Bastian

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"If only you knew, the sunlight shines a little brighter
the weight of the world's a little lighter
the stars lean in a little closer, all because of you

I want to see you lift your chin a little higher
open your eyes a little wider
speak your mind a little louder
'cause you are royalty"

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-Tres puntos. –

-¿Tres miserables puntos? No, no, no. Es un seis. –

-Tiene demasiada crema y no se siente el gusto a vainilla. –

-Tú no lo sientes y la cantidad de crema es lo de menos. -Se quejó Ezra, sosteniendo el tenedor con los dedos y señalándolo. -Seis es un buen puntaje. –

-Como digas. -Respondió Bastian resignado, dándole un suave empujón.

Caminaron juntos hasta el siguiente puesto y se detuvieron frente a un pastel de color verde chillón. Ezra lo observó de cerca, encogiéndose de hombros. -No creo que sea una mala combinación.–

-Ni siquiera pienso probarlo. –Le susurró a su novio por lo bajo para que el vendedor no los escuchara.

El mayor no le hizo caso y compró una porción, la cortó mientras emprendían la marcha de nuevo, y luego masticó, saboreándose. Tuvo que tragar fuerte para no escupirla en frente de nadie. -Bien, de acuerdo, es un cero. – Ambos rieron y el sonido de la voz de Ezra le hizo cosquillas en las puntas de los dedos, mareándolo un poco. Se acercó apenas a él para darle un corto beso en la mejilla y siguieron caminando, tomados de la mano.

Se encontraban en Amnia, en el Festival del Pastel. Habían decidido tener una escapada romántica luego del anuncio oficial como pareja que habían realizado pocas semanas atrás. En el medio de su paseo, se les atravesó la idea de hacer un pequeño torneo de tartas, compraban trozos de una gran variedad y se disponían a probarlos juntos mientras caminaban, dándole un puntaje. El que obtuviera más puntos, sería el pastel principal de su coronación, la cual sería en menos de una semana.

El lugar era esplendido, lleno de gente por doquier, la luna llena los iluminaba a todos y en el aire se respiraba los diferentes aromas frutales de los pasteles. Algunos ciudadanos los reconocían y los saludaban, otros los ignoraban como la peste y algún que otro le regalaba una corta reverencia a Bastian, algo que lo ponía nervioso y a la vez, lo llenaba de satisfacción.

Las respuestas a su anuncio de pareja habían sido diversas a lo largo de toda Ilardya. A la gran mayoría, realmente no le importaba lo que el futuro Rey hacía o no, aunque sí se sorprendieron de saber que el posible futuro Rey Cónyuge sería un alariense, nada menos. A otra porción de la población, por su puesto, le pareció una aberración por la misma razón. Nadie, en mil años, habría imaginado una pareja real entre ambos reinos y Bastian sabía que la sola idea del Tratado o el Baile del Sol y la Luna no eran la mayor garantía de la paz entre ambos territorios, pero por algo se debía empezar. Un pequeño resto de la población, que incluía a sus amigos, la mayoría de los guardias de su Mansión y el consejo de las Viejas Sabias, lo apoyaban por completo, algo que le daba la confianza necesaria para enfrentar su temida coronación.

Recordó que estaba evitando pensar en ese día y se distrajo observando las manos de su novio, una de las personas que más lo apoyaba y amaba en toda esa travesía que resultaba ser su vida. Ezra no se había despegado de él durante todo el tiempo que tardó en realizar el anuncio y se había quedado en Ilardya para afrontar las posibles consecuencias del mismo. Bastian ni siquiera tenía palabras para agradecérselo.

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