pudo ver, en su puesto privilegiado en la cabecera de la mesa, cómo la chica de ojos grises fulminó con la mirada a Leo, lo que llevó al chico a guardar silencio abruptamente. La pelirroja no quiso tomárselo personal en primer momento. Se suponía que en esencia, eran siete semidioses más un sátiro que... ¿Qué hacía el sátiro allí? ¿Sería como el vigilante, estilo supervisor? En fin, el punto era que no contaban con la presencia de Katherine.

—Eran siete semidioses —ella dijo con la voz tensa—. No creí que Hera hablase en serio cuando la profecía era clara. No conté de que pudiesen haber imprevistos.

Y ahí, Katherine se lo tomó personal. Podía aceptar que esa chica no quisiera oír a Hera (Katherine quizá hubiera hecho lo mismo en su lugar), pero eso no significaba que podía referirse de aquella manera de Katherine. Ella toda su vida fue tratada como un accidente, un imprevisto, algo a fin de cuentas, no deseado, tanto para algunos guerreros bajo el mando de su abuela y Odín, como para la familia Rousseau, hija de una relación extramarital. Esa rubia hija de Atenea no tenía ningún derecho en menospreciar así a Katherine. Ninguno. Lo mejor era que en este caso no estaba obligada a callárselo por algún motivo de desigualdad de poder o por la paz de "todos".

Katherine se puso en pie con gracia y miró con una sonrisa de burlona cortesía a Janet.

—No te preocupes, no me molesta compartir, lo he hecho mucho este viaje. Estoy segura que no habrá problemas dada la situación.

Anastasia se levantó como ella y dibujó una sonrisa agradable, pero sus ojos eran más fríos que bañarse en Alaska.

—Estoy segura que Hazel no tendrá problemas.

«Hazel quizá un poco, pero Percy ninguno, te lo aseguro», pensó Katherine, pero simplemente asintió manteniendo la sonrisa.

Hazel asintió nerviosa cuando la mirada de la rubia reparó en ella, algo más suave eso sí.

—Entonces iré al camarote, Leo ya me indicó dónde está —Katherine caminó hacia la puerta y antes de salir se giró dedicándole a la rubia una mirada inocente—. Y en serio, Annabeth... Pierde cuidado, incluso las hijas de la sabiduría pueden cometer errores tan simples por el orgullo. ¡Buenas noches a todos!

Salió del comedor sin mirar atrás.

<O>

Habían pasado un buen tiempo de ese suceso. Incluso se atrevería a decir horas. Se encontraba recostada junto a Percy, su cabeza sobre su pecho y él rodeándola con sus brazos, algo que si Annabeth supiera la haría rabiar y tirar espuma por la boca. Casi estuvo tentada de presumírselo, pero optó por no hacerlo, por ahora. Percy ya la había regañado porque su queridísima amiga había quedado muy alterada. Aparentemente su comentario había golpeado un nervio bastante delicado. No había sido la intención honesta de Katherine el hacerlo, pero tampoco iba a sentirse culpable. El insinuar todo el día que ella era un imprevisto y demás variantes no era agradable tampoco, así que la hija de Atenea tenía que aguantárselo. Al final, uno recibía lo que daba.

Who I Am?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora