XXI

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PERCY

Nadie me roba mi pegaso. Ni siquiera Rachel. No sabía si estaba más enfadado, asombrado o preocupado.

"¿En qué estaría pensando?" preguntó T/n mientras corríamos hacia el río. Por desgracia, yo tenía una idea bastante aproximada, y me daba mucho miedo.

Había un tráfico espantoso. Todo el mundo estaba en la calle mirando boquiabierto los daños causados en la zona de guerra. Se oían sirenas de policía a cada paso. Era imposible encontrar un taxi y todos los pegasos se habían largado volando. Me habría conformado con unos Ponis Fiesteros, pero ellos habían desaparecido con casi todas las existencias de cerveza de raíces de la ciudad. Así pues, no nos quedó más remedio que correr y abrirnos paso entre aquella multitud de mortales alelados que atestaban las calles.

"No podrá atravesar las defensas." dijo Annabeth "Peleo la devorará."

Eso no se me había ocurrido. La Niebla no despistaría a Rachel como a la mayoría de la gente; localizaría el campamento sin problemas. Pero yo había dado por supuesto que los límites mágicos la mantendrían a raya como un campo de fuerza. No se me había ocurrido que Peleo pudiera atacarla.

"Tenemos que darnos prisa." Le eché una mirada a Nico "¿No podrías invocar a unos caballos-esqueleto?"

Él corría jadeando.

"Estoy tan agotado... que no podría hacer aparecer ni un hueso para el perro."

Finalmente, subimos al terraplén de la orilla y solté un silbido bien fuerte. No me apetecía hacerlo. Incluso con el medio dólar de arena que le había dado al río East para que se limpiara mágicamente, el agua seguía allí bastante contaminada. No me hacía gracia provocarle una enfermedad a ninguna criatura marina. Pero ellas, de todos modos, acudieron a mi llamada.

Surgieron en el agua gris cuatro estelas y enseguida salieron a la superficie sendos hipocampos, relinchando con repugnancia y sacudiéndose la mugre de sus crines. Eran criaturas preciosas, con cola de pez multicolor y cabeza y patas delanteras de semental. El que iba delante era mucho mayor que los otros dos: una montura adecuada para un cíclope.

"¡Rainbow!" grité "¡Cómo va, amigo!"

Él relinchó, quejándose.

"Sí, lo siento." le dije "Pero es una emergencia. Tenemos que llegar al campamento."

Dio un resoplido.

"¿Tyson? ¡En plena forma! Lamento que no esté aquí. Ahora es un gran general del ejército de los cíclopes."

"¡Hiiiiiiiiii!"

"Sí, ya me imagino que siempre te trae manzanas. Bueno, ¿y qué me dices de ese trayecto...?"

En un periquete, T/n, Annabeth, Nico y yo estábamos deslizándonos por el río Este más aprisa que en una moto acuática. Aceleramos al pasar bajo el puente Throgs Neck y nos dirigimos hacia Long Island Sound.

***

Me pareció que transcurría una eternidad hasta que divisamos la playa del campamento. Les dimos las gracias a los hipocampos y vadeamos hacia la orilla, donde descubrimos que Argos nos estaba esperando. Se hallaba de pie sobre la arena, con los brazos cruzados y sus cien ojos mirándonos airados.

"¿Está aquí?" pregunté.

Asintió, muy serio.

"¿Va todo bien?" preguntó T/n.

Argos meneó la cabeza.

Lo seguimos por el sendero. Era surrealista encontrarse en el campamento, porque allí todo parecía tranquilo y pacífico, sin edificios carbonizados, ni guerreros malheridos. Las cabañas destellaban al sol y los campos relucían cubiertos de rocío. Aunque el lugar estaba casi desierto.

ᴘᴇʀᴄʏ ᴊᴀᴄᴋsᴏɴ: ʜᴇ́ʀᴏᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora