Trece

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Eres mi animal. No tienes identidad propia porque me perteneces. Sólo eres mi bonita liebre y ahí es donde acaba tu personalidad. Sólo eres Minho. Nada más. Cuando terminemos el Servicio Militar vendrás conmigo. Sólo conmigo, te reclamaré ante todos y ellos ya no pondrán sus manos en ti.

Abrió los ojos.

Se despertó entre el aroma de la sangre y madera húmeda en las fosas nasales. Miró a su alrededor y captó a Taemin a un lado de él. Minho lo observó por unos segundos, viendo a su animal cubierto de marcas y sangre. Estaba desnudo y las sábanas se manchaban de aquél rojizo exquisito que tanto le gustaba. Las manos del chico rodeaban su brazo e intentó sacar sus piernas de entre las suyas.

Minho empujó a Taemin lejos de él.

Lo ignoró y se levantó de la cama. Se sentía molesto, irritado y aturdido. La garganta le jodía y las ganas de ir a desquitarse con el desayuno que esperaba ser asesinado no se le iba de la cabeza. Se puso los pantalones y frotó su rostro, algo no andaba bien.

Lo sentía. Y lo sentía en aquél animal.

Se volvió hacia Taemin.

El chico dormía, se veía tan cómodo entre su propia sangre y heridas que Minho se convenció que no había hecho nada malo. El cabello desordenado, su rostro sereno, tuvo que inflar el pecho para recordar el bonito aroma que traía el día anterior, el cuello marcado, ensangrentado y herido. Se volvió y caminó hasta el baño.

Llegaría el día en el que ese bonito cachorro olvidaría completamente su identidad. El día donde vería esto como algo cotidiano.

Minho levantó la mirada, enfrentando su reflejo en el espejo y se vio el rostro cicatrizado de un lado.

Se miró el pecho, el cuello, los hombros y las clavículas.

Marcas. Cicatrices. Heridas profundas y mordidas.

Algo cotidiano.

Aún cuando las veía notaba como cada una ardía en su interior. Con aquella llama pequeña y desgarradora que le gritaba recuérdame.

¿Ves estas marcas, esta herida que sangra? Esto es lo que verás por siempre. No llores por lo que te hicieron, llora porque algún día las verás viejas y cerradas y sabrás que ya terminó.

Cerró los ojos y se apoyó en el lavabo. Hacia meses que su cachorro se encontraba con él, semanas enteras donde la convivencia fue una lucha para ambos. Puesto que Minho odiaba la irritación que Taemin a veces causaba en él, aborrecía por completo sus mañas.

Y lo que más odiaba era que tenía que cumplirlas.

Su pecho se infló en un torrente de aire y fue liberado en una estocada, Minho caminó hasta la habitación con lentitud, la serenidad colapsó en su interior como una bomba y estaba decidido a estar un rato con su animal. Ya mucho lo había dejado descansar. Se detuvo en el umbral un segundo antes de abalanzarse y devorar ese cuerpo.

Lo notó.

Su cuello se giró unos grados de forma lenta, mientras sus ojos negros se clavaban en aquél objeto como si fuera la peor calamidad de la vida. Estaba ahí, recordando lo que alguna vez había sido en el pasado. Ahí, marcando su alma de lo que se había liberado.

Esa cajita. Esa puta cajita que contenía la razón por la cual no recordaba ni una pizca de su identidad como persona.

Ahí estaba el animal.

Ahí estaba el único objeto que lo marcó como prisionero de hombres. Y venía a atormentarlo.

¿Acaso... Acaso Taemin lo había sacado? ¿Acaso ese animal tuvo la osadía para tocar algo prohibido? ¿Aquél animal, aquél perro cochino y estúpido tuvo el pudor de tocarlo con sus manos, con aquellos dedos manchados de sangre?

Violencia Animal (adaptación 2min)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora