Bastian

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"my father never talked a lot
he just took a walk around the block
'til all his anger took a hold of him
and then he'd hit.
my mother never cried a lot
she took the punches, but she never fought
'til she said, "I'm leaving, and I'll take the kids"
so she did,

I say they're just the ones who gave me life, but I truly am my parents' child"

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Bastian Yuenai había usado un total de dos veces su corona plateada, símbolo de su poder.

La primera vez, no pudo mantenerla en su cabeza por más de tres segundos.

La segunda, en esos momentos, solo podía verla con una mezcla de sentimientos que lo embriagaban como si hubiese bebido tres botellas de vino.

Se estaba probando de nuevo ese objeto brillante de diamantes plateados y azulados. Observó la imagen que el reflejo le devolvía y sintió ganas de vomitar o estallar el espejo, lo que sucediera primero. Su cuerpo lánguido y pálido llevaba puesta la misma ropa que había utilizado en el festival de Zunn, solo que ahora iba adornado de ese particular trozo metálico que rodeaba su cabeza y hacía juego con sus ojos.

No sabía muy bien por qué lo hacía. Tal vez por inercia o para intentar dejar de sudar frío cada vez que la veía, pero ponerse la corona al menos una vez al día se había convertido en una especie de ritual que no compartía con nadie, ni siquiera Ezra. La Corona Lunar había sido rescatada antes de que el Castillo fuera demolido y había sido guardada y entregada a Bastian para que él hiciera con ella lo que le plazca. Y había querido romperla, arrojarla al océano para no volver a verla jamás, pero sabía que la corona no tenía la culpa de nada, además de que era un símbolo de su patria, algo que él amaba.

Se encontraba en el camarote de uno de sus barcos, de regreso a Ilardya. Había decidido acompañar a Emil y Ezra en su regreso a casa, pues ellos le habían hecho muchos favores y él pretendía devolvérselos siempre que pudiera. El barco hizo un movimiento brusco de repente y tuvo que hacer un esfuerzo vergonzoso para no caerse. La Corona, de todas formas, seguía intacta, perfectamente posada en su cabeza. Un nudo volvió a formarse en su garganta.

El nuevo consejo de los Viejos Sabios (o tal vez debería llamarlas Viejas, pues la mayoría eran mujeres en las que él había comenzado a confiar de a poco) había decidido que ya era hora de pensar en la Coronación, cosa que Bastian no tenía interés alguno en hacer, aunque tampoco era algo que debía evitar, ya había decidido comprometerse. Pero le costaba pensar en ello, siempre que lo hacía sentía que iba a caer. Sabía que aún no era el mejor momento para realizar el evento, pues la Guerra había acabado hacía muy poco y él no tenía un verdadero hogar para hacer una fiesta, así que deberían esperar a que la nueva Mansión sea construida, lo que tardaría aproximadamente un año.

Un año en el que debería terminar de acostumbrarse a la idea de Reinar.

Recordaba vagamente las clases que había recibido de pequeño, cuando su madre aún estaba viva y lo obligaba a formarse para su futuro. Eran momentos aburridísimos, donde un hombre anciano que seguramente habría tenido unos cien años le contaba la historia de su familia y la de Ilardya con un tono monótono que lo hacía perder todo el interés en los primeros diez segundos.

Solía ponerse una mano en la barbilla y mirar hacia el exterior por la ventana durante toda la clase, sin importarle en lo más mínimo lo que el viejo le decía. Solía observar la luna y las estrellas desplazarse por el cielo hasta que la tortura terminaba.

serendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora