17. Protección

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En el vuelo de regreso a New York.

Momo, Sana y Dahyun estaban sentadas en ese orden en una fila de tres asientos al final del avión que las iba a llevar de vuelta a la ciudad donde habitaban. Las tres estaban de brazos cruzados y portando un ceño fruncido que se veía habitualmente en la Japonesa, de vez en cuando en Sana y raras veces en la bailarina. Al mismo tiempo, las tres chicas, miraban fija e intensamente a la fila de adelante, pareciera que cada una con su mirada quisiera derribar el asiento que tenían enfrente. Cada pocos minutos resoplaban exagerada y coordinadamente tratando de hacer notar su malestar. Al parecer, como los resoplidos no funcionaban, Momo y Dahyun miraron a su amiga sentada entre medio de ellas para que tomara otro tipo de iniciativa. Sana aceptó la responsabilidad que le fue dada y con su pie derecho le dio una fuerte patada al asiento que tenía adelante, nada pasó. Sana apretó sus labios y ayudada por los brazos de su propio asiento, tomó más impulso, y le dedicó una, aún más fuerte que la anterior, patada al objeto de su ira, pero nada. El asiento vibraba un rato, pero luego se quedaba quieto como si nada y el rostro familiar que las chicas esperaban ver tras el impacto, no se hacía presente.

La empresaria miró a sus amigas buscando apoyo y ambas asintieron. Con su mano Sana contó hasta tres, al tercer dedo levantado las tres chicas tomaron impulso y le pegaron una patada al asiento del medio de la fila de enfrente. Rápidamente volvieron a su pose inicial de brazos cruzados y se hicieron las desentendidas. Si el chico de seis filas adelante se había parado de su lugar para ver qué pasaba, el cuerpo que tenían en la fila de adelante también lo tenía que hacer.

Y así fue. Una cabeza pelicastaña apareció detrás del asiento golpeado, al parecer se había arrodillado en su propio asiento para poder prestarles atención a las chicas. Con una sonrisa pícara, con cabeza torcida y boca abierta, Tzuyu las miró una por una.

- ¿Si? ¿Necesitan algo? ¿Pasa algo? - les preguntó. Por más que Tzuyu ya sospechaba porqué venían las patadas, tampoco estaba dispuesta a meterse en ese terreno con tres mujeres que eran capaces de derrotar a Spartacus tan solo con sus filosas lenguas y sus miradas atemorizantes. La pelicastaña era un poco boba pero tampoco tanto.

Sana y Momo resoplaron y hablaron a la vez.

- No pasa nada... ¿Acaso nos tendría que pasar algo? - Contestó Sana sin mirar a la chica.

- Lo que pase no es de tu incumbencia, rarita, ¿Por qué debería de importarte a ti? - Le dijo Momo mirando sus uñas.

Cuando la tatuadora miró a la bailarina buscando la respuesta que faltaba solo la encontró mirando para otro lado de forma enojada y balanceando su pie derecho fuertemente.

Tzuyu subió sus hombros y volvió a su asiento como si nada. Agarró el cuaderno que había dejado en el asiento vacío de al lado y siguió concentrada en su dibujo. Le estaba dando los últimos toques al ángel arropado con sus propias alas y estaba quedando perfecto, de hecho hubiera quedado perfecto si no fuera porque otra fuerte patada en su asiento hizo que la nariz del pequeño niño ángel sufriera una cirugía de urgencia y una de sus alitas sufriera una grave mutilación. El angelito estaba listo para protagonizar una película de terror o peor aún, listo para protagonizar algún tipo de comedia romántica lamentable de esas que tienen cientos de miles de protagonistas cruzándose entre ellos y nunca terminas de entender sus vínculos.

En fin, la pelicastaña inspeccionó su dibujo por última vez antes de enfrentar a las tres pasajeras ubicadas detrás de ella que claramente estaban fastidiadas y requerían su atención. Se estaba por poner de rodillas cuando por el último vistazo al dibujo se le ocurrió una idea.

- Una de sus alas podría... y tal vez sus ojos... - volvió a acomodarse en el asiento, buscó una hoja nueva y empezó a dibujar como si no hubiera un monstruo de tres cabezas intentando devorársela por ignorarlo.

'I am not for you | SatzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora