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Jeonghan pasó largas semanas en su casa, con Joshua haciendo prácticamente todo por él, aunque el mayor quería disfrutar de su libertad del hospital y que se sentía mejor que nunca, o al menos en lo que recordaba de esos largos últimos años.
Seguía trabajando en su obra maestra, en ese poema, que debía ser tan genial que con solo leerlo no le dieran ganas de volver a escribir otro.
Cada tanto tenía que ir al hospital, le dieron algo de medicamentos que lo ayudaban a que el tratamiento hiciera más efecto, pero no se comparaba a lo que era la quimioterapia, podría decir que ya estaba muy insensible al respecto, así que no sentía mucho.
Dejó su cabello crecer de nuevo, aunque prefería el cabello largo de Joshua, cosa que a veces lo hacía sentir un poco mal, por su cabello fino y bastante corto, pero era cuestión de que el menor dejara besos por toda su cabeza para que riera y se sintiera hermoso.
Fueron tres meses en los que estuvo esperando y perfeccionando su poema, siguiendo el plan que tenía en su mente, había logrado escapar una tarde de la vigilancia y cuidados de Joshua para comprar en una joyería lo que necesitaba para completar todo.
Le hicieron las últimas pruebas para ver su estado de salud.
Aunque se podía ver a simple vista, el color en su piel, el que había subido de peso, el cabello oscuro que llegaba hasta sus ojitos, el que hacia meses que no tenía una hemorragia nasal, el rubor más rojo que antes, tenía más energía, sin duda estaba más vivo.
Estuvo varios días en el hospital, para las pruebas y los resultados.
Joshua estaba más nervioso que él, con la mirada clavada en el suelo de la habitación, mientras movía su pierna con nervios, esperando la noticia que podría ser la última o podría hacer que comenzarán todo de nuevo, y Jeonghan, sentado en la camilla lo miró con una sonrisa tonta, acomodó uno de los mechones de su cabello, que llegaba casi hasta el hombro, detrás de su oreja, captando los gatunos ojitos de Joshua.
— Casi, casi... Pareces una ardillita asustada.
— Soy una ardilla aterradora.
Jeonghan rio, tomó su mano y entrelazó sus dedos.
— ¿Por qué tanto miedo, Shua?
Joshua hizo varios gestos y masculló sonidos raros para no decir nada, haciendo que Jeonghan riera un poco por aquello.
— Solo... En serio no quiero que... Ya sabes, que te vayas. —dijo, casi en un susurro.
Jeonghan sabía cuales eran sus miedos, así que solo asintió, con una pequeña sonrisa.
— Joshua, yo no me iré nunca. —dijo —. Porque hay una parte de mí que está contigo y que vive contigo. —dejó su otra mano en el hombro del menor —. Está en tu corazón y estaré allí todo lo que me permitas quedarme, nene. Y quiero que seas feliz, porque si eres feliz, yo también lo seré, y en tu corazón, donde aún viviré, lo sentiré también.
Pequeñas lagrimitas se asomaban por los ojitos del menor, Jeonghan dejó caricias en su meilla y el pelinegro apretó su manito.
— Eres fuerte, más de lo que crees, más de lo que aceptas ser, y la prueba de eso es todo por lo que has pasado, y has llegado hasta aquí, solo queda seguir hasta los días mejores, porque habrá días fantásticos, y yo también los viviré contigo, porque te estaré acompañando, y cuando me recuerdes con una sonrisa, yo también voy a sonreír contigo, y también tienes que aceptar que no todo lo que vivimos juntos es triste para que llores. Vale la pena sonreír.
Joshua en verdad, sí estaba llorando.
— Oh, nene tonto. —Jeonghan [o abrazó y Joshua escondió su rostro en su pecho —. Estará todo bien, bebé, lo prometo. Te amo, amor, y eso no cambiará nunca.
Joshua tembló en el abrazo.
— Jeonghan... Ya me estás asustando de nuevo.
— Te estás asustando solo, tonto. —dijo Jeonghan con una risa —. Necesitabas escucharlo. Yo estaré bien, ya verás, ¿Cuánto apostamos?
— Una verga apostamos, idiota. —Joshua estaba sensible y Jeonghan se lo tomaba todo a juego, y él solo lloró más fuerte y lo abrazó por la cintura.
— Oh, es un buen trato.
— Salgo con un tipo con ninfomanía... De puta madre.
