Veintiséis

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Una semana después.
-Te dañas fácilmente Animal -logró escuchar, entrecerró los ojos y otra oleada de sangre brotó de su garganta. Vomitó y esta vez la sangre salió más rojiza de lo habitual-. Pero resistes. Resistes de una manera sorprendente.
Dejó caer la cabeza en el suelo con lentitud, el entorno a su alrededor lo estaba mareando, lo estaba ahogando. No sentía sus piernas, ni sus brazos, literalmente no sentía su cuerpo. Taemin gimió de dolor, el nudo en su garganta le dolía, la garganta que poseía ya estaba al rojo vivo de tanto vomitar. Su mano temblaba, sus ojos llorosos no lograban ver los dedos sucios en bilis, las uñas rotas. Volvió a meterlos en su boca y presionó con tanta fuerza que la sangre empezaba a chorrear por la comisura de sus labios. Su estómago se revolvió, seco. Seco en líquido. Ya no tenía nada más que bilis para expulsar. Ya tenía la garganta destruida y sin embargo, le dolía. Le dolía las tripas con fuerza.
-Mira nada más, cosita -lloró con fuerza, tan asustado que siquiera pudo alejarse de aquellas manos grandes. Callosas. Esas manos diabólicas que lo mataban sin tocarlo-. Vamos, no fue para tanto.
Abrió los ojos, ya rojos, ya irritados por tanto llorar. Muchas de las heridas que Minho le había hecho estaban sanando, muchas de sus cicatrices estaban resaltando. Pero ni los cortes, ni los golpes, ni la violencia de Minho competía contra la del teniente. Llevaba más de siete días ganando peso, comiendo, curando sus heridas. Se suponía que era un regalo de bienvenida por parte del Teniente. Una semana en el paraíso.
Paraíso. Qué reverenda mierda para Taemin.
Porque ese paraíso no era más que sufrimiento garantizado, una deuda que debía pagar más tarde. Porque hoy había ingerido algo que no debía, algo que lo estaba matando por dentro. Lo paralizaba, lo estaba paralizando de pies a cabeza y no sabía si ya lo había sacado. El charco de vómito sangriento manchó su piel, se volvió, tan cansado y mareado que la cabeza le reventó por sólo levantarla un poco. Observó aquella sonrisa, aquellos ojos. Una mirada que lo aterraba por completo.
-Cachorro... -susurró, acercándose hacia él, lo tomó de la barbilla-. Desde hoy sólo serás Animal. No tendrás nombre más que ese, ¿Sí? Cosita...
Los labios de Taemin temblaban, su garganta le dolía tanto que sentía la sangre en su lengua. Recordó a Minho, en su imperfecta belleza cubierta de cicatrices, traumas y dolores. En su extraña forma de ser. Se sentía fatal, quería llorar tanto. Quería arrancarse los ojos. El teniente no era nada parecido a Minho, la violencia... La violencia lo enloquecía por completo, porque no eran golpes suaves, no eran mordidas fuertes que se calmaban con un beso. Ni lamidas... No era nada. Recordaba patente el día que se atrevió a hurgar en el pasado de Minho, aquella vez que lo estrelló contra una pared y casi le rompía el cráneo. Esa... Esa fuerza bruta era la intensidad cotidiana con la que estaba viviendo en estos instantes. Esa era la forma que tenía el Teniente Park en tratar a un simple animal.
-Púdrase... -susurró tan bajito que dudó que sea escuchado. No lo miró a los ojos, sin embargo, sintió cómo su cuerpo se arqueaba de impacto cuando una patada lo arrastró contra la pared. El aire se fue de sus pulmones, sus manos temblorosas fueron hacia su estómago. Y Taemin, pobre Taemin, levantó aquella camiseta manchada de sangre fresca, y pudo notar la gran mancha rojiza y violácea que se alzaba en su piel. Quiso vomitar, quiso sacar algo cuando ya no había nada más. Se acurrucó y sintió la bota militar presionar su cráneo.
-Escúchame mierdita, aquí los animales pútridos e inútiles perras no tienen derecho a soltar palabra cuando no se les da el consentimiento, menos cuando estos no están bien entrenados -lo tomó del cabello y lo levantó con violencia del suelo, Taemin gritó con fuerza, llorando y sollozando de ira, de miedo, y de terror-. ¿Ahora lloras?
-É-él acabará contigo... -susurró como pudo, agarrando las manos del Teniente con fuerza. Sintió las heridas cicatrizadas de sus rasguños-. Minho te destruirá por todo lo que haz hecho. Limpiará su conciencia con tu estúpida sangre enferma, maldito viejo infeliz.
Le escupió en el rostro. La sangre manchó las mejillas del hombre y Taemin cayó hacia el suelo. Retrocedió de inmediato, asustado y con la adrenalina al cien en sus venas. No podía atacar al hombre que dañó a Minho, pero el vómito verbal de su ira arrasó con su uso de razón. Se quedó perplejo cuando lo oyó reír. ¿Qué había hecho?
La cabeza le palpitaba con fuerza, los ojos le ardían. La figura del teniente se borraba de a rato, su voz... Aquella voz gruesa, lenta. Intentó levantarse, sus manos se aferraron a la cama que tenía en una esquina. El cuerpo de Taemin crujió con fuerza, se tambaleó y su vista se clavó en el hombre.
Se encogió de hombros. Su espalda se arqueó cuando el teniente se acercó a él. Taemin tuvo que levantar la mirada llorosa y roja, apretando los dientes, clavando las uñas con fuerza en su propia palma. No quería temblar. No quería temer. El teniente apoyó su frente contra la de Taemin, clavando sus ojos grises, vacíos en aquellos. Su cuerpo se paralizó, su piel se erizó por completo en un miedo profundo, las lágrimas resbalaron cuando el tacto de aquél volvió a tocarlo. Suave. Tomando sus caderas, presionando la cintura de Taemin contra su cuerpo. No podía hablar. La lengua se le trabó dentro de la boca, un nudo enorme creció en su garganta. Toda la osadía que sintió parecía haberse esfumado de él.
Cerró los ojos, apretando los labios. El cuerpo de Taemin fue aprisionado contra otro, se sintió invadido, asfixiado. Apartó la cabeza cuando unos labios despiadados dejaron escapar aquellos dientes que marcaron su cuello. Jadeó, doloroso, Taemin abrió la boca intentando tomar bocanadas de aire, sus brazos fueron tomados con fuerza por otros y el movimiento se le fue privado. El chico intentó apartar su piel de aquellos dientes. Mordía con fuerza, sentía cómo su carne estaba siendo destrozada, no se podía mover. Sus dedos clavaron sin piedad aquellas uñas rotas, las lágrimas caían por sus mejillas y pequeños chillidos salían de sus labios.
Fue levantado, tan de golpe que Taemin puso los ojos en blanco, un grito desgarrador brotó de su garganta, sus brazos se aferraron a aquél cuerpo por puros reflejos. Sintió como los dientes se despegaron de su piel, como la sangre empezaba a salir a borbotones por toda la herida. La vista de Taemin se nubló, sus manos temblaban, no se dio siquiera cuenta de que fue dejado en la cama. Recostado. Veía manchas negras, el rostro borroso del teniente dejaba ver una sonrisa. Las pupilas de Taemin estaban dilatadas, y su fuerza se había reducido a leves movimientos vagos.
-Animal... -escuchó susurrar. Taemin ladeó la cabeza, sintió cómo sus piernas eran tomadas con facilidad, como las caderas del teniente se presionaban en su entrepierna. Las manos de Taemin fueron agarradas y unos dedos se entrelazaron con los de él, apoyados sobre su cabeza-. Así me gustaba tenerlo. ¿Lo ves animal? Así me encantaba.
Taemin arrugó el entrecejo y su espalda se arqueó débilmente. No tenía fuerza, se sentía tan cansado y adolorido que sólo quería cerrar los ojos y no despertar. Volvió a sentir presión en su entrepierna, y presionó con fatiga las caderas del teniente. Quería llorar. Quería gritar y golpearlo. Pero se sentía tan cansado. Tan de repente.
Las lágrimas resbalaron por sus mejillas cuando sintió sus labios en su mejilla, lamiendo su piel, manchando con su propia sangre. Se había desgarrado la garganta buscando eliminar aquella droga, había vomitado sangre. Sus manos fueron liberadas y se posaron en el rostro del hombre, Taemin abrió los ojos. Quería alejarlo.
-No... -susurró-. N-no...
-No me mires así -escuchó, sintió cómo sus pantalones eran bajados. Taemin levantó la cabeza, desorientado, palpitaba con tanta fuerza que no pudo soportarlo y volvió a caer contra la cama. No sentía sus piernas-. Quiero ver de qué manera te adiestró Minho...
Taemin abrió los ojos, no podía despegar su mirada de aquél rostro. Veía constantemente como este sonreía, sentía cómo su ropa le era arrancada. Y se sentía tan débil como para luchar. Se opuso, trató de gritar y sus reclamos sólo llegaban como susurros. Sentía su piel, sus toques, sus dedos. El frío atravesó toda su cintura para abajo. Sin ropa, sin nada. El rostro de Taemin se transformó por completo en una mueca, lloroso, asustado y aterrado. Apartó la mirada cuando la camiseta que traía se le fue arrancada, rota por completo. Su cuerpo tembloroso, asustado frente al hombre que fue causante de las desgracias de Minho.
Los ojos de Taemin, grandes, ansiosos de terror, miraban al teniente. Lo miraban con tanta intensidad, gravando aquél rostro en su mente con hierro. Y lo recordó, recordó aquella vez cuando se levantó en medio de la cama, escuchando el leve sonido de la música clásica. Recordaba haber visto a Minho parado frente al espejo del baño. Había notado su temblor, su vista negra se clavaba en su reflejo con odio. Y se preguntó. Se preguntó si veía lo que él ahora estaba viviendo.
Aquellos ojos grises. Aquella mirada.
Taemin empezó a llorar con fuerza.
-Tu cuerpo es una obra de arte, Animal, mira estas marcas... -sintió cómo una mano recorrió su pecho por completo, y se detuvo en aquella cicatriz. En el nombre de Minho-. Él solía tener marcas hermosas. Algunas resaltaban más que otras. Pues claro, fue animal de cinco hombres. Y resistía. Nadie podía destruir su identidad, no podíamos hacer que la olvidara.
Tragó saliva, imaginado a Minho, delgado, joven. Rodeado de cinco hombres que abusaban y lo destruían de la peor forma. Desquiciado. Sometido por completo. Dañado hasta la última pizca de humanidad, sintió pena. Sintió vergüenza. Recordaba haberle gritado violador, recordaba aquél día, ese día donde cumplió los dieciocho años rodeado de sangre, gusanos y el aroma a muerte en el ambiente. Estaba tan equivocado.
Tan equivocado en ese entonces. Quiso escupirse, golpearse. Tantos traumas habrá tenido, tanta fuerza y tanta extraña bondad tenía con él, cuando sólo le devolvía las gracias a golpes.
-Por lo que veo le gustaba esta parte eh... -susurró ladeando la cabeza, Taemin sintió unos dedos acariciar la piel dañada de su pelvis, sentía como la mano de aquél enterraba las uñas en su cintura, con fuerza, con total firmeza. Sus ojos llorosos lo veían borroso, la cabeza le palpitaba y su corazón agitado juraba explotar en cualquier momento. Giró su cabeza y sus piernas fueron nuevamente tomadas, el tacto húmedo de la lengua ajena recorrió su pecho, su estómago y detenerse en aquél territorio donde tantas veces sintió placer junto a Minho. Apretó los ojos, y trató de levantar las manos, sus dedos rozaron el cabello del Teniente, se detuvo y buscó presionarlo. Sentía sus besos, su lengua, sus dientes morder la piel. El ardor en las heridas antiguas impulsaron su cuerpo de repente. Su espalda se arqueó y las lágrimas brotaron con más fuerza.
-P-por favor... Por f-favor no... -susurró, observó su mirada, gris, fría. No se dio cuenta cuándo la sangre brotó de su piel-. No...
-¿No qué? -sentenció, Taemin volvió a retorcerse, se sentía tan cansado, tan ansioso.
El cuello de Taemin estaba mojado en saliva, la sangre de las heridas rojizas apenas se notaban y su garganta se oprimió cuando una mano lo tomó con cierta presión. Sus oídos escucharon el leve sonido del cierre del pantalón del hombre ser bajada. Relamió sus labios, tan secos, el mundo a su alrededor daba vueltas, sus ojos no veían el momento para poder cerrarse en un profundo sueño artificial, se sentía débil. Se sentía como un muñeco de trapo.
-¿No qué, Animal? -volvió a repetir, fuerte, duro contra su rostro. Los dedos que rodeaban su cuello presionaron con fuerza, la garganta de Taemin ardió de un dolor tan puro que las ganas de toser crecieron en su interior. Sus manos rodearon el brazo, débil, inútil. Incapaz de poder sacarlo de encima suyo, de gritar, de correr por sí solo sin tropezar. Sus lágrimas cayeron con lentitud, su corazón se oprimió con fuerza.
Cerró los ojos al sentirlo, cerró sus sentidos, su razonamiento artificial. Porque las mordidas volvieron, tan fuertes, desgarradoras. Porque Taemin volvió a sentir la respiración de alguien más ansiar su piel, la sangre brotaba con rapidez y no había beso alguno que calmara con el dolor.
No había nada.
Porque después de una herida había un beso. Una caricia. Un susurro. Un cachorro y su maldito dueño. Y sin embargo, el mundo actual al que fue sometido sólo le entregaba heridas, golpes, llantos. Y lo único que oía en su entorno era aquella palabra. Lo único que veía era aquél rostro fruncido, aquellos ojos que no despegaban su vista de él.
Lo único que sentía eran las gotas de sangre que cayeron por su rostro. Espesas. De un rojo intenso que resbaló por su mejilla. Y lo oyó susurrar despacio, tan bajito, tan minúsculo.
-... Limpiaré tu conciencia con su sangre.
Abrió los ojos, débiles, cansados. Y no entendía. No entendía.
¿De quién se tenía que liberar?

Violencia Animal (adaptación 2min)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora