Capítulo XXII: El olor de la Felicidad

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- Mujer, ¿cómo haz logrado qué todas personas nos ayudarán? - preguntó directo el pelinegro

- Solo use un poco de loción de armonía, alegría y cooperación... El resto fue algo que les nació del corazón... ¿Alguna vez al oler algo te trae un recuerdo? - dijo la chica

- Sí, por ejemplo la canela y el pino me recuerdan a la navidad... - comentó pensativo el ojiverde

- Exactamente. Es algo que se conoce como memoria olfativa... Los recuerdos no son solo imágenes... son una serie de sensaciones que se perciben a través de los cinco sentidos... así algunos olores o sabores... te traen a la cabeza algunos recuerdos... - dijo la mujer

- Entiendo. ¿Cómo sabés eso? - dijo el caballero

- ¡Ho! No recuerdo si lo leí o alguien me lo dijo... Tal vez en un artículo científico... pero anda cariño, vamos a celebrar... - dijo Inoue tomando de las manos a su esposo

El de pálida piel no dijo una palabra. Por ahora tenía un par de respuestas, pero también más dudas. Sin embargo la pequeña familia por ese momento, junto con el pueblo fue feliz. Al llegar la madrugada los bailes y la música se fueron apagando, lentamente los presentes se fueron retirando, solo quedaron los adornos y las flores. En un rincón del taller se había quedado dormido Kazui, por lo que su ahora padrastro lo cargó en hombros para llevarlo a dormir a su cama. Después hicieron lo propio, ya que, en cuanto a su noche de bodas iban un paso adelante con la espera del bebé.

Los siguientes días fueron un sueño hecho realidad para la familia, porque en la motocicleta viajaron no lejos de ahí a las zonas rurales para disfrutar del paisaje y la tranquilidad, mientras jugaban o comían en un mantel un delicado almuerzo. Al volver Ciffer tomó la decisión de ayudar a su ahora esposa a remodelar la cafetería y ampliar un poco para separar la perfumería, aunque eso le redujera espacio en el taller.

Finalmente Kazui volvió a la escuela, el pelinegro lo llevaba y lo traía en su café racer, por lo que el pequeño se volvió muy popular. Entonces notó algo peculiar el ojiverde, el cabello de su hijo no crecía, pensó por un segundo qué era solo su imaginación, por lo que puso en su alcoba del chico un dibujo con un marcador para ir midiendo su crecimiento. Mientras tanto en las tarde noches gustaba de abrazar a Orihime o recostarse en su regazo para poder sentir al bebé. Le maravillaba ver como progresaba cada día. Se dio cuenta poco que la pelirroja siempre ponía incienso o se ponía algún perfume especial, su dolor por la pérdida de sus amigos había desaparecido muy rápido, tal vez lo podía atribuir a su tiempo en familia, casi todo el tiempo era feliz, incluso en su trabajo.

Sin embargo se acercaba la fecha del alumbramiento de su bebé, la perfumista se negó rotundamente a ir a un hospital, tendría a su hijo en casa. Esto no le convencía al ojiverde, tal vez era demasiado moderno para su mujer, aquella era una costumbre común hace muchos años. Por lo que aunque angustiado aceptó que así se realizará el parto, pero nadie podía prepararlo para ese domingo. Era la hora del desayuno, cuando los primeros dolores empezaron a molestar a la chica.

- ¡Joven Ulquiorra! - exclamó la dama

- ¿Mamá, estás bien? Te ves muy pálida... - dijo algo asustado el niño

- No mucho mi pequeño Kazui... ¡Ha! Ya viene tu hermanito... - dijo la doncella

- Te subiré al cuarto. Kazui, cierra bien la puerta y espera en tu alcoba... - dijo el nervioso hombre

- Pero papá... - dijo sollozando el menor

- Hazlo... - dijo el pelinegro cargando a la doncella

La llevó a su habitación, la recostó en la cama, pero estaba tan tenso que no sabía que hacer.

- Solo ayúdeme con mi ropa interior por favor... Y ¿puede traer una cobija, una toalla y un poco de agua? - pidió la mujer

- Sí, enseguida... - dijo el nervioso pelinegro

El joven está sufriendo por lo que estaba pasando, trajo lo solicitado sin dejar de temblar. Puso la cobija sobre las piernas de su amada.

- ¿Qué hago? - dijo el caballero

- Solo toma al bebé con la toalla cuando salga, no lo vayas a dejar caer... - dijo la pelirroja

Esto le puso mucha presión al ojiverde quien se vio forzado a mirar entre las piernas de su esposa. Casi se desmaya al ver la sangre y la cabeza del bebé salir del canal. Entonces en sólo un momento el infante dejó el cuerpo de su mamá y llegó a las manos del ojiverde. Rápidamente intento limpiar el diminuto cuerpo, estaba temblando tanto que apenas podía sostener al recién nacido.

- ¿El bebé está bien? - preguntó la chica

- Supongo que sí... creo que es una niña... - dijo el hombre

- Ata el cordón umbilical, después del nudo cortalo... y buscar la placenta... - dijo la dama enderezandose un poco

- Tal vez soy muy ingenuo, pero no lo sé... - dijo avergonzado el reparador

Ulquiorra le dio a la mujer el pequeño bulto a la pelirroja, quien se sobre salto un poco al ver a su hija. Estaba en una membrana suave y de un tono blanco, apenas transparente, no había cordón, aquello era como un huevo de serpiente.

- Todo esta bien, no te preocupes... te ves un poco mal... sí quieres quedate con el pequeño Kazui... mientras descansó... - comentó la mujer

- Esta bien... vendré en un rato... voy a cambiar y lavar las sábanas, cuando terminé vendré junto con Kazui para que conozca a su hermana... - dijo tenso el hombre

Orihime sólo afirmó con la cabeza. Salió el marido, con cuidado la perfumista abrió el huevo y sacó a la bebé qué tenía diminutos cuernos, cola y alas.

- ¡Vaya! No pensé que iba a tener uno de mi especie... aunque por lo visto solo son las hembras... - dijo en voz baja la dama

Con un leve toque de su mano ocultó dentro de la piel de la bebé, así parecía una niña normal. Ciffer para relajarse labo la ropa. El extremadamente nervioso motociclista no había notado los rasgos peculiares de la pequeña, pensó que solo era el saco abiótico. Puso en el tendedero la ropa y tomó la mano de su hijo.

- Vamos arriba para que conozcas a tu nueva hermana... - dijo el caballero

- Sí, ya la quiero ver papá... - dijo el menor

Los dos varones subieron con cuidado, tocaron la puerta para no importunar antes de entrar. Pero la mujer estaba cubierta por una cobija, tanto sus piernas como su pecho mientras alimentaba a la recién nacida.

- Adelante... - dijo la dulce y cálida dama

El par entró lentamente.

- ¡Mamá! ¿Estás bien? - dijo el menor

- Sí. Las mujeres somos fuertes y esto es algo natural... aunque aún no tiene nombre... ¿Cómo le vamos a llamar joven Ulquiorra? - dijo la de ojos grises

El niño corrió a lado de su madre en una imagen dulce, por lo que el pelinegro solo grabó en su mente ese cuadro. Era un deseo que siempre había una familia así y ahora la tenía, en su corazón solo sintió felicidad, por lo que recordó un único momento de alegría de su infancia.

- Noe... mi padre me regaló... un arca de Noe... y eso me hizo feliz... cuando era niño... - dijo el caballero apenado

- ¿¡Qué tal Noel!? - dijo Inoue

- Noel. Sí... es lindo... - comentó el ojiverde

Entonces se abrazaron todos juntos. Pero la felicidad no es para siempre.

-------------- Capítulo completo --------------

La peculiar dueña de la tienda de perfumesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora