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Desperté en el frío suelo del hospital, mis manos estaban heladas y no había nadie más alrededor. Escuché gritos que parecían alejarse cada vez más. Me sentía perdido y desorientado, me levanté del suelo sintiendo una descarga eléctrica cada vez que pisaba el suelo e intenté dirigirme al lugar de dónde provenían los gritos, cuando por fin logré encontrar la habitación. Mi madre estaba allí dentro, llorando y yo me acerqué a ella en busca de respuestas.

¿Mamá? ¿Qué sucede, porqué lloras?
pregunté preocupado. No contestó en cambio, se levantó de la camilla y caminó hasta el pasillo por el cual había ingresado y me señaló otra habitación, sentí curiosidad por lo que había dentro así que entre dudas me encaminé hacia ella. Al entrar, vi a un chico allí, pero su rostro estaba borroso, no podía reconocerlo. Una extraña sensación me invadió, intenté acercarme más, sin embargo no pude hacerlo, pero pude reconocer esas facciones, a pesar de ser borrosas pude reconocer que esa persona era yo mismo. Traía puesta la ropa de hospital y estaba aparentemente, ¿dormido? Parecía tranquilo. La pregunta surgió en mi mente: ¿Estaba muerto acaso?

Sunghoon. ¡Despierta, por favor!

Alcanzaba a oír una voz lejana. Pero no veía al dueño de ella.

Las voces a mi alrededor seguían llamándome, instándome a despertar. Intenté comprender lo que estaba sucediendo, pero todo parecía confuso y difuso. ¿Cómo había llegado allí? ¿Qué había pasado? No pude evitar sentir miedo y preocupación por mi mismo.

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Me desperté con la respiración agitada y la frente sudada, observé en ambas direcciones y no tarde mucho en darme cuenta que seguía en el suelo del hospital. Me levanté rápidamente del suelo y me acerqué al joven doctor con preocupación, ni siquiera me tomé el tiempo de preguntarle desde hace cuanto llevaba observándome

¡Doctor! ¿Cómo está mi madre? ¿Puedo verla?

El doctor miró a Joven Park con calma y comprensión.

Joven Park, su madre se encuentra estable. Aún no ha despertado, pero puede pasar a verla.

Un suspiro de alivio escapó de mis labios y le agradecí al doctor con una reverencia.

¡Muchas gracias, Doctor!

El doctor asintió con una sonrisa tranquilizadora.

No se preocupe, adelante Joven.

Sonreí en respuesta y caminé hacia la habitación donde mi madre estaba descansando.

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Ahí estaba ella, mi querida madre, con su piel delicadamente pálida como la nieve y sus labios suavemente rosados como algodón de azúcar. Su cabello rubio, ligeramente enredado por su dedicación incansable pues la mayor parte del tiempo estaba trabajando y no se dedicaba el tiempo necesario, pero su cabello realzaba su belleza natural. Sus mejillas, ligeramente sonrojadas, resaltaban su dulzura. Sus ojos cerrados revelaban un sueño tranquilo y sus largas pestañas eran simplemente envidiables. Era como contemplar a un verdadero ángel, una muñeca de porcelana hecha realidad.

Conmovido por su belleza y, caminé hasta su lado y me arrodillé junto a la cama donde descansaba. Con manos temblorosas pero, tomé su mano frágil y la acaricié suavemente. Sentí el contraste entre nuestras manos, la mía más grande y cálida en comparación con la suya, pequeña y delicada.

𝗡𝗜𝗡𝗘 𝗪𝗢𝗡𝗗𝗘𝗥𝘀.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora