Elyon

56 4 4
                                    


──────────

"take this pink ribbon off my eye

I'm exposed and it's no big surprise

don't you think I know exactly where I stand?

this world is forcing me to hold your hand"

──────────

Elyon no estaba viendo la escena que se desenvolvía delante de sus ojos, no. No observaba la espada de alguien atravesar sin piedad el pecho de Bastian, ni escuchaba los gritos quebrados y lejanos de Ezra.

De un momento a otro, Elyon se encontraba en un mundo lúgubre. El mundo pequeño, frágil y volátil de su infancia.

Estaba de pie frente a la costa de Valias, con el agua salada salpicando sus pequeños pies descalzos. La arena era suave y blanca, sepultada aquí y allí por rocas coloridas y caracoles. Sus manos sostenían un pequeño cristal y su rostro confundido lo observaba.

La Elyon de siete años observaba el elemento que tenía entre sus dedos con profunda intriga. Esa cosa puntiaguda había aparecido justo allí de la nada, mágicamente, delante de ella. La arena se había hundido para crear un hueco uniforme y el pequeño cristal iridiscente había surgido del fondo.

Observó a ambos lados de la playa, distinguió a su padre charlando con un pescador y cuando decidió que no le estaba prestando atención, lo levantó junto a su rostro aún más.

Había estado parada enfrente del océano hacía ya rato, conversando consigo misma, soñando despierta sobre el horizonte lejano que parecía nunca terminar. Había sentido una vez más esa necesidad de sumergirse al agua y ver qué sucedía, pero había sido detenida por su frágil sentido común, la noche se acercaba y no podía regresar empapada a la casa o su madre la regañaría. Aún así, no se movió. Sus pies se quedaron estancados en la arena aunque ella les comandaba moverse. Sus manos, blancas e impertinentes, sostenían el cristal con fuerza.

Volvió a fijar su vista en el horizonte, donde el sol comenzaba a ocultarse dándole paso a la luna, ese astro blanco y redondo que la perseguía. Pensando, llegó a la conclusión de que el cristal seguramente era algún tipo de joya que alguien había perdido y que desearía encontrar, pero Elyon no tenía intenciones de devolverlo. Era precioso, llamativo y cálido. Le pesaba en las manos y lo sentía vibrar, lo calificó como un gran tesoro que ella había encontrado y que ahora le pertenecía.

Dudosa pero excitada se lo guardó en el bolsillo de su vestido para comenzar a marcharse. Cuando pensó escuchar a su padre llamándola a lo lejos, el viento comenzó a soplar. Se volteó para encontrarse con él, pero al hacerlo, se percató de que se encontraba lejos de la orilla. El agua ahora le cubría el torso y apenas podía mantenerse de pie, por lo que comenzó a desesperarse. ¿Cómo se había adentrado al mar, si ni siquiera se había movido? El cristal le ardía entre las ropas.

Intentó calmarse y nadar hacía la orilla, pero se detuvo cuando de repente divisó algo más entre las olas. Pensó que tal vez un barco pirata había perdido parte de su tesoro como en los cuentos que su madre a veces le relataba y ella era quién lo estaba encontrando, pero se equivocó rotundamente al observar entre las líneas de agua salada y las burbujas, un rostro dorado de mujer.

Inmediatamente soltó un grito, que fue ahogado por una ola violenta, luego, más olas le siguieron. Comenzó a ahogarse, tragando agua por la boca y la nariz. Intentó llamar a su padre a lo lejos pero nadie la escuchaba, insistió en nadar como pudo con sus cortos brazos, pero el agua era más fuerte que ella y la arrastraba.

serendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora