Capítulo I: La tienda de perfumes

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Era en un lugar mágico, lejos del tumulto de la gran ciudad, en un pequeño rincón, de esa provincia del paso de mercaderes, en la llamada tierra de los amores, donde yace una peculiar tienda. Unos dicen que es una repostería con deliciosos manjares, hay mujeres que dicen que ahí venden exquisitos perfumes. Pero este sitio tiene un secreto, en realidad no es ninguna de las dos, sino es una puerta a dónde encuentras lo que necesitas.

Era principios del siglo XIX en ésta bella ciudad, qué se había bañado de sangre por el cambio de ideología, la revolución había cambiado la vida en aquel país. Aunque aún estaba atormentada la nación por las guerras. Sin embargo la vida sigue, eso lo tiene muy claro la dueña de aquel pequeño local. Una hermosa mujer de largo cabello rojo otoñal, de tersa piel, con brillantes ojos grises. Con su elegante vestido acomodaba cada pequeño detalle en su tienda antes de abrir. Era curioso, porque sacudía anaqueles con pequeños frascos con extraños líquidos etiquetados, así como prepara la masa en la cocina para preparar dulces pastelillos.

Había muchos rumores sobre aquella tienda de nombre: "Fleur de saphir bleu". Más de una dama decía que era inusual la belleza de la dueña de la perfumería, qué parecía perfecta como muñeca, a su vez no parecía envejecer. Era poco lo que sabían en realidad de la dueña, mejor dicho era tan extraña que todo lo que se decía eran conjeturas. Sin embargo, había cosas particulares en esa tienda que eran verdad, como las cortinas de color crema con diseño de flores que nunca se abrían para dar paso al sol en los dos escaparates a lado de la puerta de entrada. La campanilla qué anunciaba la entrada de un nuevo cliente tenía un tintineo especial, como el de un canto celestial y una vez adentro te sientes tranquilo, las penas parecen quedarse afuera.

Era una tienda poco llamativa, pero que todo hombre o mujer con un poco de dinero conocía. Pesé a su éxito, no tenía clientes haciendo fila, aunque no se veía que estuviera llena, tampoco estaba vacía. Era un lugar en el que parecía siempre haber alguien adentro, mientras estaba abierta no parecía estar sola la dueña. Tal vez por eso nunca la habían asaltado, ni un solo ladrón había notado el pequeño local.

Como era la costumbre de la chica que atendía la tienda, ese lunes limpiaba los vidrios de los escaparates con dulce devoción. Era temprano esa mañana, por lo que aún no tenía listos sus pastelillos cuando sonó la campana anunciando un visitante.

- ¡Bienvenido! ¡Buenos días...! ¡Enseguida le atiendo...! - dijo la mujer

El piso crujido con las pisadas fuertes y pesadas del intruso. Entonces la dama dejó sus utensilios para poder atender al cliente, sacudió su vestido, fue detrás del mostrador; entonces se encontró con la mirada de un joven de cabello negro, piel blanca, de ojos esmeralda, con un perfecto traje oscuro y unas finas gafas.

- ¡Buen día! No se moleste señorita puedo esperar... - dijo el recién llegado

La mujer se sorprendió por lo guapo que era el cliente, además un poco más joven que ella, tenía no más de 16 o 17 años.

- No se preocupe caballero, ya está abierto y yo seguí limpiando... - dijo la pelirroja

- Está bien... Me recomendaron esta perfumería... pero no veo muchos... solo unos pocos frascos en esa repisa... - dijo serio el de lentes

Eso sorprendió a la vendedora, pensó: "acaso no puede ver los exhibidores sobre las mesas, la ilusión debería ser perfecta... ¿cómo puede ver el estado real de la cafetería...?".

- Lo lamento. Pero puede comer un bocadillo... - dijo la chica corriendo hacia la cocina mientras el hombre miraba las botellas

Los pequeños objetos de vidrio tenían diferentes formas, colores y un cordón con una etiqueta. Esta última fue lo que llamó la atención al intruso. Con bella letra manuscrita tenían una sola palabra escrita: "Bonheur (alegría), paix (paz), affection (cariño), félicite (felicidad)".

- Soy muy distraída. No había sacado los pastelillos... - dijo la dueña

La de ojos grises le ofreció al joven una serie de bocadillos, se veían tan exquisitos como delicados. En la mente del caballero pasó una idea, los pastelillos eran frágiles y hermosos como la dama. Se quedó un minuto mirando a la doncella, su corazón latía rápido, se apenó por el dulce aroma, no sabía si era de los panes, de los perfumes o de la piel de la hembra frente a él.

- No. Muchas gracias. Mi padre se va a molestar si llegó comiendo algo... o con mormonas en el traje se va a molestar conmigo... solo vine por un perfume para mi primer día en el trabajo... - dijo el sonrojado pero serio ojiverde

- ¿Qué necesitas? ¿Qué esperas para tu día...? - dijo la chica

- ¡Perdona mis modales! Soy Ulquiorra Ciffer... en realidad, no lo sé... estudié para ser administrador... y hacer la contabilidad de los nobles... ahora lo hago para los republicanos... - dijo el de pálida piel algo ruborizado

- Entonces eres un contador... tal vez quieras un poco de éxito... o quizá aprobación... - dijo la pelirroja dejando los pastelillos

Caminó con un frasco transparente hasta donde estaba el estante con el resto de las botellitas.

- No. Nada de eso me interesa. Si te fuera muy sincero... preferiría una vida simple... vivir en la bella campiña... con un gran cultivo... cuidando de un rebaño de ovejas... con una linda esposa... tal vez un par de niños... pero he tenido que ser un contador... - dijo el administrador

Era un coqueteo sutil, no era algo fuera de lo común para la dueña, pero al menos no era un borracho mal oliente, o un viejo necio, solo era un muchacho amable, por lo que sonrió la doncella.

- Ya veo. No quieres fallarle a tu padre... aunque es bonito lo que piensa joven Ulquiorra... mi nombre es Inoue Orihime... le voy a dar este perfume... - dijo la mujer

Entonces vertió en el frasco de su mano un poco del contenido de la botella qué decía "felicidad", lo mezcló con un poco de alcohol y se lo extendió al de lentes. El de traje lo tomó, lo acercó un poco a su nariz.

- Huele bien, no es dulce sino que tiene aroma a madera, cálido como estar cerca de la chimenea en invierno... - dijo el serio caballero

- Me da mucho gusto que le agrade... son 18 francos... Úselo antes de ver a su papá... - dijo la dama

Ciffer sin dudar del bolsillo de su sacó tomó unas monedas y se las dio a la mujer.

- Muchas gracias. Espero verla pronto. La próxima vez para comer un bocadillo... me retiró... - dijo el de lentes

- Por supuesto joven Ulquiorra... ¡Ho! Solo una cosa más... no use demasiado ni muy seguido... las personas se vuelven adictas a ese perfume sin darse cuenta que lo que buscan es algo efímero... - dijo la chica

- Esta bien señorita Inoue... haré lo que me dice... - dijo el pelinegro antes de salir de la tienda

La pelirroja solo respiró hondo. Mientras que el ojiverde avergonzado abrazó fuerte el pequeño frasco. Le había gustado la bella perfumista, era como decían los cuentos "amor a primera vista", por lo que más motivado siguió su andar hacia la oficina de su padre, pensando únicamente en la mujer de la tienda de perfumes.

-------------- Capítulo completo --------------

La peculiar dueña de la tienda de perfumesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora