Chapter XXXIII.

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Capítulo 19.

"Angustia"

Katherine se sentía bien, lo cual era extraño. Había sentido de un segundo a otro como sus piernas flaqueaban y un dolor indescriptible apoderarse de todo su cuerpo. Su boca pareció llenarse de gasolina y su sangre calentarse tanto hasta casi alcanzar el punto de ebullición. Lo peor era que lo sentía triplicado gracias a Percy, aunque él no lo hacía de manera consciente, claro está.

Cuando despertaron en la Casa del lobo habían sentido una conexión, pero no de las buenas. Katherine había despertado con Percy arrodillado a su lado y apartándole el pelo de la cara, como si intentase reconocer en ella las cosas que había olvidado. Ella en un acto involuntario se arrojó sobre él y entre el forcejeo una extraña magia los envolvió como si fuera una larga cuerda que los rodeaba y apretaba juntos. Ese debió ser el vínculo que tanto Juno como Marte les habían dicho y la razón de por qué Lupa estaba tan empeñada en que fuesen un equipo imparable. Claro que ninguno prestó la suficiente atención hasta que recibieron aquel golpe duro de la realidad, o trago, lo que sea. Habían sido muy descuidados, no habían tomado aquella advertencia con la importancia que debían. O sea, sabían ambos que estaban entrelazados de alguna manera, después de todo podían percibir los sentimientos del otro, pero al ambos estar amnésicos, ninguno pensó dos veces que eso quizá no fuera normal y poco a poco se acostumbraron, sintiendo aquello como una vibración constante en sus cabezas. Sin embargo que esa unión significase compartir incluso dolencias o... muerte era aterrador. Hacía que Katherine volviera a sentir la ansiedad que tuvo aquella vez, que había logrado controlar al pensar que era algo cotidiano: no le gustaba, pero debía resignarse a aceptarlo porque no había otra opción, tal como de hecho, la misma muerte: el final inevitable. La única diferencia entre el final era el cómo lo hacías. Podías hacerlo heroicamente, con honor o hacerlo cayendo en desgracia o la simplicidad.

Mientras el bote avanzaba a gran velocidad por el río Columbia, Katherine trató de calmar sus nervios. Ayudó junto con Hazel a Ella a preparar su nido con viejos libros y revistas que había robado del cubo de reciclaje de la biblioteca. Lo cierto era que no tenían pensado llevar a la arpía con ellos, pero Ella se comportaba como si el asunto estuviera decidido.

—Amigos. Friends —murmuraba—. «Diez temporadas. De 1994 a 2004.» Los amigos han deshecho a Fineas y le dan cecina a Ella. Ella irá con sus amigos.

En ese momento estaba posada cómodamente en la popa, mordisqueando trozos de cecina y recitando frases al azar de Charles Dickens y Cincuenta trucos para enseñarle a su perro.

Percy estaba arrodillado en la proa, conduciéndolos hacia el mar con los extraños poderes que le permitían controlar mentalmente el agua. Katherine estaba junto a él, pero siendo completamente ignorada. El estúpido había tomado la firme decisión de no observarla, ni hablarle, ni nada solo porque se sentía culpable. Sino fuera porque estaban en el mar, dependiendo absolutamente de él, le habría golpeado hasta tirarlo entre las olas, quizá el agua fría le haría entrar en razón, eso o los moretones.

«Mírame, idiota. Sé que sabes que estoy irritada contigo », Katherine pensaba frustrada, su nervios a punto de estallar por el conocimiento de estar tan atada, tan dependiente de alguien y que más encima, aquel intentaba hacer como si ella no existiera.

Decidió enfocarse en otra cosa. Hazel estaba sentada al lado de Frank en el banco central, sus hombros tocándose, Hazel evidentemente nerviosa y con sus mejillas ruborizadas. Al menos Frank lo disimulaba mejor.

El río se ensanchó en el mar. El Pax giró hacia el norte. Mientras navegaban, Frank animaba a Hazel contándole chistes tontos: «¿Por qué cruzó el minotauro la carretera?», «¿Cuántos faunos hacen falta para cambiar una bombilla?». Y le señalaba los edificios repartidos a lo largo del litoral que le recordaban lugares de Vancouver.

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