Cap. 4

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Diario de Taehyung y Jungkook.

1 : Recuerdos olvidados.




Mi madre amaba demasiado a mi padre, tanto que no le importó ser pobre y ayudar a mi padre con la panadería.

Eran muy felices, pero cuando decidieron tener un hijo, las cosas no salieron como esperaban.

Al nacer mi madre empeoraba en su salud, mi padre, con los pocos ahorros que tenía, llevó a mi madre al hospital, ahí conocieron al doctor Kim Seokjin.

En aquel hospital sólo iban gentes de clases medias o bajas, así que cuando se enteraron que uno de los mejores doctores estaría ahí, hubo esperanza en los enfermos.

Pero nada salió como esperaban.

Kim Seokjin, al haberse casado con la hija del diputado más corrupto de París, decidieron expulsarlo a la fuerza de ese hospital.

No querían que por su culpa, sus familiares enfermos murieran.

Pero mi madre y mi padre no pensaban eso.

Poco antes de que el doctor Kim se fuera, mis padres habían hecho una bonita amistad con el doctor.
Y él, al enterarse del estado de mi madre, decidió ayudarles.

Fuí creciendo con el tiempo, viendo cada día cómo mi madre cada vez se iba de mi vida. No había cura para su enfermedad, la cual, nunca me quisieron decir qué era.

Cuando cumplí tres años, el doctor Kim se me acercó y me dio un sobre.

Me dijo:

"Úsalo siempre, te ayudará"

Me acarició mi cabello, me regaló una linda sonrisa, y luego se fué, ya no supe más de él.

En el sobre se encontraba una carta y un collar, era una luna.

Como no sabía leer, le pedí a mi padre que la leyera.

"La luna para tí, el sol para él, y la estrella para su futuro unido"

Jungkook en ese entonces no entendía aquellas palabras, pero cuando conoció al hijo del doctor Kim, todo cambió.




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Había una vez

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Un sol y una luna

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Cuando conocí aquella mujer embarazada, le suplicaba a mi padre que me llevara a su trabajo.
Esa mujer jugaba conmigo, me ayudaba con mis tareas, me enseñó a leer y a escribir, y sobre todo, era una cocinera muy buena. Todos los días que iba a verla, me daba pastelitos de fresa, mi corazón brincaba de alegría al verla. Porque, en el fondo, siempre había querido sentir ese amor de madre.

Cuando nació su bebé, grité de emoción, obviamente no me dejó cargarlo ya que yo, aún era muy pequeño y no sabría cómo hacerlo.

Pero me dejó acariciarlo cuando estaba en su vientre, me dejó hablar con él mientras le daba leves patadas a su madre, me dejó darle un besito cuando recién nació, y sobre todo, me dejó amarlo.

Al crecer, dejé de ver a esa mujer, cumplí la mayoría de edad y estaba estudiando para abogado, cuando de repente la vuelvo a ver, pero esta vez, se veía más anciana, su piel blanca como la nieve, sus ojos apagados, su sonrisa débil, apenas podía caminar, mi corazón sintió tantas ganas de ir a abrazarla.

Años AtrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora