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—Señor Lee, ¿está seguro de lo que está diciendo?

Minho suspiró, mirando el techo mientras sentía su estómago quejarse por el hambre. Al mismo tiempo, frotó sus ojos para alejar el sueño: llevaba más de veinticuatro horas sin dormir un poco, y más de doce sin comer algo consistente y sólido. Lo único que quería en ese momento era estar en su cama y fingir que changbin se encontraba a su lado, abrazándolo y llenándolo de mimos, como hacían tantos años atrás.

—Cien por ciento seguro —repitió, bebiendo el tercer vaso de café que le dieron en un vasito de plástico, e hizo un mohín porque odiaba el café—. ¿Ya puedo irme?

El policía frente a él, que se presentó como Kim Songjun, le miró con clara señal de disculpa.

—Lo siento, pero todavía no —le dijo—, estamos verificando las cámaras de seguridad, señor Lee. Lo que la omega seo ha denunciado es un hecho muy grave, y mucho más si usted lo está encubriendo. ¿Seguro que...?

—Estoy seguro de haberle entregado la autorización a changbin para marcharse —le interrumpió, antes de añadir—. La de él y los cachorros. Supuestamente iba a trasladarme por trabajo, pero las cosas no resultaron bien, y tuve que quedarme aquí. Mi omega y yo estábamos pasando por un período difícil y creí conveniente estar un tiempo separados.

—Es comprensible —apoyó el policía—, pero ¿más de dos años fuera? ¿Cuándo fue la última vez que les vio? ¿Los ha visitado siquiera? —estrechó sus ojos—. Me da la impresión, por su aspecto, que no es así.

Minho apretó su mandíbula, respirando profundamente para no lanzarle ese asqueroso café espeso en la cara a Songjun, a pesar de que las ganas no le faltaban. Sabía que eso no daría una buena imagen, y en su situación, era mejor mantener la calma por completo.

Antes de poder contestar, la puerta fue abierta y una mujer policía se asomó, diciéndole que encontraron la grabación. Minho sabía lo que verían, porque era la segunda vez que estaba en esa posición. La primera fue un año después de que changbin se marchó, cuando recibió la segunda carta del Gobierno que requería su firma para asegurar que el omega estaba en otro país con su autorización. Fue llevado allí y le interrogaron de la misma forma, observando el mismo vídeo.

Más de las cuatro de la mañana. Changbin llegando al aeropuerto, acercándose al mostrador para hacer el Check-In, con los niños siguiéndolo y su padre cuidándolo. Una mujer atendiéndolo, que fue reemplazado poco después por nayeon, y levantando el teléfono. Como la vez anterior, la grabación la detuvieron en ese momento, girándose a él.

—¿Recibió la llamada de autorización? —preguntó Songjun, firme—. ¿Por qué no los acompañó usted?

—Recibí la llamada y dije que todo estaba bien —mintió minho, sabiendo que nayeon diría lo mismo—. No los acompañé porque no lo creí necesario. Por dios, eran las cuatro de la mañana y al día siguiente debía trabajar, ¿por qué iría a dejar a mi omega y sus hijos allá si mi padre podía hacerse cargo?

Sabía que se escuchaba como un déspota, pero eso era lo que debían oír. Un alfa que no se preocupaba ni se interesaba por su omega, porque así lo enseñaban en la sociedad que vivían. Un omega no necesitaba tanta atención.

Sus palabras no parecieron ser suficiente para calmar a Songjun, pero el policía se veía como que no quería insistir en ese tema, porque no tenía alguna prueba para incriminarlo. El vídeo continuaba con changbin retirándose, despidiéndose de su padre y llevando a los cachorros a la sala de embarque. Permanecían allí por una hora aproximadamente, en lo que iban al baño y changbin les compraba algo a los niños para comer, y al final...

Four Seasons [MINBIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora