Chapter LXXX.

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Capítulo 26.

"Las nueve ninfas"

Encontrar el lugar fue fácil. Percy los llevó directos a él, en una zona abandonada de la ladera que daba al foro en ruinas. Entrar también fue fácil. La espada de oro de Jason cortó el candado, y la verja de metal se abrió chirriando. Ningún mortal los vio. Ninguna alarma se disparó. Una escalera de caracol descendía en la penumbra.

—Yo iré primero —dijo Jason.

—¡No! —gritó Piper.

Katherine y los dos chicos se volvieron hacia ella.

—¿Qué pasa, Pipes? —preguntó Jason—. Esa imagen de la daga... la has visto antes, ¿verdad?

Ella asintió con los ojos llorosos.

—No sabía cómo decírselos. He visto como la sala de ahí abajo se llenaba de agua. He visto como los cuatro nos ahogábamos.

Jason y Percy fruncieron el entrecejo. Katherine se mordió el labio inferior. Ciertamente ahogarse no estaba en su lista de las cosas que le encantaría hacer antes de morir. Numero ochenta: quiero ahogarme en una construcción antigua, tal como la daga mágica ha predicho que va suceder. También me gustaría que tres individuos me acompañen, dos muchachos y una chica para andar bien parejos.

—Yo no puedo ahogarme —dijo Percy, aunque parecía que lo estuviera preguntando.

—Puede que el futuro haya cambiado —conjeturó Jason—. En la imagen que nos acabas de mostrar no había agua.

Katherine cambió el peso de su pie al otro. Quería creerlo, pero sonaba muy poco probable.

—Escucha —dijo Percy—. Iré a mirar primero. Tranquila. Vuelvo enseguida.

Antes de que Katherine pudiera protestar o exigir ir con él, desapareció escalera abajo.

Ella contó en silencio mientras esperaban a que volviera. En torno al número treinta y cinco, oyó sus pisadas, y Percy apareció en lo alto, más perplejo que aliviado.

—La buena noticia es que no hay agua —dijo—. La mala noticia, que no veo ninguna salida ahí abajo. Y la noticia rara... bueno, deberían ver esto...

Descendieron con cautela. Percy tomó la delantera empuñando a Contracorriente. Katherine le seguía, sintiendo más que nunca la pulsera en su muñeca, incluso el peso en su bolsillo del llavero. Piper era la siguiente, y Jason iba detrás, cubriéndoles las espaldas. La escalera era un angosto sacacorchos de mampostería cuyo diámetro no pasaba de un metro y ochenta centímetros. A pesar de que Percy había dicho que tenían vía libre, Katherine mantenía los ojos abiertos por si había trampas. En cada curva de la escalera aguardaba una emboscada.

A medida que descendían bajo tierra, Katherine vio antiguos grafitis grabados en las piedras: números romanos, nombres y frases en italiano, del estilo de la libertad, juramentos de amor o mensajes extraños sobre que un conejo llamado "MJ" dominaría el mundo terrenal. Eso significaba, aparte que las personas podrían ser muy extrañas, que más gente había estado allí abajo en una época más reciente que el Imperio romano, pero Katherine no se quedó tranquila. Si había monstruos abajo, no se interesarían por los mortales, esperando a que vinieran unos suculentos semidioses, incluso podía estar el conejo MJ.

Por fin llegaron al fondo.

Percy se volvió.

—Cuidado con el último escalón.

Saltó al suelo de la sala cilíndrica, situada a un metro y medio por debajo de la escalera. ¿Por qué diseñaría alguien una escalera así? Katherine no tenía ni idea. Tal vez la sala y la escalera habían sido construidas en épocas distintas.

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