Elyon

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"combat, I'm ready for combat, I say i don't want that, but what if i do? 'cause cruelty wins in the movies, I've got a hundred thrown out speeches i almost said to you. Easy they come, easy they go, I jump from the train, i ride off alone, i never grew up, it's getting so old, help me hold onto you. i'v been the archer, i've been the prey, who could ever leave me darlign? but who could stay?"

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Elyon había regresado dos veces a Alariel siendo una persona diferente a la que era cuando tenía dieciséis años.

La primera, cuando regresó de Ilardya, el lugar que le había quitado su inocencia y cordura.

La segunda, cuando regresó de la Isla de las Sombras, el lugar que le había quitado su ser.

Ambas igual de dolorosas, igual de devastadoras.

A la orilla de la playa de Zunn, recordó cómo fue volver a Eben esa primera vez.

Habían sido días llenos de angustia e incertidumbre. Luego de volar con Emil, fue citada por Zelos para declarar en contra de Lyra y relatar todo lo que había sucedido. El tío del Rey pensaba que era lo mejor, para poder darle una sentencia completa a la mujer, pero Emil había insistido en que no era el momento y Elyon lo agradeció, pues temía no poder soltar ni una sola palabra de lo sucedido.

Se le fue asignado un cuarto en el Castillo donde podría quedarse el tiempo que quisiera y cuando por fin se encontró a solas consigo misma, en la tina del cuarto de baño, solo pudo desmoronarse.

La imagen del espejo le había devuelto el reflejo de su cuerpo, marchito, lleno de moretones, rasguños, cicatrices y muy delgado. Había podido contar sus costillas sin esfuerzo alguno. Su mirada lucía desequilibrada, sus manos temblaban y sus uñas rasgaban sin darse cuenta trocitos de su propia palma. Su cabello había crecido muchísimo y le llegaba hasta por debajo de los muslos.

Cuando se metió en la bañera y sintió el agua sobre la piel comenzó a llorar. Jamás había tenido privacidad con Lyra, Deneb y ella siempre se encontraban cerca cuando se aseaba, por si intentaba algo. Ambas la observaban cada vez que se cambiaba de ropas o se peinaba inútilmente con los dedos, con miradas que la incomodaban profundamente. Pensar en estar en un cuarto a solas y tomarse todo el tiempo del mundo en la tina la hizo sollozar con más fuerza.

Esa primera noche estuvo casi tres horas bajo el agua. Se había frotado el cuerpo con fervor, dejándolo rojo y sensible, había sentido la necesidad de sacarse la piel para lavarla de todos los recuerdos que ahora llevaba impregnada en ella, pero tuvo que conformarse con frotar y frotar y frotar frenéticamente. Cuando el sueño comenzó a ganarle, se obligó a permanecer despierta. Se sentía cansada, completamente desganada, pero no podía dormirse. ¿Qué tal si lo hacía y al final todo había sido un simple sueño? Tal vez despertaría al día siguiente aún encerrada, rodeada de cuatro paredes oscuras y una cadena en su tobillo. No.

Jugó con el agua para distraerse, haciendo pequeñas olas con su magia. Observó las gotas caer de sus manos a sus rodillas, lentamente. Contó sus cicatrices, cuarenta y dos en total, desperdigadas por lo largo de su piel, algunas grandes, otras diminutas, algunas recientes, otras viejas. Cuando estuvo a punto de cerrar los ojos por segunda vez, se lavó el cabello, una, dos, tres veces. Cuando terminó, se envolvió en una bata y salió del cuarto.

La habitación, que aún usaba, había sido la misma que le dieron cuando se encontraban en Eben para el Proceso. Observó lo poco que todo había cambiado, estaba segura de que Emil había dado la orden de dejarla tal y como estaba. Revolvió su antiguo armario y encontró los dos vestidos que se había dejado allí antes de partir en la búsqueda de la Reina Virian, los observó con profunda tristeza. Esas prendas ya no le pertenecían.

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