CAPITULO 17

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Draven sonrió satisfecho. Le di un golpe en una de sus nalgas y se fue a bañar.

Samanta, por su parte. Se dispuso a ver algunos documentos.

Cuando Draven salió, la observo concentrada en su lectura.

—Ven aqui— le dijo.

Ella sonrió. Y de inmediato le hizo caso.

Se acomodó encima de él, que solo tenía la parte inferior envuelta en una toalla.

—Hoy iremos a buscar el anillo— Dijo Draven. — el de bodas. ¿Estás emocionada?. 

—Sí, muy... — sonrió Samanta.

Draven, se incorporó lo suficiente para besar su cuello, y darle una que otra mordida.

Ella, acompaño aquello, enredando el cabello de su jefe, entre sus dedos.

—Debes dejar el deseo para después— murmuró Samanta.

—¿Porqué?, quiero cogerte...

—Esta mañana revise el celular del estudio. Santos, se ha comunicado pide un nuevo "cvu" para transferir el dinero, ya que no se siente seguro con el anterior.

—Mierda— murmuró molesto Draven— lo malo de sacar mafiosos de prisión es que todo su dinero es sucio. — sonrió.

—Sabes... mientras arreglas eso, iré a caminar un poco.

Samanta se paró, caminó hacia la puerta pero cuando intento salir, Draven la detuvo.

–Quiero que te quedes conmigo.

Samanta asintió. Y se sentó nuevamente en la cama.

Draven por su parte, marco desde su celular al tal "Santos" con el cuál se dispuso hablar en cuanto lo atendió.

Le paso dos números de cuentas y le dijo que dividiera el pago, para evitar cualquier alarma.

Una hora más  tarde salieron ambos hacia el pueblo.

Samanta observo con atención absolutamente todo el lugar.

Estacionaron, bajaron y comenzaron a caminar.

—¿Quieres un helado?— inquirió Draven.

Ella asintió.

Se desviaron un poco, para comprar y tras hacerlo, continuaron caminando.

—¡wow el cine es como en los 60!— deslizó Samanta, mientras comía su helado.

—¿Quieres entrar?.

—¡Sí!, pero... esta cerrado...

—Eso es lo mínimo.

Draven Tomó la mano de Samanta, cruzaron la calle y caminaron hacia el interior del lugar.

Tal y como había dicho ella, estaba cerrado, pero Draven, se las ingenio para abrir las puertas, un poco, suficiente para que pudieran pasar.

Todo estaba oscuro, con polvo y telas de arañas.

—¿Ya no lo utilizan?— inquirió Samanta, tocando las paredes.

Draven se encogió de hombros.

—No, al parecer... — Draven, caminó hacia un costado —Ven, aquí hay una sala.

Pronto, Samanta pudo ver sillas unidas con tapiz rojos, frente a la gran pantalla.

Se sentó en una de estas sillas, tras sacudirla un poco.

ARDIENTE LUJURIA. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora