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Cuando le dieron fecha a Joshua para su operación, el pelinegro estaba terriblemente nervioso, se asustaba por algo tan leve como un movimiento rápido y estaba muy callado, mirando hacia abajo todo el tiempo y jugando con sus dedos nerviosos.
Así que Jeonghan tenía que tratarlo como un niño pequeño y él ser su mamá o la maestra cariñosa y comprensible de la escuela, así que siempre le hacía mimos sobre su cabeza, le decía todo con palabras bonitas, le había traído uno que otro poema cursi que lo había vuelto un lindo tomate.
Lo acompañó cada día y cuando llegó el momento en que lo llevaban hasta la sala de operaciones en la camilla, tomó su mano, le sonrío ampliamente y acarició su rostro con cariño.
— Todo saldrá bien, Joshua, verás que después te voy a molestar por lo miedoso que estás siendo en este momento, mi tonto.
— Hannie, te amo, ¿Te le he dicho antes?
— Sí, Shua, cinco veces en los últimos diez minutos, y yo también te amo, Cielo.
— Porque en serio te amo, ¿Sí? Te amo a ti y a tus gorros y a ti sonrisa y a tu positividad y a tu encanto y-
— Si, Joshua, sí, lo dijiste. —dijo Jeonghan con una risa, asintiendo.
— Hannie... —Joshua lloriqueo cuando vio la puerta de la sala de operaciones a menos de cinco metros.
— Joshua, tranquilo, en este momento es donde no debes hacer nada, cielo, todo queda a manos de los que estudiaron años y años y tienen años de experiencia para hacer algo que ya han hecho antes y que no es de las cosas más complicadas que saben hacer y que han hecho, ¿Si? Mira, antes de que te des cuenta estarás conmigo en mi departamento, y dormiremos juntos, ¿Te parece?
— ¿Me estás invitado a follar antes de mi muerte?
Jeonghan golpeó su pecho, las enfermeras que lo acompañaban rieron con el comentario.
— No, te estoy invitando a una pijamada, no podemos follar ni tú ni yo, estúpido.
Joshua hizo un puchero.
— Hannie, tengo miedo...
— Venga, beso de valor. —dijo Jeonghan, inclinándose sobre él para besarlo, Joshua correspondió de inmediato, y se dejó consolar unos segundos en los belfos de su chico bonito, quién al separarse de él le sonrío —. Te veré pronto, vas a ver que van a ser dos minutos sin mí.
— Y después de eso muero. No, idiota. —Jeonghan apretó sus mejillas —. Te amo, Joshua, eres mi niño valiente, ¿Si?
Joshua asintió, y no tuvo más tiempo que para apretar tu manito una vez más antes de que los doctores estuvieran listos dentro de la sala, y solo empujaron la camilla hacia el interior del lugar.
Cuando todo terminó, sin mayores complicaciones, fue trasladado a una habitación, y Jeonghan se quedó a su lado, tomando su mano, escribiendo en su cuaderno hasta que la anestesia pasó, y Joshua abrió sus ojos con torpeza.
— Hola, mi amor. —dijo Jeonghan, con una sonrisa, dejó un beso en su nariz.
— Fue... muy rápido... —habló, algo torpe porque su lengua aún estaba media dormida, y el mayor rio con ternura.
— Te lo dije. —Jeonghan asintió.
— ¿Estoy siquiera vivo? No siento nada...
— Estás en el paraíso y soy tu ángel de la guarda.
Joshua lo miró unos cuantos segundos y parpadeó un par de veces.
— Oh, es verdad... Si es cierto.
Jeonghan se comenzó a reír muy fuerte, porque Joshua lo decía muy en serio, además de que lucía adorable así de confundido.
— Te amo tanto, tonto. —dijo Jeonghan.
— Yo también te amo, ángel.
— ¡No soy un ángel!
— Pareces uno. —Joshua lo miró con fascinación en sus ojitos.
— Soy un hada. —dijo Jeonghan, totalmente seguro.
Joshua frunció el ceño.
— ¿Eres estúpido? Esas cosas no existen.
— ¿Y los ángeles si?
— Estoy viendo uno, dame más pruebas de tus hadas, perra.
— La anestesia te pone más estúpido de lo normal.
— ¿Tu mano está... Pegada a mi mano? Porque se siente raro... —preguntó, frunciendo el ceño mirando sus manos unidas, alzándolas frente a su rostro.
— No, están separadas, mira. —Jeonghan separó su mano para abofetearlo, sin fuerzas pero la suficiente para hacer que suene al golpear, dejando a Joshua confundido y mirando su manito con sorpresa, volvió a reír y se dijo a sí mismo que no se arrepentiría de molestarlo cuando esté más consiente.