CAPITULO 20

433 10 3
                                    

Los besos entre Sol y Draven, Cada vez eran más ardiente.

Pronto las manos de él, comenzaron a recorrer cariñosamente, su figura, hasta llegar a su trasero, donde se detuvo a masajear sus nalgas.

—Draven... yo... — Dijo ella tímidamente. — aún soy virgen.

Draven, mordió apenas su cuello y luego lo beso. —Entonces hay que hacerlo especial... ¿Qué tal si vamos a cenar y luego pasamos una romántica noche juntos?.

—Draven...

—No te voy a tocar aún, se lo importante que es para tu familia la ceremonia... Te prometo que todo será perfecto preciosa...

Sol se abrazo fuerte a Draven. —Estoy tan feliz— Dijo.

Mientras Draven esperaba a los padres de Sol, y hacia una increíble cena para ella; Aira y Samanta estaban en la habitación.

Aunque se habían quitado la ropa para llevar a cabo el coito, eso no había ocurrido.

Sucede que Raven, el cuervo, había llegado en busca de alimento, interrumpiendo la situación.

Aira, noto sangre en una de las patas del animal, por lo que se coloco su ropa interior y se dispuso a darle asistencia.

Samanta lo observo, tomaba al cuervo con tanto cariño, que deseo ser ella quien estuviera entre sus manos.

Entonces, optó por ponerse la remera de Aira y caminar hacia él. Pero en el proceso, sin querer, tiro un cuaderno al suelo del cuál sobresalió una hoja suelta.

Aira volteo a mirar, y la pudo ver levantando las cosas.

—Es algo que escribí por ti— Dijo. — lo que tiene la hoja, lo escribí la noche que te conocí... no te podía sacar de mi cabeza...

Samanta, sonrió y tímidamente se dispuso a leerlo.

"Acabo de ser poseído por el sentimiento del deseo.
Ahora puedo entender a los adictos.
¿Como es posible que unos ojos atrapen de una forma tan letal?.
Santo cielo, estoy desesperado,
He sentido a mi corazón latir y
Yo... pensaba que estaba congelado.
Los placeres carnales no eran algo por lo que me interesaba, creí que eso no era para mi.
Hasta ahora...
No me cabe duda, es una hechicera, lleva la magia en su voz...
ella es el fuego en el que quiero arder,
El mal, que deseo que me destruya,
El arte perfecto que los artistas buscaron sentir el placer de tocar durante tantos años.
Su aroma, es... un néctar, por el que estoy seguro que las abejas podrían matar..."

Al terminar de leer, Samanta se acercó a él y lo abrazo desde atrás.

—¿Quieres que te destruya?— susurró en su odio.

—Sí el precio de ir al paraíso es pasar por el infierno, dichoso, me aventuro a lo segundo... si el precio de que seas mía, es que me destruyas la vida, puedes tomarla...

—¿Porqué?.

—Soy adicto a ti... a hacerte feliz, a tu aroma, risa... A mi reflejo en tus ojos...

—Aira— susurró conmovida Samanta.

Él dejo al ave, para que pudiera ponerse cómodo. Y sentó en sus piernas a Samanta.

—De donde vengo, dirían que estas loco... — sonrió Samanta.

—Podría decir que si, loco... loco por ti...

Se hundieron en un profundo beso, al mismo tiempo que Draven hablaba con los padres de Sol.

Él les ofreció la mitad de su dinero, además, les contó sobre la promesa de Fausto, de que le daría todo. Contando con eso, también les ofreció, casas, autos  y joyas.

—En síntesis, vivirán como millonarios y dueños del pueblo junto conmigo— Dijo Draven. —Sol será mi amante, pero luego, me voy a divorciar y entonces les prometo que ella y yo, tendremos una familia que será líder de este lugar por mucho tiempo.

Aquel pueblo, estaba tan alejado de la cuidad, que parecía vivir en una monarquía absoluta.

Al escuchar todo, los padres de Sol, aceptaron, exigiendo la ceremonia pronto. De esta forma, su familia no sólo comenzaría a gozar del dinero, sino también del poder de estar por encima de los demás.

La familia de Draven al intervenir en varios negocios, de alguna forma se había consolidado con "poder político", algo que le favorecía al momento de querer alguna cosa y convencer a los que vivían allí.

—Lo primero que haré, llenar al menos cinco habitaciones con joyas...— sonrió emocionada Sol.

—¿Eso quieres?— inquirió Draven. Ya saliendo de la casa.

Ella asintió.

—Haré cualquier cosa que te haga feliz. Te daré diez habitaciones llenas de joyas el día de nuestra ceremonia.

—Draven— suspiró Sol— me haces feliz.

—Es lo que quiero, hacerte feliz.

Se despidió de ella, y se dispuso a volver a su casa.

Por su lado, Aira y Samanta, esclavizados por el hambre bajaron a la cocina.

Cocinaron juntos. Hasta que Eufemia apareció.

—No deberías tocar la cocina, eso es de mujer.— le reprocho a su hijo.

—Ah, por eso deseo querer usar falda y pintar mis labios. — tomó a Samanta por la cintura y la llevó hacia él. —¿Tienes labial que me prestes?.— bromeo besando su cuello.

Su madre gruñó fastidiada, mientras ellos reían.

—Solo estoy jugando madre.— deslizó Aira, ya comiendo junto a Samanta.

—Aunque sea un fastidio... tenias cinco años, la última vez que te escuché reír.

Samanta aprecio como el rostro de aquella mujer expresaba resignación.

—¿Todas las mujeres de aquí, están tan resignadas? — inquirió.

—No aceptar nuestro destino, es iniciar una guerra. Incluso si lográramos salir de aquí, hay quienes tienen más de dos hijos... no es fácil.

—No hablo de salir de aquí, sino de cambiar el contexto en el que viven.

—Todas las mujeres de aquí, dependemos económicamente de los hombres para empezar. Puede que en el mundo moderno, las mujeres tengan más libertad, pero aquí no, este pueblo está alejado de cualquier precepto "nuevo" de la sociedad... de cualquier evolución.

Samanta hizo una mueca. —Tal vez... podríamos cambiar un poco este lugar.

Eufemia, dejo escapar una risa burlona.

—Suerte con eso...

—Cuando Draven tenga todo esto, podemos hacer que la situación sea otra para las mujeres...

—Suenas como una loca. Samanta, nosotras aquí, somos menos que nada, ni siquiera podemos elegir que hacer de pasatiempo. ¿Sabes porque vivo con mi amante?.

Ella negó. —Por qué aquí los hombres pueden tener amantes, como si viviéramos en el maldito imperio otomano...

–Ya madre, no la agobies — interrumpió Aira.

—Yo...— Dijo Samanta. —Tuve sexo con tu padre para poder acceder a la información del dinero y así quedarme con todo...— confeso.


ARDIENTE LUJURIA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora