Cap. 2; 𝗟𝗼𝘀 𝗣𝗲𝗰𝗮𝗱𝗼𝘀 𝘆 𝗹𝗮 𝗣𝗿𝗶𝗻𝗰𝗲𝘀𝗮

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— ¿Caballeros... Sacros?— pronuncia con temor la chica ganándose una mirada de las otras dos personas.

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—Oigan, no creo que salgan— hablo uno de los caballeros al ver que nadie responde a su llamado.

—Por cierto ¿Cuando construyeron una taberna sobre está montaña?— duda otro caballero de la orden.

—Ahora que lo dices, no estaba hace tres días que pase por aquí— piensa otro de los hombres.

— No bajen la guardia, nos enfrentamos a un caballero sacro qué servía directamente al rey hace diez años— ordena Alioni, el capitán del grupo.

— Tranquilizate Alioni, ya debe de estar muy viejo— supone uno de ellos.

— Tiene razón, no es rival para nosotros. Fuimos entrenados por el mismo Twigo— presume el otro.

— No deben subestimarlo— advierte mirándolos de reojo— Se los dije antes, hace diez años, docenas de caballeros ¡fueron masacrados en un instante! ¿Qué no entienden?

— Oye, Alioni— llama el más bajo.

— ¿Que quieres?

— Solo me pregunto si eso no es algo exagerado— se rasca la cabeza mirando a su capitán.

— Ah. ¿Que quieres decir?— mira ofendido a su compañero.

— Según he escuchado un caballero sacro equivale a cien soldados ordinarios ¿Cómo matarían a una docena?— analiza el caballero.

— ¡Yo los vi con mis propios ojos!— se defiende alterado.

— Calma, calma por ahora es mejor mantenerse tranquilo, muchacho— sacude sus manos para tranquilizar al más joven— Nosotros nos encargaremos ¡Oye, sal de ahí!

— ¿Tú gritaste?— Meliodas sale junto a su prometida.

— ¿Ustedes quienes son?— cuestiona atónito por las jóvenes apariencias.

— Somos los dueños de está taberna— habla con voz neutra la mujer presente.

— Como sea ¿Donde está el caballero oxidado? Háganlo salir— ordena con seriedad. Meliodas suspira.

— Puedes salir— gira la mitad de su cuerpo hacia dentro del negocio. Zaenna muerde su lengua para evitar carcajearse ahí mismo.

— ¿Me llamaste?— comenta el cerdo con partes de la armadura de la chica desconocida en su cuerpo— Soy Sir. Hawk, el caballero.

— ¿Cómo... El cerdo es uno de los pecados capitales?— pronuncia sin poder creerselo el caballero de baja estatura.

— ¡Por supuesto que no!— corrige el capitán

— Pero como te atreves, soy el capitán de la orden de las sobras— dice su título autoproclamado con orgullo.

— Esa orden no existe— dice molesto el caballero.

— Si quieren puedo hacer un asado de cerdo con el— el rubio señala al animal.

— ¡Haber si ya dejas eso!— chilla enojado.

— Ven aquí, como te atreves a burlarte de los caballeros así— dice furioso tomando el cuello de la camisa de Meliodas alzandolo con facilidad. Zaenna apretá el cuchillo detrás de su espalda contando los números para relajarse y evitar rebanar al caballero que sostiene a su pareja.

𝗠 𝗢 𝗡 𝗦 𝗧 𝗘 𝗥 ;; 𝗡𝗡𝗧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora