Golondrinas de cristal

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El tiempo había pasado, peligrosamente silencioso y raudo. Las líneas marcadas en su rostro y sus cabellos en matices grises eran la prueba de ello. Harry envejeció, lo podía ver cada mañana frente al espejo. Era su reflejo recordándole todos los años que pasaron.

Cincuenta años hasta el momento.

Vivía en un departamento modesto, y con el espacio suficiente para él y Renzo, su pastor alemán que envejecía a la par de su dueño.

No existía las explicaciones concretas sobre lo que le había ocurrido desde que firmó los papeles de divorcio. Sólo se percibía a sí mismo como un hombre en sus cincuentas, divorciado, que aún intentaba afrontar las consecuencias después de todo. La merecida factura por una infidelidad que terminó siendo una carga sobre sus hombros que no pudo dejar de lado.

Tomar terapia ayuda, pero no garantiza que se pueda sanar y Harry no sanó por completo. Las auto recriminaciones y el arrepentimiento constante le ocasionaron momentos esporádicos de desconcierto, donde la falta de concentración le fallaba en el trabajo o en sus actividades diarias. Las pesadillas siendo brumas oscuras y espesas lo absorbían en medio de las sábanas, cada noche.

Aquella cama de plaza y media que había comprado permaneció vacía a su costado, hasta que adoptó a su fiel mascota que ahora se acurrucaba junto a su cuerpo, recordándole que no estaba solo.

Las sesiones de terapia siempre variaban en torno al mismo consejo del profesional que lo atendía: Debe perdonarse a sí mismo, Sr. Styles. Lo repetía con una sencillez increíble.

"¿Cómo puedo lograr perdonarme?" Le había preguntado al terapeuta en más de una ocasión.

La respuesta más reiterativa fue: "El tiempo" pero no le había ayudado. De alguna forma, tal vez poco realista de su parte, decidió creer firmemente que el tiempo se había convertido en su enemigo personal.

Pero fue ese mismo enemigo quien le dio una respuesta que al principio le costó entender, y es que el tiempo pasa, y nunca perdona. Es un silencioso y cruel aliado, como la conciencia misma que va susurrando que la vida es más corta de lo que se puede pensar.

"Me lo merezco, lo sé" Se repetía como consuelo antes de meterse a la cama, cuando Danny le enviaba alguna fotografía reciente. Mientras observaba la imagen de su hijo fue consciente de que su cachorro crecía, así que tomó la determinación de hacer al tiempo su amigo. Es de las pocas cosas que uno conserva hasta el final de sus días después de todo. Tiempo.

Si no era el perdón, debía ser la aceptación haciendo fachada de una triste resignación.

Sin embargo, no fue algo fácil de alcanzar. Se puede engañar con palabras y sonrisas, pero, el momento en el que todo es nada y dónde se supone tendría un descanso, no parecía cooperar al final del día. Primero llegaba el insomnio y después las pesadillas.



Siempre despertaba con el corazón acelerado, sudando y con la respiración agitada.

Parecía estar atrapado en un bucle. Los mismos escenarios, los mismos diálogos y los mismos personajes...

Veía el amanecer desde su cama, los rayos de sol acariciaban las cortinas y sus brazos se sentían cálidos, y no era obra del astro rey anunciando el nuevo día. Era Louis quien reposaba a su costado, acurrucado y con el rostro sereno, ese ligero peso que sentía sobre su pecho era su cachorro -un bebé regordete y adormilado, con su pequeña boca entreabierta-. En la siguiente escena veía el comedor de su antigua casa, donde le daba de comer a su hijo una papilla de manzana. El sabor del tocino y lo crujiente de las tostadas y el aroma del café... todo parecía real. Hasta el paseo familiar.

《𝘾𝙤𝙥𝙖𝙨 𝙙𝙚 𝘾𝙧𝙞𝙨𝙩𝙖𝙡》Omegaverse [L.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora