Draven bajo, observo a Samanta que reía por lo bajo junto a Aira, y apretó su mandíbula.
Lo detestaba, pero más odiaba que ella, sonriera a su lado.
En la sala, además de su familia, estaba Sol y sus padres.
Elena lo miro con una sonrisa burlona, se mordía la lengua por decir alguna cosa, pero a la vez, esperaba el momento perfecto.
Los hermanos restantes, optaron por permanecer callados, sin preocuparse demasiado. Para ellos, era un detalle menor, algo a lo que estaban acostumbrados; lo mismo sus cuñadas, que además de eso, también se habían acostumbrado a ser sumisas a sus maridos.
Siempre se mantenían en silencio, al lado de ellos, con la mirada hacia abajo.
Draven miró a Sol, que mantenía la misma postura de sumisión. Sin en cambio, un destello de brillo en sus ojos y una sonrisa coqueta se dibujo en ella en cuanto lo vio.
Ninguna de ellas era libre, pero... ¿Qué había de Samanta?. Aún estaba ahí, ¿Era acaso ya una prisionera de sus preceptos y formas de vivir?.
Una vez que todo su cuerpo, se paró en la sala, recibió la mirada de todos.
Claramente esperaban que el hablará primero.
Aira se sentó en uno de los sofá individual. No fue la excepción a los demás, también poso su mirada en su hermano, sin en cambio, sus ojos expresaban otra cosa; fue ahí, en aquel sutil cruce de miradas con Draven, sintiendo el peso de todos allí, cuando Aira no permitió que Samanta se sentará en otro lado, sino encima de sus piernas.
Otra vez, la sensación de molestias invadió a Draven, quería golpearlo, pero no lo hizo. Se molesto incluso con Samanta, por que ella, acepto sentarse en sus piernas. ¿Qué clase de mujer era?, se cuestionó indignado.
—Bueno...— Dijo Draven— según lo que se me ha informado, ya no tengo que decir que le he ofrecido a Sol, ser mi amante, así como tampoco tengo que hablar sobre el precio que ella va a recibir por ser tal cosa... Ahora, sin mucho rodeo, por que tengo una reunión importante la cual tuve que posponer para esto, Sol...— su atención de posó en ella. —Puedes elegir tú la fecha de la ceremonia...
Samanta evitaba mirarlo, su corazón latía muy fuerte, aunque su sonrisa jamás se borró, algo en su interior se iba rompiendo cada vez más.
Todo había pasado tan rápido y pronto, que se sentía en una carretera a mil por hora, sin frenos. Solo, esperaba no estrellarse.
Sin darse cuenta, buscó la mano de Aira, quien al sentir su contacto, de inmediato la tomó.
—Estoy aquí contigo...— le susurró dulcemente en su oído.
—No me sueltes por favor. — deslizo ella, tan bajo como pudo decirlo, ya que solo quería ser escuchada por él.
Él asintió, y rodeo su cintura.
—¡Pronto es mi cumpleaños!— exclamó Sol, —¡Quisiera que fuera en la misma fecha, para que sea un día aún más maravilloso!...
—Se va a querer matar, si la cambia por otra— se burlo en voz baja Samanta. Aira rió también en tono bajo.
—Normalmente — intervino Elena. —quién planea la ceremonia es la esposa del marido, como para proyectar la perfecta relación que van a tener ambas. Unidas por el amor de un hombre, siendo dos en una...— suspiró. —Pero bueno, en esta oportunidad se entiende que Samanta también tiene derecho a que su ceremonia sea especial y a falta de esposa por el lado de Aira, me ofrezco a organizar la ceremonia de Sol.
—¿Qué?— inquirió ingenuo Draven, mirando a su hermano y esposa.
—Tardaste en bajar hermano— respondió Aira. —Por lo que, sin intención de quitarles el protagonismo, también anunciamos que nuestra ceremonia será dentro de dos semanas... Padre estuvo de acuerdo en que la organizaramos nosotros por que como es de público conocimiento... no estoy casado.
—¿Es una broma?...— deslizo al borde el enojo Draven. —Samanta no necesita una ceremonia... ¡Es mi esposa, no una amante cualquiera!.
Samanta desvio su mirada a Sol, a quien se le borró la sonrisa en cuanto escucho las palabras de Draven.
—No creo que las amantes sean "cualquiera"— interrumpió luego.
—Pero tu no eres una amante... eres mi esposa... para empezar, ni siquiera te corresponde una ceremonia... ¿Qué carajo estás haciendo?.
—Todas las amantes merecen la ceremonia— interrumpió Eufemia, quien abandono la cocina, para entrar a la sala, en cuanto escucho los gritos, con su voz firme y un porte elegante e imponente continuó — es uno de los pocos derechos que se nos reconoces a nosotras en este lugar... las amantes no somos más que una mera diversión para los hombres... mayormente sirvientas de todos los demás... la ceremonia nos da respeto, aunque no suene muy lógico.
Hay dos tipos de amantes, las que son escondidas y por lo tanto denotan vergüenza y poco valor y aquellas que son reconocidas obteniendo valor para la sociedad... Como amante, espero que mi hijo contemplé la importancia de darle valor a una mujer, ya sea a través de una estúpida ceremonia...—Eufemia... vuelve a la cocina— deslizo burlona la madre de Draven.
—Eufemia, siéntate con nosotros...— comentó Samanta.
Ella la ignoro y volvió a la cocina. Por su lado, Rita la fulmino con la mirada.
—¡Samanta no es una amante, es mi esposa y que se revuelque con otro como un cerdo en un cochinero, no debería ser motivo de honra!. — Exclamo Draven.
—Curioso...— deslizo Samanta.—Opino lo mismo... sin en cambio, quienes somos nosotros esposo mío para ir en contra de las tradiciones...—Samanta se levantó y camino hacia Draven.— para que veas que soy buena esposa y que solo quiero hacerte feliz. No haré mi ceremonia... — sonrió.
Draven frunció el ceño.
—Prefiero pasar todo el tiempo que ocuparía en eso, revolcándome con mi amante...
Draven por poco y bramaba de furia. Tenso su mandíbula, apretó sus dientes una vez más y cerró sus puños con fuerza, mientras Samanta volvía a los brazos de su amante.
Y si como la situación no amenazara con hacerlo perder la compostura.
Samanta dibujo en su rostro una sonrisa burlona, tras sentarse en la falda de Aira y paso su lengua lentamente, por los labios de él, para acabar hundidos en un profundo beso.
Entonces, Draven colapso. Molesto, rojo de Irá y siendo apoderado por los celos, caminó hasta donde estaba su hermano y esposa.
Tomo del brazo a su esposa y con violencia la separó de Aira...
—¡No la vuelvas a tocar!— Dijo.
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ARDIENTE LUJURIA.
RomanceImagina ser una chica enamorada de tu jefe, la cual cree que por fin tiene una oportunidad de enamorarlo. Imagina, ir a la casa de sus padres y conocer a sus hermanos, Imagina, descubrir que es una familia perversa en la cual vas a poder disfrutar d...