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PERCY

"¡Eres un cobarde, Percy Jackson!"

Esa era una de las tantas cosas que me había dicho T/n antes de irse como tromba hacia los campos de fresas y dejarme solo en el medio del campamento.

Lo peor era que yo había estado tan ocupado pensando en lo cerca que se encontraba de mi, que no tuve tiempo de defenderme propiamente.

En el momento menos oportuno mi cerebro había comenzado a notar pequeños detalles como las pequeñas cicatrices en su rostro o cómo el color de sus ojos cambiaba a la luz del sol.  Me encontré a mí mismo contemplándola, lo que era estúpido ya que la había visto un millón de veces. Este verano había logrado alcanzarla en altura, lo que era un alivio. Sin embargo ella se veía mucho más madura.

T/n siempre había sido linda, pero ahora era seriamente hermosa.

Me gustaría decir que mi día mejoró a partir de ahí. Por supuesto que no. Esa tarde tuvimos una asamblea en la hoguera del campamento para quemar el sudario de Beckendorf y decir nuestro último adiós. Incluso las cabañas de Apolo y Ares hicieron una tregua temporal para asistir.

El sudario de Beckendorf estaba hecho de láminas de metal, como una malla. No veía como iba a arder, pero las Moiras deben haber ayudado. El metal se derritió en el fuego y se volvió un humo dorado, que ascendió al cielo. Las llamas del campamento siempre mostraban el estado de ánimo de los campistas, y hoy eran negras.

Esperaba que el espíritu de Beckendorf pudiera terminar en los Capos Elíseos. Aunque tal vez él elija renacer y llegar a los <campos en tres vidas distintas para poder acceder a las Islas Afortunada, que eran algo así como el salón de la fiesta más increíble del inframundo. Si alguien lo merecía, ése era Beckendorf.

T/n se fue con Annabeth sin dirigirme la palabra. Muchos de los campistas regresaron a sus actividades de la tarde. Yo me quedé mirando a las moribundas flamas. Silena estaba sentada casi llorando, mientras Clarisse y su novio, Chris Rodríguez, trataban de reconfortarla.

Quería disculparme con Silena pero por como había sido mi última conversación con Clarisse sabía que no dejaría que me acercara.

Miré las ultimas brasas del fuego de Beckendorf revolotear en el cielo vespertino. Entonces me dirigí a la arena de combate. Necesitaba un respiro, y quería ver a una vieja amiga.

***

La Señorita O'Leary me vio antes que yo la viera a ella, lo que era bastante gracioso considerando que ella era del tamaño de un camión. Caminé en la arena, y un muro de oscuridad cayó sobre mí.

"¡Guau!"

Lo siguiente que supe fue que estaba tirado en el suelo con una pata enorme sobre mi pecho y una gran lengua brillosa lamía mi cara.

"¡Uf!" resoplé "Qué tal, chica. Yo también me alegro de verte. ¡Ay!"

Le tomó unos minutos a la Señorita O'Leary calmarse y liberarme. Para entonces estaba bien empapado en baba de perro. Ella quería jugar atrapadas, así que tomé un escudo de bronce y lo lancé a través de la arena.

Por cierto, la Señorita O'Leary es la única perra del infierno simpática. La heredé cuando murió su anterior propietario. Ella vivía en el campamento pero Beckendorf... bueno, Beckendorf solía cuidarla siempre que yo no estaba. Él había forjado el hueso de bronce favorito de la Señorita O'Leary. También le había hecho un collar y en la etiqueta había puesto un icono carita sonriente amarilla entre dos tibias cruzadas. Después de mí, Beckendorf había sido su mejor amigo.

ᴘᴇʀᴄʏ ᴊᴀᴄᴋsᴏɴ: ʜᴇ́ʀᴏᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora