Capítulo 23

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Tal y como le he dicho antes a Valeria en veintisiete minutos estoy abriendo la puerta del despacho y la encuentro apurada con los brazos repletos de carpetas, documentos y el portátil sujetado con  la débil fuerza que ejercen unos papeles sobre otros en los brazos de Valeria. Me mira sorprendida y sale del despacho sin despedirse. Cierro la puerta en cuanto sale y suspiro al techo intentando calmar los nervios que hacen que las piernas me tiemblen.

-Las he averiguado todas, ¿sabes? Deberías llevarme de concursante, seguro que les doy una paliza a esos paletos. -¿Desde cuándo Martina es así de prepotente?

-Martina, deberías ser un poco más humilde. Está bien que sepas que eres buena en algo y te alegres por ello, pero no tienes que despreciar a nadie. -Minerva me observa levantando una ceja. -¿Algo que añadir? -Le reprocho a su mirada recriminadora.

-La niña imita lo que ve.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Que no deberías haber echado así a Valeria, ¿dónde la pongo ahora? No hay sitio.

-Te dije desde un principio que mi aprendiz no podría trabajar conmigo en mi despacho, pero no me hiciste caso. Ahora te buscas la vida para buscarle una mesa.

-¿Por qué estás siendo tan cretina, Julia? -Pregunta Minerva con toda la dureza. -Esa chica hace bien su trabajo. ¿Sabes? Esos días que has estado sin venir se ha encargado de todo y no ha protestado.

-Es su trabajo. -Espeto.

-No. No te confundas, es TU trabajo. -Contesta poniendo énfasis en el pronombre y señalándome con el dedo.

-Tú deberías volver al tuyo ¿o la modificación de horario de las reuniones se hacen solas? -Minerva sale enfurecida del despacho y Valeria aprovecha que mi secretaria ha salido para entrar ella.

-Dame el libro. -Ordena a mis espaldas.

-¿Qué libro? -Pregunto mientras la puerta es lanzada por Valeria para que se cierre.

-Ya sabes a cuál me refiero, dámelo. Es mío. -Y juro que ahora mismo no sé de qué está hablando.

-No, no sé a cuál te refieres porque yo no he cogido ningún libro. No creo que puedas tener nada que a mí me interese.

-Julia... por favor. Es mío, me lo regalaste tú, pero es mío.

-Yo no le cogido, Valeria. ¿Para qué quiero yo eso? -Contesto ofendida por su desconfianza.

-Pues estaba aquí y ya no está.

-Se te habrá caído al recogerlo todo. -Y empiezo a explorar el suelo cubierto por la mesa que hasta hace unos minutos era propiedad de Valeria. Camino lentamente poniendo toda mi atención en encontrar el libro, libro que sé que no está porque lo suficiente grande como para verse a distancia. Debajo de uno de los taburetes encuentro la nota que la librera escribió y la recojo. Valeria se percata y se acerca a mí.

-Eso dámelo también. -Intenta arrebatármela de la mano, pero yo soy más rápida y me alejo de ella. -He dicho que me lo des. -Y a mí me entra la risa porque piensa que puede darme órdenes y yo no pienso obedecer a ninguna. Martina nos observa de rodillas en el sofá y tengo a Valeria tan cerca de mí que su presencia se vuelve invisible para mí, pero de reojo veo esconde algo detrás de uno de los cojines. -Julia... -Suplica al tiempo que unas lágrimas asoman de sus ojos.

-¿Para qué quieres esto? -Digo haciendo una bola con la nota.

-¿Qué haces, Julia? No tienes derecho a hacer eso. -Los ojos de Valeria son una combinación de odio y dolor, y me lanzan una mirada suplicante. Me jode tanto que crea que tiene derecho a darme órdenes después de todo, que me dejo llevar por los sentimientos que reprimí anoche cuando la vi cogida de la mano de Jaime. La empujo para que se haga a un lado y encesto la bola de papel en una pequeña papelera que hay al lado de mi escritorio. Valeria se rompe y no puede evitar el llanto y algo se rompe dentro de mí, más de lo que ya estoy. Valeria se acerca a la papelera mientras pasa su mano por su nariz para retirarse la mucosidad que le ha provocado el llanto, saca el papel hecho una bola y lo desenrolla. Gira su rostro hacia a mí y me lanza una mirada de odio que nunca pensé que vería reflejada en sus ojos. -Esto, esta nota. -Anuncia mientras la alza al aire. -Y el libro, son lo único que me queda de lo nuestro y yo quería conservarlo ¿sabes? Si tú no quieres está bien, pero no puedes quitarme ese derecho. -Continua entre sollozos y pausas para respirar. Me quedo sin palabras ante tanta sinceridad y la melancolía empapa mis mejillas. Camino hacia el sofá mientras Valeria espera a que diga algo, aunque a estas alturas ya debe saber que soy mujer de pocas palabras. Levanto el cojín y escucho el chasqueo que Martina hace con la lengua por haber sido descubierta.

-Toma, le ha gustado tanto el libro que quería quedárselo para ella. -Intervengo mientras estiro mi brazo hacia ella. Ella lo recoge observándome e intentando leer mi mente. -Es a por lo que venías ¿no? -Y ella responde asintiendo con la cabeza. -Pues aquí ya no tienes nada más que hacer, lárgate. -Valeria rompe de nuevo en un llanto desolador y sale corriendo del despacho. Yo me quedo angustiada observando como atraviesa la puerta teniendo la certeza de que la próxima vez que vuelva a cruzarla ya no será la misma Valeria. Algo en ella se ha roto tal y como algo se rompió en mí anoche y sé perfectamente que ese algo que ya no se puede recuperar. En parte me duele haber sido yo la causante de todo ese dolor que está sintiendo ahora, pero cuando alguien me hace daño siempre se lo hago pagar al máximo y hasta que no los veo derrotados y desolados no me siento satisfecha conmigo misma. Soy una zorra, una auténtica zorra y por más que me esté costando comportarme así con Valeria es mi forma de refugiarme del dolor y de seguir adelante, viendo a la persona que me ha hecho daño sufrir.

Martina tira de mi falda y me mira desde abajo.

-¿Podemos comer ya? -Pregunta con toda la inocencia del mundo, como si el mundo no se hubiera parado en el momento mismo en que Valeria se ha roto ante mí y por mi culpa.

-Vamos.

The eyes never lieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora