¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— Hannie, ¿Desde hace cuánto lo sabes? —preguntó Joshua, el mayor estaba sentado en su regazo, recibiendo mimos en su espalda y en su corto cabello morado.
Su chico bonito había llorado por mucho rato, una hora o más, y Joshua lo había consolado y repetido una y otra vez que no lo abandonaría y que lo amaba más que todo lo que estás pasando, que era más valioso que eso y no podía desperdiciar una joya como él, porque sino, será el más grande de los idiotas.
Después de su última relación, no podía culparlo de que tuviera miedo de algo así, por lo que no se lo tomó personal y solo se encargó de recordarle la verdad.
— Que la quimio no estaba funcionando... Lo sé desde antes de que te operaran, y que va no había nada que hacer por mí... Unos días antes de que te dieran al alta.
— ¿Y por qué no me dijiste? —murmuró el pelinegro, aunque ya se hacía una idea de la respuesta.
— Porque no quería hacerte mal.. Y ya te estabas recuperando, una noticia así iba a hacer que empeores y no quería que siguieras enfermo...
Joshua acarició sus mejillas.
— Es muy dulce de tu parte, nene. —dijo, haciendo que sonriera —. Eres un amor, Jeonghan, desde el primer día que te conocí lo supe.
— ¿Ya te vas a poner sentimental? —dijo Jeonghan con una sonrisa penosa —. Guárdalo para el discurso en mi funeral, Joshua, no... —el beso del menor sobre sus labios lo hizo callar —. J-Joshua... —murmuró contra sus labios.
El menor insistió hasta que Jeonghan siguió el beso, moviéndose suavemente a la par y con tranquilidad, se besaron por largos segundos hasta que consideraron que era suficiente.
— ¿Ya no puedo ponerme sentimental con mi novio?
Jeonghan sonrió con algo de pena, el rubor subió a sus mejillas.
— Joshua... Eres muy bueno y quiero que siempre recuerdes que te mereces esto. —tomó su mano y entrelazó sus dedos —. Mereces sanar y mereces vivir y mereces ser feliz.
— Tú también lo mereces, Jeonghan.
Jeonghan bajó la vista a sus manos unidas, y protegió entre sus manos la mano del menor antes de suspirar de forma pesada y murmurar:
— A veces no siempre tenemos lo que merecemos, y no hay nada que hacer con ello, por eso... Es mejor disfrutar de lo que queda.
