Capítulo VII: Oscuridad

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La pelirroja corrió hacia el sonido del estruendo, pues un coche había salido de control, los caballos desbocados se habían ido en contra de una niña, sin embargo el de lentes la empujó con fuerza. Lo que dejó a Ciffer en el paso de los animales, los cuales lo golpearon con sus cascos. Los presentes alrededor intentaron calmar a las bestias y apartarlas del desdichado hombre. Hasta ahí llego Inoue, quien tomó entre sus brazos a su amado esposo. Por alguna razón los corceles retrocedieron por lo que al fin los pudieron calmar.

- ¡Joven Ulquiorra! ¿Por qué? - exclamó la dama llorando

- Me recordó a mi hermano... tenía que salvarla, nadie más lo haría... Así tendría mi conciencia tranquila, alguien en algún momento haría lo mismo por nuestro bebé... al menos eso creo... - dijo con tono apagada el pelinegro

Sus lentes se habían caído y no veía bien, pero distinguía perfectamente esa voz de su esposa. La pelirroja no lo entendía, al menos en parte. No sabía porque su amante había empujado a esa niña en lugar de salvarse él mismo, pero comprendía qué si hubiera sido su hija también le gustaría que la ayudarán.

- No me dejes sola... he estado mucho tiempo sola... y ahora voy a tener un bebé... - dijo melancólica la chica recargando su cabeza contra la del auxiliar

- Te prometo que regresaré... para quedarme junto a ti... eres lo que más amo... así que no importa el tiempo que me tomé... yo a ti regresaré... - dijo con una sonrisa tomando la mano de su esposa

- No por favor, joven Ulquiorra... - dijo entre lágrimas la doncella

Lentamente la fuerza de esa mano desapareció, cerró sus ojos Ciffer y exhalo un último respiró. Entonces Orihime supo que su amado había muerto, desconsolada lo abrazó llorando de dolor, gritaba de desesperación. Hasta el lugar llegaron policías y bomberos qué poco podían hacer, todo ya había pasado, solo una carroza más arribó para poder enviar al herido. Sin embargo desde el fondo de la escena se escucharon unas voces, mientras unos halagaban al difunto y unos más agradecían por la niña, otro resonó con desdén.

- ¿¡Qué idiota se arriesga por una inútil de clase baja...!? - se oyó a la distancia

Con rabia miró Inoue para saber quien había hablado mal de su marido. No era otro que el cochero ebrio qué había perdido en primer lugar el control de los caballos, cosa que la pelirroja no iba a perdonar. Los médicos levantaron el cuerpo para llevarlo a la morgue. Orihime se apresuró a dar aviso a los padres del muchacho sin mencionar su embarazo, pero ellos eran la mejor opción para encargarse del funeral de Ulquiorra. Posteriormente la ahora viuda fue a bañarse y cambiarse, iba a esperar por las noticias del velorio de su marido. Por primera vez se puso el rosario blanco al cuello y unas horquillas de flor azul en el cabello, objetos que guardaba en aquel pequeño morral.

A su puerta fue su suegra para avisar que el funeral se llevaría acabo a la mañana siguiente, la sollozante pelirroja solo afirmó con la cabeza. Momo se retiró en silencio del local para seguir con los preparativos. Por su parte la de ojos grises esperó a que cayera la noche para salir de casa con un hermoso, pero sencillo vestido blanco. Fue a escuchar lo que decían en la estación de policía sobre el asunto, pero le decepcionó qué sólo lo hubieran dejado como un accidente. Pero no iba a armar un alboroto por ello, el cochero descuidado era el culpable, de homicidio involuntario o como le quisieran llamar, aunque poco les importaba seguir investigando. Así que fue en busca de ese cruel hombre, había memorizado su rostro, su olor y su voz, por lo que sería fácil encontrarlo.

Camino por las calles hasta una licorería, donde aquel hombre bebía en soledad. Entonces la dama se acercó por un ángulo dónde no daba la luz de la Luna o el faro. Desde allí se quedó mirando a ese sujeto, pensando: "¿Cómo podía valer más la vida de una basura como esa, qué la de su dulce amado?".

- Usted fue él que dijo eso. ¿Realmente cree qué por ser diferente no merece vivir? - dijo la dama

- Claro que lo pienso. Solo un idiota de su posición arriesgaría su vida por una criatura como esa... por cierto linda no creo que ese flaco te hubiera tenido bien atendida... - dijo el hombre

Esa era la clase de cosas que la pelirroja odiaba. Bajo el manto de la noche su cuerpo empezó a sufrir algunos cambios, al verla el pervertido se aterrorizo. La silueta solo dejaba ver unas alas, una cola, una cornamenta y garras.

- ¡Qué curioso! Yo por eso evité por mucho tiempo relacionarme con malditos humanos. Pero si me escondía a plena vista... como muchos otros... un truco qué me enseñaron hace mucho tiempo unas mujeres en el bosque... - dijo la chica a la par que caminaba hacia el cochero

El sujeto intentó ponerse de pie y escapar.

- Espere tanto por abrir mi corazón a un hombre tan cálido... y ahora tú me hablas así de él... - dijo la chica con un gruñido

Se escucharon solo unos gruñidos, gritos y ruidos, pero nadie acudió a ayudar al pobre tipo

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Se escucharon solo unos gruñidos, gritos y ruidos, pero nadie acudió a ayudar al pobre tipo. Finalmente llegó el silencio, la dama salió de la oscuridad para poder mirar las estrellas. A comparación de los ojos de las personas comunes, los de Inoue podían ver el ascenso de las almas de los difuntos como si luces de aurora se tratará. Pudo distinguir la alma de su amante qué como una pequeña luz verde se acercó a ella.

- Al anochecer se abren las puertas hacia el espacio entre la energía y la materia... lo que los humanos denominan el cielo... al amanecer se vuelve abrir pero para que las almas maduras regresen a esta dimensión y recuperen un cuerpo físico... ¡Ve joven Ulquiorra...! Te esperaré no importa cuánto tiempo te tome... - dijo entre lágrimas la dama

La chispa entonces aceleró hacia el cielo hasta perderse entre las estrellas. Solo miró como brillaban en el manto celeste.

- Para alguien como yo el tiempo no es un problema... - dijo la mujer

Con tristeza se dirigió a su casa sin una sola mancha de sangre. Se puso un vestido negro para acudir al velatorio, era amargo el escuchar los rezos y ver a Hinamori llorar. Fue aún peor ver la caja descender hacia la tierra, solo se abrazo y se despidió de su familia política. Todo le recordaba a su amado esposo, así que no quería quedarse en ese lugar, por lo que empacó sus cosas y vendió la casa. Esto le iba a permitir viajar para seguir las almas, saber cuando y donde iba a renacer.

-------------- Capítulo completo --------------

La peculiar dueña de la tienda de perfumesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora